Las narrativas de la resistencia africana y afrodescendiente ¿un salto al olvido de las esclavizaciones, tratas, las neo-esclavizaciones y neocolonizaciones?

Por Última actualización: 19/11/2024

07 de agosto de 2021

 

 

Por: Yeison Arcadio Meneses Copete[i]

 

 

Indudablemente, no podemos entender la esclavización, la opresión, la dominación, la colonización, las tratas y/o la subordinación sin sus correlatos la resistencia, la liberación, la emancipación, la descolonización y/o la desalienación. Sin embargo, hay una preocupación, que compartimos en conversaciones con personas afrocolombianas y centroafricanas, mi director de tesis, como Nitonel González Castro, María Isabel Mena García en África en la Escuela, Ángela Yesenia Olaya Requene, Victorien Lavou Zoungbo, entre otros, respecto a la investigación, la profundización, la denuncia, la extirpación, la visibilización de las memorias de la esclavización, la trata y las colonizaciones en las Áfricas, las Américas y los Caribes. De alguna manera, pareciera que, amen de la necesidad de profundizar en los precarios y marginales aún trabajos en este campo en Colombia, quisiésemos saltar rápidamente todos los entramados de la Vorágine de la Esclavitud para instaurar un relato fundamental, desde adentro, pero con profundos riesgos socio-históricos y políticos, la potencia, las suficiencias íntimas, el poderazgo, por fuera de la casa del amo y la resiliencia interseccional, elaboraciones de personas afrocolombianas: Santiago Arboleda, Aurora Vergara Figueróa, Ángela Mena Lozano, Arleison Arcos Rivas y quien escribe esta nota.

En principio, se entiende que este horizonte epistémico intente desnudar, desafiar, confrontar, desvirtuar incluso y superar lo que yo llamo “la historia congelada” sobre las Africanías, el metarrelato eurocentrista; sin embargo, la autocrítica que me hago y comparto tiene que ver con una aceleración en el relato de la resistencia que, si bien confronta el imaginario de los “vencidos”, parece nublar los sistémicos, la duración y las implicaciones actuales de la MAAFA, el Crimen contra la Humanidad que implica la institución de la Esclavitud. Igualmente, el ocultamiento y/o tergiversación de estas memorias conlleva a una violación frente a lo que debería ser un Derecho Humano Afrodescendiente y para no afrodescendientes, el derecho a la integralidad de la memoria de la Institución de la Esclavitud, a una deficiente comprensión de la tragedia, sus impactos en la vida actual del planeta, la poca sensibilidad frente a esta memoria que nos impacta a todos y la continuidad el fenómeno por su capacidad ingenieril. Tendríamos que preguntarnos si estas orillas del saber son motivadas por el proceso psicológico de la negación de la experiencia horrorosa vivida. También, conviene seguir escudriñando en los archivos históricos evidencias de estos procesos de resistencia, potencia, resiliencia interseccional y/o suficiencias íntimas o ¿estaremos cayendo en los métodos universalistas occidentales cuando animamos la idea del “éxito afrodescendiente” a partir de experiencias concretas que no pueden dar cuenta de las mayorías en el pasado o en la actualidad? ¿cuáles son las implicaciones socioculturales y políticas del discurso de la “resistencia” en pueblos de la diáspora africana sin una profunda extirpación de la esclavitud, la colonización, el racismo sistemático, etc.?

Además, esta conversación se profundiza en un encuentro virtual que tuvimos algunos exmiembros de la Asociación de Estudiantes Afrocolombianos de la Universidad de Caldas, Palenque Vivo, después de que se compartieran algunas imágenes de masacres y asesinatos que incomodaron a algunos miembros. Afortunadamente, parte de la disciplina del Palenque y la amistad construida, nos llevó a un diálogo sobre las memorias del conflicto. Aquí surgió otro elemento que puede sumarse al relato de la “resistencia”, la idea de la “salud mental”. Sin negar la importancia de este componente en nuestra vida, un poco descuidado, colegíamos que este no podría impedirnos ver con nuestros propios ojos la crueldad de lo que ha implicado el conflicto armado colombiano. Tal vez una constatación del dicho popular, “ojos que no ven, corazón que no siente”, se encuentre en la falta de sensibilidad del país respecto a los miles y millones de asesinados y des/ombligados. Dejar de ver “por salud mental” puede llevarnos a la indiferencia que se opuso a los acuerdos de paz. Muchos no vieron y sus corazones evitaron quizá un sufrimiento o una pesadilla, pero no les permitió sentir el hacinamiento, el estar sin techo, el tener que dejarlo todo, el ser testigo del asesinato de la propia madre, la impotencia de ver a madre y hermanas ser violadas, el ver jugar balón con la cabeza del vecino o pariente, el tener que entrenarse en la escuela para cuando haya combate, el silenciarse porque las paredes tienen oídos, el convivir con el victimario, etc.  

