Mi querido Presidente Petro, estamos tiempo
6 de junio de 2024
Mi querido Presidente Petro: ha llegado la hora de hacer que el peso de la realidad histórica estribe sobre la hondura de las ejecutorias y la trascendencia de las tareas emprendidas para ser fiel al propósito transformador y progresista con el que le llevamos a la Presidencia de la República, con Francia Márquez Mina como su fórmula gobernante.
Ninguno de sus votantes y seguidores duda de las enormes dificultades que han debido enfrentar usted y nuestra Vicepresidenta, desde el mismo momento en que el país se manifestó con alborozo y grito encendido por una victoria rabiosa, contundente, popular y abrasadora; cargada de optimismo por el futuro.
Ninguno de sus opositores, lo sabemos igualmente, ha cejado en la intensidad de su esfuerzo por encender la hoguera que produzca su fracaso, su destitución, su defenestración, su caída o su muerte; imaginando que con ello se aseguran el afianzamiento de las condiciones que perpetúen el maridaje entre corporativismo y administración del erario y de la burocracia estatal para su servicio y conveniencia.
Ninguno de sus críticos, muchas y muchos de ellos con el aval de gremios, financistas, latifundistas y empresarios nacionales y foráneos, ha cejado en la virulencia con la que se ocupan de cada yerro, cada desliz, cada palabra elusiva, cada situación ambigua, y cada acontecimiento que pueda resultar mediático y escandaloso; así sea torciendo el titular, incorporando falsedades, insinuando infamias, difundiendo infundios, o aprovechando los desafueros de miembros de su familia, los papayazos producto del fuego amigo, la intrusión de fichas opositoras y venales que aun hacen parte del gobierno, y los abiertos equívocos en la conducción de las políticas y el bajo desempeño en entidades oficiales.
Pero esta, a dos años de finalizar su mandato, ya no es hora de posturas ni propuestas cargadas de distracciones. Tampoco es la hora de acrecentar rencillas y veleidades mediáticas. Es hora de las ejecutorias, de la acción decidida, de la gestión constante e imparable, animada por la prosecución de lo prometido para hacer de Colombia una Potencia Mundial de la Vida.
A diferencia de otras épocas, la historia ya no da espera para emitir su juicio, mi querido Presidente Petro. Es ahora, antes que nunca, que debe empeñarse intensamente en afirmar la senda de los beneficios acumulados para el conjunto de la población que ha esperado por largo tiempo que el Estado toque la mano de quienes sufren, el hombro de quienes lloran, los ojos de quienes crecen, la piel de quienes esperan, y el corazón de quienes poco tienen y mucho anhelan.
Más allá de las malquerencias que ello genere en los partidos tradicionales y fuerzas contrarias, no da espera afinar el aparato burocrático sin concesiones inconsecuentes, como las que han significado escándalos protuberantes en el manejo de asuntos sensibles en el proyecto que usted encarna. Tampoco es posible descuidar la asignación de responsabilidades al frente de entidades estatales a figuras que, pese a su origen y procedencia alternativa, no generen confianza, ni resulten coherentes, ni aporten transparencia en la armonización de las tareas ejecutivas, evitando toda forma de perturbación y disidencia paralizante en el propio bando, que ponga en riesgo la transformación emprendida y la victoria progresista en los próximos certámenes electorales.
Más allá de los cálculos preparatorios para la victoria en el último domingo de mayo, mi querido Presidente Petro, queda claro que la potencialidad de éxito en tal certamen pasa por el llamado de unidad que usted ha lanzado a las alternativas progresistas. Pero esa juntanza no podrá ahondar la gesta que naciones como México hoy celebran, si quienes le votamos en el 2022 perdemos el entusiasmo sufragista, descontentos con la precariedad de lo alcanzado.
Más allá de lo conseguido hasta ahora, la victoria histórica en las pasadas elecciones presidenciales no constituye un cheque en blanco para usted y sus funcionarios, como bien lo entiende cuando llama a que “cuidemos el 2026. Por ello no puede desgastarse la pasión electoral que llevó a las urnas, simplemente buscando enfrentamientos en la ocupación de la calle o alimentando el furor constituyente en un momento en el que podría resultar contraproducente tal llamado, ante la desproporcionada y oscilante correlación de fuerzas en el país, seriamente afectada por actores armados multicriminales incidentes en el sostenimiento de las violencias territoriales.
Estamos a tiempo de corregir todo lo que resulte posible ordenar y resignificar para acrecentar las realizaciones y transformaciones en su mandato. Estamos a tiempo de aprender de los equívocos que trastocaron las coaliciones para asegurar las reformas decididas como necesarias por sus electores. Estamos a tiempo de apuntalar nuevas alianzas que desestimulen y acaben con la paquidermia y el bloqueo a las iniciativas legislativas perpetrada por una vetusta oposición sin argumentos.
Estamos a tiempo para consolidar candidaturas sólidas que resulten interesantes como alternativas que prosigan la senda de la metamorfosis institucional emprendida y se comprometan con sostener el impulso transformador requerido. Estamos a tiempo para desmontar el cacareo de que “construir sobre lo construido” es dejar las cosas como estaban, sin que llegue el cambio. Estamos a tiempo de mejorar las estrategias comunicativas y la veracidad noticiosa que necesita la gente para informarse de mejor manera.
Estamos a tiempo para concentrar la acción estatal en las prioridades sensibles en el Plan Nacional de Desarrollo. Estamos a tiempo para asegurar la paz con algunos grupos de significativa trascendencia, así todavía no llegue la paz total. Estamos a tiempo para apuntalar las iniciativas ferroviarias y de movilización más osadas en la historia del país. Estamos a tiempo para afianzar las más sentidas reformas contra las que tanto ha batallado la oposición, inútilmente.
Estamos a tiempo, mi querido Presidente Petro.