Reparar el futuro, para extinguir el pasado de opresión

Por Última actualización: 17/04/2025

Las frecuentes convocatorias a asambleas, congresos y cumbres, sumadas a una infinidad de encuentros, seminarios, talleres expertos y demás productos académicos sostenidos con un alto acumulado presupuestal, dejan un inquietante sinsabor, al sopesar el acumulado de sus realizaciones, especialmente cuando el propósito de las mismas es la situación del pueblo afrodescendiente en las naciones de América.

Luego de Durban, en 2001, se instaló en el activismo planetario la urgencia por combatir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la intolerancia, reivindicar y reconocer la presencia, manifestaciones y prácticas de reexistencia y patrimonialidad cultural y, tercero, ampliar el ámbito de protección y garantía de derechos para las personas pertenecientes a pueblos de ascendencia africana.

A consecuencia de la declaración y el plan de acción decidido en dicha ocasión, se elevaron las expectativas frente a la potencialidad real “para emprender una verdadera y frontal lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia”. Ello bajo el entendido de que, desinstalando las invariantes del oprobio, el futuro de los pueblos étnicos resulta no sólo prometedor sino digno; si se implementan de manera plena y eficaz las medidas adoptadas.

Sin embargo, 23 años después, Durban sigue pesando como una espada sobre las tímidas e incluso procaces ejecutorias de los gobiernos que se han sucedido desde entonces, al tiempo que la multiplicidad de corporaciones y entidades privadas igualmente convocadas en la lucha contra toda exclusión, siguen perpetuándolas y favoreciéndolas.

El balance es decepcionante, incluso luego del periplo decenal 2015 – 2024 en el que se debieron implementar acciones contundentes que contribuyeran a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, e instalar medidas concretas para finalizar la desproporción y el menoscabo de derechos que representan la discriminación, la minusvaloración, el silenciamiento y la invisibilización étnica. Ante un nuevo decenio, los propósitos deben conducir a las acciones efectivas.

Como se percibe por diferentes índices e indicadores, el mundo permanece impávido ante el acrecentamiento de las formas modernas del esclavismo, las guerras sostenidas sobre desigualdades étnicas, las violencias basadas en prácticas de racialización, y el avance lastimero en la demolición de las condiciones de vulnerabilidad, deterioro de la vida y sostenimiento de la indignidad en muchos territorios que todavía se encuentran al margen del disfrute de los más básicos satisfactores.

Si bien el plan de acción definido en Durban ha sido actualizado con los aportes de los diferentes grupos de trabajo que se han gestado en más de dos décadas, ha resultado favorable a la promoción de un escenario planetario en el que se apunta a la promoción de la tolerancia, el respeto  a la diferencia y la valoración positiva de la diversidad cultural, tanto como se han instalado nuevos marcos normativos para la criminalización del racismo y la discriminación, e incluso cobre mayor vigor la lucha por las garantías de reparaciones eficaces; las deudas acumuladas siguen evidenciando saldo en rojo contra mujeres y hombres pertenecientes a pueblos de descendencia africana.

Desde Durban, el reclamo de cooperación internacional para el fomento de iniciativas que pongan en el centro de la acción gubernamental y corporativa trasnacional el bienestar de África y su descendencia en el mundo, especialmente en América, no solo ha sido desoído, sino que todavía evidencia un trecho largo para avanzar hacia un escenario global propicio para que la dignidad se haga costumbre.

Aunque diferentes corporaciones apoyan la financiación y realización de eventos en torno a la biodiversidad, los foros permanentes para las cuestiones de las comunidades y pueblos, y las cumbres mundiales afrodescendientes, poco o nada se avanza, más allá de las consabidas y diligentes declaraciones que a nadie comprometen.

No obstante, ha resultado alentador que en la COP16 celebrada en Cali y continuada en Roma, se haya concertado un fondo con significativos aportes prometidos por para darle piso al órgano subsidiario para los pueblos, pese a que en ese escenario se evidenció un fuerte cuestionamiento al reconocimiento de la categoría de “pueblos afrodescendientes” en el discurso oficial de Naciones Unidas.

Queda por verse lo que pueda pesar y representar el Foro Permanente sobre los Afrodescendientes de las Naciones Unidas que finaliza hoy en New York, dado su carácter consultivo, que supone muy poca incidencia en la transformación real de las políticas adoptadas por los estados y las condiciones societales de menoscabo a la dignidad, manifestaciones y autonomía de los pueblos de descendencia africana.

Algunas críticas, como la de Jeremías Pérez Rabasa, empiezan a advertir que ese escenario se ha convertido en era “diplomacia sin reparación”; en el que se escuchan voces radicalizadas contra la paquidermia en la reparación efectiva contra los males del colonialismo y el racismo sistémico, según denuncia la Vicepresidenta colombiana Francia Márquez al solicitar que se cree un fondo global de reparaciones históricas, que, en palabras de Carlos Rosero, Ministro de Igualdad debe apuntar también “al control sobre nuestras vidas y sobre nuestros territorios”.

Esta cuarta sesión del Foro Permanente sobre las y los Afrodescendientes no ha podido superar la narrativa de los discursos, los reclamos, las demandas y las proposiciones propias de la aquiescencia con la que en estos eventos se modera el furor movilizatorio en favor de la protocolaria institucionalidad que limita, restringe, e incluso opaca iniciativas de mayor calado y vigor como la que representan los ejercicios políticos adelantados por CARICOM, o las nuevas rutas en el replanteamiento del plan rector de la Unión Africana en su reciente asamblea.

Si es que se apunta a establecer un marco de acción global serio y realista en el que, por fin, resulte posible reparar el futuro para extinguir el gravoso pasado de opresión, inferiorización e indignidad que sigue pesando en contra de millones de personas en el mundo, ya está bien de tanto hablar. Recogiendo las palabras de la guyanesa Hilary Brown, en el multilateralismo planetario en el que la afrodescendencia se ha convertido en un discurso frecuente sin acciones contundentes, ya va siendo hora de pasar del mucho hablar al más actuar.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas