¿Será posible el sur?

By Last Updated: 13/11/2024

 

25 de agosto de 2022

Por: Arleison Arcos Rivas

«¿Será posible el Sur, será posible? Si se viese al espejo, ¿se reconocería?», se escucha en la inconfundible voz de Mercedes Sosa, mientras reviso materiales sobre la elección de gobernantes de izquierda como López Obrador en México, Fernández en Argentina, Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, Petro en Colombia, Boric en Chile, las aisladas naciones de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y el factible triunfo de Lula en Brasil.

Mucho se ha hablado del péndulo que va de derecha a izquierda en los procesos electorales, identificando con tal símil la inclinación transformadora del espectro político. Sin embargo, no existe ni fórmula ni herramienta de pronóstico que permita asegurar invariantes tras ese desplazamiento, ni la velocidad con la que ocurre tal variación. Menos aún, puede asegurarse, por sí misma, la durabilidad de sus efectos en la dinámica propia de la política exterior.

Luego del periplo programático de la derecha gobernante, ha quedado claro su fuerte compromiso con la desinstalación de iniciativas de cooperación regional refractarias o desafectas del libre comercio como UNASUR, el ALBA e incluso el Pacto Andino; mientras se promovieron organizaciones como la Alianza del Pacífico y el Grupo de Lima, hoy con un futuro incierto, dado su marcado acento ideológico intervencionista en asuntos de política internacional.

Los procesos de entendimiento, cooperación y firma de tratados entre las naciones del Sur del continente históricamente han resultado pálidos, desinflados y de corto impulso, debido en buena medida al oleaje político en la región. Pese a que han estado impulsados por la idea de hermandad de nuestros pueblos, ninguno de los mecanismos instalados hasta ahora ha podido superar la retórica incendiada de las declaraciones, ni la incertidumbre en los diferentes escenarios gubernamentales.

Pese a que las dinámicas de organización regional han ganado terreno en el mundo, consolidando alianzas militares, agrupaciones de naciones megamillonarias, clubes internacionales, sistemas de coordinación federativa y enlaces económicos, la fragilidad de la economía mundo dibuja fricciones y fracciones en estas asociaciones a lo largo y ancho del planeta.

Desde la alerta esperanzada de Nkrumah exigiendo la unidad de África recogida hoy en la Nueva Alianza para el Desarrollo de ese continente, pasando por los acuerdos ultraterritoriales de cooperación transpacífica, la Asociación Económica Integral Regional, la Unión Europea, el TLCAN, el Mercosur, hasta la Secretaría de Interacción Económica Centroamericana, las naciones del mundo han jugado al internacionalismo de los mercados, globalizando el comercio, la inversión y el desarrollo como estrategias de interconexión pacífica y cooperativa.

En esa búsqueda, los países de América del Sur se han imaginado igualmente solidarios y cooperantes, pese a que hasta ahora resultan parcos a la hora de establecer una ruta compartida de integración y alianza que conecte sus disimilitudes. Como lo reconoce un informe cercano del BID, luego de un cuarto de siglo del nuevo regionalismo, “Los ACP subregionales de ALC, de poca envergadura y cuyos miembros tienen ventajas comparativas similares, no tenían las condiciones necesarias para generar ganancias de escala y especialización lo suficientemente grandes como para mover la aguja de la competitividad en el mercado global. Esta limitación se hizo aún más intensa en un contexto en que el surgimiento de las megaeconomías y los megaacuerdos estaban transformando la economía mundial.”

Las asimetrías entre naciones y conjuntos regionales no sólo ponen serias trabas al proceso de convergencia trasnacional, dificultando los procesos de planeación integrada, ajuste normativo y fortalecimiento de enlaces multinivel. También evidencian la distancia existente en la consolidación de conglomerados económicos y nexos corporaciones entre nuestros países. El conjunto de bloqueos a la integración, hacen manifiesta la brecha institucional todavía existente en los procesos de adopción de las decisiones públicas, pese a la intensa proliferación de cumbres, encuentros, tratados y declaraciones en busca de la identidad articuladora de una región en la que el levantamiento de fronteras continúa afectando los arreglos institucionales y trasnacionales.

Pese a que se cuenta con acuerdos en diferentes asociados a la promoción de la movilidad, la intensificación del turismo, la paridad en los sistemas educativos, la igualación de la normativa contable, se busca el equilibrio en el tratamiento penal, se establecen políticas comunes de arbitramento y de normalización de la justicia, no se generan condiciones que agiganten la escala de la región en el mapa económico planetario.

En una economía en la que los megarricos resultan cada vez más influyentes incluso en la fijación de indicadores de sus propias naciones, resulta imperioso acelerar los pasos de convergencia regional, mucho más cuando el ambiente político con la izquierda gobernante parece propicio o, por lo menos, genera un ambiente favorable para que el internacionalismo del Sur pueda resultar posible.

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