La escuela no puede seguir siendo racista
15 de diciembre de 2022
Por: Arleison Arcos Rivas
Es un total contrasentido, una escuela privada o pública en la que sus integrantes sigan estando expuestos a la discriminación, sean víctimas de señalamiento, reciban ataques por su identidad étnica o padezcan las múltiples inclemencias de la diferenciación negativa que reproduce en las aulas el racismo, con todas sus manifestaciones. Si bien la escuela no lo inventó, el que niños, niñas, jóvenes, adolescentes y adultos evidencien las afectaciones del racismo en el aula da cuenta de que este flagelo ni ha desaparecido ni ha sido desnaturalizado. Muy por lo contrario, todavía encuentra espacio para reproducirse cómoda e impunemente en las aulas, igual que en diferentes entornos laborales, sociales e institucionales.
Más allá de casos específicos que logran alguna agitación al ser ventilados en medios y redes, las expresiones cotidianas del racismo socavan la empatía y ofuscan el pensamiento cuando, de la peor manera posible, se expresan en un escenario que, como la escuela, debería contribuir a transformar y extinguir tales prácticas, en lugar de promoverlas. Ello porque el fundamento constitucional de la escolarización apunta a formar a las y los colombianos “en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia”, siendo el Estado, la sociedad y la familia, responsables de concretar las diferentes apuestas que garanticen empatía, trato digno, solidaridad humana y acogida de la diferencia en los procesos educativos de los que la escuela es responsable.
Si las prácticas de racismo en el espacio escolar implican la afectación al desarrollo pleno de la personalidad, estableciendo límites de acceso, movilidad, trato y ponderación de la valía personal; los fines de la educación quedan vaciados de sentido, en la práctica; promoviendo que niñas, niños, jóvenes y adultos sean sometidos a violencias, situaciones degradantes y tratos crueles socialmente tolerados.
De hecho, con las manifestaciones de señalamiento, exotización, discriminación y racialización pierde sentido afirmar que la escuela sea responsable de “la formación en el respeto a la vida y a los demás derechos humanos, a la paz, a los principios democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad, así como en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad.” Mucho más cuando directivos o docentes promueven, estimulan o se comportan permisivos ante la ocurrencia de situaciones contrarias al respeto de la diversidad étnica y cultural de los individuos que la conforman.
Cuando diferentes actores educativos naturalizan e incluso invisibilizan las manifestaciones estereotipadas, racializadas, discriminatorias, persecutorias y xenófobas, que están asociadas a las diferentes prácticas de agresión, matoneo o bullying, no sólo promueve la desproporción en el disfrute de derechos, sino que vulneran la misión de la escuela como entorno seguro en una sociedad en la que la diferencia no debería representar ninguna desventaja ni menoscabo de la integridad y la dignidad.
Por fortuna, diferentes entidades vienen difundiendo e implementando materiales para que en los entornos escolarizados se aborde de manera crítica toda forma de odio, discriminación y racismo, contribuyendo así a la tramitación dialógica de los conflictos que genera la obcecación con la negativa de derechos que implica esa enfermedad social; lo que contribuye a elevar las oportunidades para que el racismo sea tratado y cuestionado en los ambientes educativos y se incrementen las acciones sociales en busca de su extinción como problema que alimenta dramas humanos insufribles.
No sólo para identificar cómo aparece el racismo en el escenario educativo, sino para reconocer su afectación en la realización de derechos humanos, contamos con materiales como la “guía de herramientas para el abordaje de casos de racismo en entornos escolares” desarrollada por ILEX- Acción Jurídica y la “guía para la no discriminación en el contexto escolar”, promovida por la OEI para la detección y tratamiento de diferentes tipos de vulneraciones odiosas en la escuela. En igual sentido, celebramos la reciente disponibilidad de “É Preciso Ser Anrracista”, disponible en portugués y concebido por el Sindicato de Profesores del Distrito Federal, Brasil, como un cuaderno de apoyo a las prácticas pedagógicas de enfrentamiento y combate del racismo en la escuela.
Semejantes aportes hacen libros, originalmente en pdf o disponibles por su liberación en redes sociales, como el “pequeño manual antirracista”, de la filósofa brasilera Djamila Riveiro, “Racismo y educación. De la invisibilidad a la evidencia”, Coordinado por Caridad Hernández para la Universidad Complutense y “Cómo ser antirracista”, de Ibram X. Kendi, contribuyen a que las y los maestros cuestionen las manifestaciones racistas o discriminatorias en sus propias prácticas, aportando a que la escuela fortalezca el diálogo igualitario, la creación de sentido y el respeto a las diferencias como soportes de propuestas educativas centradas en la promoción de la justicia reparadora de desigualdades y desproporciones que siguen jugando en contra de seres humanos concretos.
Estos materiales, y otros igualmente disponibles en micrositios educativos, sirven para subvertir las dinámicas de diálogo y comunicación creativa en el aula en torno a la diferencia étnica, la significación de lo humano, el mejoramiento del trato entre las personas, la aceptación y respeto a la diferencia, la contradicción argumentada y el mejoramiento de las atmósferas colegiales para que favorezcan el desarrollo humano integral; justamente porque la escuela, simple y llanamente, no puede seguir siendo racista.
La escuela es un proyecto cultural puesto al servicio de la humanidad. De ahí que, frente a toda dominación y constricción vejaminosa, su respuesta tiene que fortalecer la reflexión y la acción transformadora de injusticias, desproporciones y desigualdades; de manera que eleve las oportunidades para vivir y convivir en el pleno desarrollo y disfrute de la propia valía.