Plan de buen vivir o alternativas al desarrollo para el Pacífico
Por: Francia Márquez Mina
Históricamente, se nos ha planteado como pueblos negros racializados dos conceptos: desarrollo y erradicación de la pobreza; estos pensados desde el modelo de desarrollo hegemónico, los cuales significarían el avance hacia la civilización y el progreso para los pueblos negros, indígenas o campesinos empobrecidos. Sin embargo, estos dos conceptos han sido usados de una manera siniestra para imponer proyectos económicos extractivos, industriales e incluso economías ilícitas en el territorio región Pacífico, usando como estrategias de deshumanización y sometimiento el racismo estructural, las violencias sistemáticas, el destierro, el exterminio físico y cultural, el desplazamiento forzado, la explotación, la destrucción de la biodiversidad, el envenenamiento de los cuerpos y territorios y la no inversión social por parte del Estado colombiano, todo esto, por supuesto, acompañado de las confrontaciones armadas que dejan sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Dichas estrategias, a mi modo de ver, han sido usadas para imponer un modelo de desarrollo o más bien, una política de muerte que ha fomentado la “acumulación por desposesión” tal como lo sostiene Leith Mullings[2], para mantener el poder de las elites que favorece a la supremacía blanca.
Es necesario entonces preguntarnos lo siguiente ¿ha entrado el desarrollo o al Pacífico colombiano? Creo que siempre ha estado, incluso encarriló las locomotoras con el proceso de esclavización que padecieron nuestros antepasados; luego llenó los vagones con el trabajo obrero generado por los negros desterrados que no les quedo de otra, más que volverse esclavos modernos de la industria azucarera y palmera en el Pacífico. Donde el resultado de estas industrias es la producción de excedentes que echarían a andar las locomotoras del desarrollo y el progreso para el país, a cambio del hambre ocasionado en la gente producto del despojo de los territorios donde se habían establecido sistemas de producción agroalimentarios autónomos.
En el Pacífico, específicamente en Buenaventura, se cuenta con el puerto más grande de Colombia; sin embargo, solo se ve pasar la riqueza que entra y sale, mientras los habitantes de estos territorios viven con los niveles de necesidades básicas insatisfechas más altos del país. Sumado, a que por lo menos dos de las hidroeléctricas más grandes del país (Salvajina y Anchicaya), se encuentran allí, pero la energía generada es vendida a otros países por medio del sistema interconectado, mientras en estos mismos territorios sus habitantes todavía se alumbran con velas.
Para el gobierno Nacional, los proyectos de desarrollo minero son el principal renglón de la economía para el desarrollo del país, bajo este presupuesto la minería paso a ser un interés general para la Nación, y esos “potenciales mineros” o “bloques mineros” están ubicados mayoritariamente en el Pacífico, razón por la cual se han entregado un sinnúmero de contratos de explotación minera a grandes empresas multinacionales, sin consulta previa y en el marco del conflicto armado. Esto ha significado amenazas de despojo territorial y asesinatos permanentes de líderes y lideresas que, en el territorio, deciden alzar la voz a favor de sus familias, su comunidades y territorios.
El desarrollo es etnofagico, y continuará depredando a los pueblos negros en el Pacifico colombiano, bajo la lógica perversa del interés general planteado por el Estado colombiano para favorecer la acumulación de capital en favor de las elites criollas.
¿Cuál desarrollo? ¿Desarrollo para quién? ¿A consta de qué?
El desarrollo en el pacífico colombiano, continua su huella histórica de acumulación por desposesión de los pueblos negros. Lo que ha significado un etnocidio sobre los renacientes de la trata esclavista, que hoy siguen siendo deshumanizados en nombre del desarrollo.
¿Cómo llenar de contenido el título de este escrito?
La lógica del desarrollo hegemónico nos enseñó a sentir y a vivir de manera tímida y temerosa, no solo el miedo por los horrores de la guerra que nos impusieron, sino también el miedo que nos sembraron para no atrevernos siquiera a pensar en esos “otros mundos posibles”, en esas otras formas de vivir, donde la riqueza no está en la capacidad de acumular, sino en la capacidad de distribuir, en la capacidad de coexistir con el otro, con las otras y otros. Miedo embutido en nuestra mente, en nuestro corazón y nuestro espíritu al decirnos desde niños y niñas, “ustedes no pueden”, “no saben”, “no son capaces”, “ustedes son tan pobres como los territorios margínanos que habitan”. Pese a la pobreza de estos territorios, sus habitantes podían comer sin dinero.
Con esa timidez me atrevo a plantear lo siguiente:
En primer lugar, debemos encontrar las formas de demostrar a nuestros pueblos que, si sabemos, si podemos y si somos capaces de orientar el rumbo de nuestras vidas como pueblo que cohabitamos la región del Pacífico, si es posible pensar alternativas al desarrollo que nos permitan seguir siendo pueblos ancestrales, que nos permitan cuidar la vida, cuidar la casa grande. Si podemos tener autonomía para definir nuestra propia opción de futuro, cuidar nuestro territorio como espacio para el ser.
En segundo lugar, considero que se debe avanzar en plantear alternativas al desarrollo que nos permitan generar condiciones de buen vivir en el Pacífico colombiano, lo cual implica deconstruir el concepto de pobreza y desarrollo que esta instaurado en nuestras mentes y que toda la vida nos hicieron creer. La repetida expresión “ustedes son pobres y necesitamos llevarles el desarrollo”, es desde mi punto de vista los conceptos que puestos en acción han generado el “vaciamiento del territorio” tal como lo plantea la Doctora Aurora Vergara Figueroa. Ello implica, por supuesto, pensar en autonomía política, en el poder de los pueblos, en el poder negro.
Es necesario entonces, adelantar programas desde los pueblos y comunidades que cohabitan el Pacífico a partir de las potencialidades ambientales, culturales, espirituales y sociales para el fomento de una economía sustentable puesta al servicio y cuidado de la vida humana, el territorio y su biodiversidad. Esto implicaría pensarse estrategias tales como el fortalecimiento de los sistemas de educación propia para la conservación del territorio como espacio de vida, desarrollar programas de salud usando la ciencia, así como el conocimiento ancestral, fomentar programas agropecuarios para garantizar la soberanía alimentaria desde la recuperación de los sistemas agroalimentarios autónomos y la producción de energías limpias como una alternativa de generación de ingresos a partir de la conservación y cuidado de la naturaleza.
Quisiera atreverme a plantear programas de turismo ecológico, sin embargo, sobre ello tengo temores, porque he visto como el turismo también se ha convertido en muchos lugares como forma de enriquecimiento de unos a costa del disfrute y dolor de lo que han padecido otros, o en otro sentido un turismo donde se le hace agradable la vida a unos, a costa de la explotación de otros.
Frente al poder económico siempre me he preguntado ¿porque en los pueblos negros, los comerciantes son blancos mestizos? El fortalecimiento de las economías propias será un potencial para mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos.
Tal vez podría plantear muchas otras alternativas al desarrollo, sin embargo, por el momento al desatar un poco el miedo, me permitió pensar en estas.
[1] Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia 2015
Premio Goldman de Medio Ambiente Región América Latina y Centro América 2018 Presidenta Consejo Nacional de Paz Reconciliación y Convivencia
[1] La antropóloga Afroamericana Leith Mullings es la actual presidenta de la American Anthropological Association y profesora distinguida de Antropología en la City University of New York.