Unidad o acabose
Por: John Jairo Blandón Mena
La izquierda partidista en Colombia, en sus diversos intentos de acceder al poder democráticamente ha tenido dos inmensos escollos, por un lado, la violencia oficial que ha desaparecido sistemáticamente a militantes y líderes, como en el caso del genocidio de la Unión Patriótica, que entre 1.984 y 2.002 perdió por acción de la violencia política alrededor de 5.000 de sus miembros, entre los que se cuentan dos candidatos a la presidencia, ocho congresistas, cientos de alcaldes y concejales, y miles de activistas locales, o el exterminio del Partido Socialista Revolucionario desaparecido antes, durante y después de la masacre de las bananeras; y por otro, la misma dinámica de las organizaciones, que ante las más grandes posibilidades de quedarse con la dirección del Estado por el descontento social generado por los sucesivos gobiernos impopulares de derecha, prefieren dividirse, elegir un candidato no idóneo, y dejarle el camino expedito a las élites para perpetuarse en el ejercicio del poder.
Un profesor universitario escribió alguna vez en el periódico El Mundo “no es que el país esté o no listo para un gobierno de izquierda, sino que la izquierda es la que no está preparada”. Y, a juzgar por lo que hoy acontece al interior del fraccionado Polo Democrático Alternativo, pareciera que esa sentencia es acertada.
La mayoría de los movimientos políticos de izquierda erigidos durante buena parte del siglo XX confluyeron en la fundación del Polo Democrático, inicialmente con apellido independiente, y desde el 2.005, alternativo: El Partido Comunista Colombiano (PCC), las Juventudes Comunistas (JUCO), el Partido Socialdemócrata Colombiano (PSOC), El Movimiento de Integración Democrática (MID), el Movimiento Obrero Revolucionario (MOIR), la Alianza Nacional Popular (ANAPO), entre otros. Varios de ellos convergieron en 2.002 para postular a Luis Eduardo Garzón como candidato presidencial, quien luego de fracasar, capitalizó sus 680.245 votos, y un año más tarde, llegó a la alcaldía de Bogotá, desde donde inició su proceso de desbandada del Polo, que consolidó unos años más tarde, retirándose de la colectividad e intentando formar asociaciones electoreras con personajes que representan la antítesis del ideario gestacional del PDA. Y ese mismo rumbo han tomado otros; como el caso de Clara López, quien dimitió para poder asumir como ministra de Trabajo en el gobierno de Santos, no sin antes tildar a sus antiguos copartidarios de sectarios y extremistas.
El trasegar del partido ha estado marcado por significativos triunfos electorales en lo local, como los sendos periodos en la alcaldía de Bogotá, en los cuales se profundizó la crisis interna, especialmente, durante la corrupta administración de Samuel Moreno. A nivel parlamentario, el PDA se constituyó en la primera fuerza política de oposición en los últimos veinte años. Y en el 2006, con la candidatura presidencial de Carlos Gaviria Díaz, aunque no pudo detener el ascenso al poder del Álvaro Uribe Vélez, se obtuvo la votación más importante de la izquierda en la historia de Colombia.
Sin embargo, ese otrora partido con una propuesta política amplia, progresista y popular, nutrido por todas las vertientes de la izquierda democrática, hoy se sumerge en una crisis marcada por la confrontación personal, que otros llamarían egos, y sustancialmente, por la incapacidad de construir una unidad en los sectores de izquierda y progresista en medio de las diferentes visiones, que permita plantear una alternativa real de poder. Ese propósito se ha desvirtuado con la desmembración de la colectividad que ha significado la salida de tantísimos de sus miembros como: Gustavo Petro, Luis Eduardo Garzón, Antonio Navarro Wolff, otros que salieron para hacer parte de Marcha Patriótica, Clara López, que, sin considerar sus posiciones políticas de hoy, en su momento hacían parte de la medula política e ideológica del PDA.
A lo anterior, se le suma la reciente salida de Jorge Enrique Robledo y sus correligionarios del MOIR, según todo apunta, por una disparidad de cara a la contienda de 2.022 con Iván Cepeda. Mientras este proceso de escisiones avanza, la derecha, representada en la élite en el poder, camina consolidando un plan para asegurarse las próximas elecciones, su primer paso, fue la cooptación de todos los órganos de control, y prosiguen, con la destrucción de los partidos de izquierda desde adentro. Ya parece que las distancias son más irreconciliables entre los líderes de la misma izquierda, que entre éstos y sus contradictores de siempre. Entretanto, Jorge Enrique Robledo, el mayor elector parlamentario del PDA, se apresta para jugar el mismo papel de 2018, endosarles sus votos a otros sectores de la élite, para hacer imposible un triunfo electoral de la izquierda, que no ganará mientras no esté unida.