La victoria de los vencidos

Por Última actualización: 27/12/2024

La victoria de los vencidos

27 de diciembre de 2024

Por: Arleison Arcos Rivas

Dicen que la historia la escriben los vencedores. Sin embargo, es posible que a quienes se reconozca por tales no lo sean, abriendo la posibilidad de una reescritura de la historia contada por los vencidos, quienes tampoco son lo que nos han contado de ellos.

Uno de los más vivos y heroicos episodios de victoria, hace constar para la historia la derrota de los grandes ejércitos del momento en manos de hijos e hijas de africanos que, alzados en armas en demanda de su definitiva libertad, se hicieron con el poder en Haití, doblegando a las fuerzas napoleónicas. En esa misma gesta, debe contarse que tanto ejércitos ingleses como españoles sucumbieron ante las decididas maniobras libertarias emprendidas por miles de quienes entendieron que la libertad no sólo es un derecho sino el fundamento de la lucha para quienes fueron sometidos a cautiverio perpetuo.

La historia de victoria que representa la nación haitiana de 1804, contrasta sin embargo con su estado actual, de postración, violencia y desorden político. Quien vive de titulares y falsas noticias, seguramente opinará que la isla estaba mejor como colonia, olvidando el peso de la frustración de su sueño libertario, producto de la rudeza e indolencia con la que Francia obligó a parir la nueva nación con el pago de sangre al extremo y metálico hasta saciar su voracidad.

Es cierto que en tiempos coloniales, Saint-Domingue era un territorio rico, próspero y generoso en tierras cultivables de gran productividad en caña de azúcar, algodón, y otros insumos naturales de alta rentabilidad en el intercambio comercial tricontinental con el que se instalaron los procesos de negrificación y esclavización controlados por las naciones europeas que despoblaron a América para disponer de tierras en qué plantar tales cultivos; al tiempo  que se despobló África para tener gente con quiénes cultivarlos; al decir del crítico Bernardin de Saint Pierre.

Sin embargo, luego de una confrontación violenta, desoladora y radical, la dulce caña se convirtió en la fuente de la amargura para quienes guerrearon hasta demoler el régimen de ignominia prolongada en masivas series generacionales. Una vez conquistada la libertad, en el fragor de las batallas, la revolución victoriosa tendió lazos de amistad y entendimiento con los antiguos clientes coloniales. Sin embargo, la pesadumbre selló el destino lastimero de la isla, pues uno tras otro, los países que otrora negociaban con Francia la melaza y la refinada de caña se negaron a hacerlo en condiciones de igualdad con la nueva república, exigiendo descuentos extraordinarios o pagando a muy bajo costo lo que otrora era pagado al mayor costo.

Sin vergüenza alguna, la Francia de la “Liberté, Égalité, Fraternité” emplazó 14 cañoneros frente a las ciudades liberadas, imponiendo un extraordinario pago por el reconocimiento de Haití como país soberano. 150 millones de francos, fue la suma exigida. Cualquiera imaginaría que los libertadores haitianos se habrían negado firmemente a tamaña afrenta. Sin embargo, más de una década de refriegas hasta hacerse al poder, y una década adicional intentando sobrellevar el ostracismo, la negación internacional, la desproporción y el desbalance comercial, presionaron en contra de esa decisión.

La derrota tras la victoria, obligó a la población haitiana a verse sometida a pagar por su independencia por más de 122 años, en lo que constituye uno de los antecedentes más desalmados del colonialismo y sus brutales y poco diplomáticos efectos. Tal como reconoció en su momento François Hollande, la deuda moral pagada por Haití por su libertad debe ser resarcida. En total, la nación caribeña pagó empréstitos e intereses con un desangre económico sin igual más de 21 mil millones dedolares que, actualizados hoy 250 mil millones de dólares, sin contar los rendimientos que tan astronómica cifra representaría para proveer bienestar a una nación que se sostiene airosa, pese a 221 de precariedad inducida.

El dolor, la vulnerabilidad y la violencia que hoy padece Haití son, entonces, el producto de una sanción económica inmoral y abyecta, que debe convocar a las naciones del mundo a una declaratoria de solidaridad irrestricta con Haití, condenando a Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y otros países que se beneficiaron de la usura con la que procedieron en tan lamentable circunstancia. La reparación histórica demandada en favor de Haití, tiene que convertirse en uno de las líneas rojas indiscutibles en el segundo decenio para los pueblos afrodescendientes, adoptado por Naciones Unidas, a partir de 2025.

Ayer en Haití, como hoy en otras latitudes, las democracias siguen exhibiendo su fragilidad para imponerse, moralmente victoriosas, dignificantes y capaces de convertir los déficits de fraternidad en mejoramiento económico, solidaridad entre los pueblos, y justicia en las relaciones de mercado. Contrariando no sólo su estatuto simbólico igualitario, sino también las promesas de desmonte de la pobreza, la precariedad y la deshumanización que se imponen como lastre del pasado y de las relaciones de producción capitalista, se elevan los bloqueos y el boicot a las iniciativas de futuro común alterno, degradando hasta la insolvencia las múltiples confrontaciones levantadas históricamente frente a ese sistema de explotación y dominio.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

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