Tras el suicidio de Catalina Gutiérrez Zuluaga

By Last Updated: 20/11/2024

24 de julio de 2024

Por: Jacqueline Jaceguai Chagas Nunes Dos Santos

Necropolítica y epistemicidio, quién mata y quién muere primero -muerte en vida en la enseñanza superior- necesitamos hablar de esto. [ADVERTENCIA: el texto es sensible y puede provocar algunos desencadenantes emocionales]

Tras el suicidio de Catalina Gutiérrez Zuluaga, estudiante de doctorado en medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, numerosos medios de comunicación denunciaron las condiciones de maltrato, abuso de autoridad y persecución en diversas instituciones educativas, incluidas las de educación superior. Otro punto importante que ha suscitado discusiones de fondo es la disparidad en las denuncias epistémicas cuando se cometen contra estudiantes negros, en consonancia con el racismo estructural que se fomenta constantemente contra las vidas negras.

Históricamente, desde el siglo XIX, ha habido prácticas como las mediciones craneológicas Samuel George Morton (1799-1851), los mapas fenotípicos de los marginados basados en sus características fenotípicas Cesare Lombroso (1835-1909) , el determinismo biológico Francis Galton (1822-1911) combinado con el ostracismo social Émile Durkheim (1858-1917).

La muerte en vida ha sido experimentada por las comunidades negras durante mucho tiempo. Al igual que en el proceso de colonización y decolonización, en el que las vidas negras existían en su forma holística y ontognosológica, por el contrario, las vidas son arrebatadas antes incluso de que terminen sus propios cuerpos. Como método de silenciamiento y desarticulación sociopolítica, los esclavistas infligieron las peores penurias posibles a la comunidad negra. 

Cometieron formas de humillación, deshumanizar al máximo se convirtió en algo esencial en este proceso de muerte en vida. La herencia incorporada por sus descendientes caucásicos puede detectarse constantemente en el día a día, desde acciones más sutiles como preguntarnos si nos lavamos el pelo, asociar nuestro fenotipo con animales o falta de higiene, hipersexualizar a las mujeres negras, apropiarse de nuestros conocimientos, así como socavar las producciones académicas y las contribuciones realizadas por los intelectuales negros, hasta acciones más explícitas como ejecuciones de cuerpos negros, genocidio obstétrico, abusos sexuales, encarcelamiento masivo de la comunidad negra, así como contaminación ambiental en territorios racializados.

Con el tiempo, el suicidio de algunos negros esclavizados se convirtió en una respuesta a las penurias y al genocidio infligido a la comunidad negra. El acto de arrojarse al agua mientras estaban cautivos en los barcos negreros tenía una base religiosa, ya que creían que podían unirse a la madre de las aguas saladas de la entidad, Iemanjá, para vivir la nefasta truculencia cometida por la aristocracia blanca.

La muerte en vida que presenciamos en los espacios negros ocurre de manera protegida por instituciones formales, sistematizada por la infamia de la blancura. Las mismas personas que secuestran, roban, exilian y silencian a miembros de la comunidad negra que se atreven a destacar en mayor o menor escala, para ellos este es un crimen inaceptable sujeto a insulto público y descalificación. Además, sabotean y obstruyen caminos y opciones, especialmente en el ámbito académico, donde, según el pensamiento segregacionista, no hay espacio para otras etnias. 

La conmoción tras la muerte de la estudiante de medicina Catalina arroja luz sobre interrogantes que debemos profundizar, en este caso el silencio protege a los verdugos. A pesar de las relaciones opresivas que enferman física y mentalmente a los estudiantes, además de las formas selectivas de solidaridad, es decir, la muerte social les viene sucediendo a los estudiantes negros desde hace mucho tiempo y no hemos notado una conciencia similar. La crueldad metódica de la blancura en determinar espacios, va más allá de generaciones, mata, oprime y silencia cada día mentes brillantes como las de Catalina, Dandara, Ricardo y entre muchos otros que fueron asesinados, pero continúan sobreviviendo.

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JACQUELINE JACEGUAI CHAGAS NUNES DOS SANTOS, estudiante de doble doctorado en ciencias sociales y cambio social y participación política Universidad de São Paulo y Pontificia Universidad Javeriana, corresponsal internacional de la columna Ação preta de la revista FORUM Brasil, integrante da Quilombação, directora de asuntos internacionales Federação Nacional das Escolas de Samba FENASAMBA – Brasil.

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