Es necesario plantear que no se trata aquí de introducirnos en las aguas de la victimización, revictimización o de lo que la gente llama “hacerse la víctima” que, a mi modo de ver, también tiene toda la validez en tanto las evidencias del genocidio, la acumulación, el empobrecimiento y el racismo son pavorosas; asimismo, no se han desarrollados procesos de memoria profundas en la mayor parte de las sociedades modernas; tampoco se han reparado material y simbólicamente a las víctimas; además, las experiencias de vida actualmente dan cuenta del racismo en las sociedades modernas; entonces, ¿no debería ser simple aceptar que nos asumiéramos víctimas de la Institución de la Esclavitud? ¿No sería un acto de justicia en nuestras sociedades asumir que africanos y afrodescendientes fueron víctimas de un sistema vergonzoso planetario que significó el “desarrollo y vida para unos” y “empobrecimiento y muerte para otros”? Los discursos sobre “la superación de las ideas victimizantes” dan cuenta del cómo hemos tratado nuestra memoria histórica esclavista. Por ello resulta más fácil pensar que el empobrecimiento de sociedades africanas, americanas y caribeñas tiene que ver, aunque no se diga, con “las formas de ser de las personas o su naturaleza”. En otros escenarios se manifiesta “a ellos les gusta vivir así”. Por tanto, para que las sociedades puedan tramitar las dimensiones del genoetnocidio africano resulta necesario reconocerlo en su crudeza. La negación, la intelectualización y la representación son respuestas psicológicas ante las experiencias traumáticas, pero para sanar la persona o colectivo debe re-ver su experiencia sin tantos adornos. Comprender exactamente qué le sucedió. Aunque ya se escuchan voces que nombran la resiliencia africana y afrodescendiente, será necesario seguir indagando mucho más para encontrar el sentido real de lo que esta implica. Lo que develan indicadores y cifras del Estado colombiano e instituciones internacionales respecto a las experiencias de vida de africanos, africanas y afrodescendientes es que aún “no podemos respirar” en el planeta, así lo intentemos. Entonces, parece que “la salud mental” o “los discursos de resistencias”, salvo pocos ejemplos, no han podido detener el empobrecimiento multidimensional y sistémico planetario de la población africana y afrodescendiente después de los procesos de colonizaciones, tratas, esclavitudes y racismos. Estas máquinas y estructuras de muerte. Tampoco, para el caso colombiano, las resistencias han logrado detener los asesinatos, masacres y des/ombligamientos de las comunidades afrocolombianas. ¿Estamos caminando hacia el vacío, a lo afroestadounidense y su orgullo de “nación” “desarrollada”?

Finalmente, es innegable que faltan aún muchísimas preguntas por responder respecto a la crueldad y la sistematicidad de la Institución de la Esclavitud, y en este contexto, profundizar coherentemente las orillas de las resistencias. Tal vez sea necesario avanzar en procesos como: demandar al Estado colombiano declarar la Institución de la Esclavitud como Crimen de Lesa Humanidad, países como Francia avanzó en este propósito y países como Alemania, Holanda, inician a debatir fuertemente sobre su participación en esta Vorágine y sus impactos actuales. Del mismo modo, este reconocimiento debe llevarnos a un punto concreto que implica las afrorreparaciones en la perspectiva de Doudou Diène: una reparación moral, la declaración de la institución de la esclavitud y las tratas contra africanas-os y abyayalenses como crímenes de lesa humanidad; la reparación histórica, conlleva a documentar esta memoria y a construir escenarios de memoria en los países; reparación educativa, la enseñanza de la historia africana, de la esclavización y todas sus epistemologías; la reparación económica (no financiera), pensar en los impactos durante siglos y su presencia actual, “el retraso económico africano no es una invención del cosmos, hay una historia: es aquella de la esclavitud”. Creo que estamos en mora de seguir los debates para las construcciones de los Centros de Memorias Históricas de la Institución de la Esclavitud, Centros de Investigación, entre otros. ¿Tendrían estas tendencias de negación, olvido, rechazo o desviación que ver y/o alimentan la inexistencia de un Centro de Memoria del Conflicto Armado Afrodescendiente?

[i] Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Miembro Fundador de la Asociación Colombiana de Investigadoras-es Afros, ACIAFRO.

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