La cosa está mala en la casa

Por Última actualización: 20/03/2025

La cosa está mala en la casa; de muchas maneras. La desilusión y la dispersión de fuerzas podría conquistar el escenario electoral, generando un entorno desfavorable para el futuro de unidad de las alternativas políticas.

Es indiscutible que el fenómeno Gustavo Petro ha copado el escenario político nacional, convirtiéndole en una figura prominente, cuya voz, posturas y ejecutorias mueven el fiel de la opinión política en favor y en contra, evidenciando los amores de quienes le siguen, tanto como la urticaria que genera a quienes les incomoda, al punto de que algunos persisten en su intento de matarlo.

También resulta evidente que el presidente bloquea a la gente a su alrededor, imponiendo un estilo de gobierno personalista y pendenciero, en el que aún sus fieles alfiles están en riesgo de recibir recriminaciones y hasta rechazos públicos.

Más allá del carisma o la desafección personal, lo que se pone en riesgo es la posibilidad real de que una buena administración jalone procesos históricos que hagan posible el cambio prometido, tanto por la debilidad de las figuras ministeriales que, a estas horas, no han domeñado el enjambre burocrático que en alta proporción responde, más que al gobierno, a intereses y prebendas de las y los jefes políticos de todos los órdenes que les designaron, como por la desincorporación de figuras prestantes como Francia Márquez.

Las declaraciones de muchos liderazgos locales respecto a la desazón que les generan altos funcionarios y mandos medios que ni siquiera les contactan en sus propios territorios, evidencia que se ha descuidado igualmente el bloqueo a la dinámica clientelar con la que tradicionalmente ha sido controlado cada puesto, cada contrato y cada peso del presupuesto que se va derramando desde el nivel central hasta los últimos beneficiarios locales.

Peor aún, se evidencia cierto hastío y desgano para activar los circuitos electorales que controlan y que, tres años atrás, fueron vitales para incorporar mayores públicos y agitadores en la conquista gubernamental de 2022. Esos mismos liderazgos afirman que en lo que va corrido del actual gobierno no se han sentido acogidos y que incluso una llamada que podría alentarles, les ha faltado en momentos de persecución o pesadumbre, dejando claro que al gobierno no se llega para aprender sino para leer el contexto y activarlo en función de los propósitos confiados en el voto.

La movilización de electores posibles, para las fuerzas alternativas que no firman compromisos bajo la mesa, ha sido débil al no robustecer una agenda mediática propia de alto impacto; afectada por la magnificación de las denuncias de corrupción, que han sido tan visibles y publicitadas por el periodismo venal como si fueran las más descaradas y dramáticas de la historia. Aunque el sistema de medios públicos ha estado mucho más activo y ha sido importante para acercar el gobierno a la gente, palidece frente al impacto persistente y demoledor de los medios corporativos.

A dos años y medio, perder el contacto y correr el riesgo de que las y los lideres locales se sientan solos, no solo es lamentable sino funesto para las pretensiones de victoria de las fuerzas alternativas. Por ello, el establecimiento juega a alimentar divisiones, bloqueando y desgastando la animosidad y pasión con la que muchos y muchas que otrora eran fieles a las casas partidistas y microempresas sufragistas, acompañaron las promesas de cambio.

Puestos ante el nuevo escenario electoral, nada será fácil para las alternativas si no se apuntalan en este último tiempo, las ejecutorias gubernamentales que hagan visible la monumental transformación que ha vivido el país en muchos ámbitos; pese a los dramáticos yerros y traspiés que alimentan la voracidad desinformadora de los medios corporativos.

Urge que las estrategias de diálogo, consulta y concertación alimenten la confianza en los enclaves territoriales determinantes para mover bloques electorales significativos. Sin romanticismos diletantes, el mensaje electoral se acompaña de acciones y ejecutorias manifiestas pues, si la gente no tiene claro por qué vincularse a una campaña, no se logra que pueda transmitir su pasión en quienes logra influir. Esto sin contar, además, la danza de los millones y los maletines con efectivo que moverán las familias clientelares, huérfanas y secas en este tiempo del gobierno del cambio, pagando hasta el último voto que eleve sus oportunidades de victoria.

Urge que el conjunto de funcionarios directamente involucrados con la acción territorial se concentre en acercarse a las comunidades y vehiculice los programas y proyectos que impactan directamente su bienestar. La política ejecutiva no puede ser venal ni corrompida, estamos de acuerdo; pero se la hace justamente para que la gente sienta los beneficios de participar y activarse llevando al gobierno a las fuerzas que contribuyan a acumular satisfacciones, que son las que finalmente alimentan las mediciones e indicadores públicos.

Urge que casa a casa, calle a calle, en cada barrio, comuna, pueblo y ciudad crezcan las figuras y personas que estratégicamente animarán con sus nombres y trayectorias la lid eleccionaria. La gente no vota por desconocidos, a menos que le paguen. Medir la fuerza electoral para 2026 con las tablas y registros del 2022 es insensato. También lo es que suponer que está asegurado el apoyo popular y masivo visto en la calle ante la eventual caída de las reformas por el descarado bloqueo legislativo que ni siquiera discute los proyectos gubernamentales; pues ahí se mueven fuerzas no necesariamente favorables a las izquierdas, a los progresismos y a las disidencias de los partidos tradicionales.

Urge que las fuerzas alternativas coincidan en propósito comunes, con hambre de victoria tanto que con ganas programáticas. Las coaliciones que se intentaron, incluso con jefaturas de movimientos y partidos tradicionales no funcionaron; en buena medida por el intenso lobby de sectores afiliados a gremios como Fenalco y la ANDI, que han persistido en golpear mediáticamente a un gobierno cuyas acciones evidencian marcada estabilidad económica e incluso crecimiento en diferentes sectores.

Urge elevar la sensación de que el gobierno está funcionando, especialmente en aquellos aspectos en los que decididamente los indicadores no retroceden, pues ayuda a contener el peso desfavorable de lo que no ha sido posible, no funciona y no va a ocurrir en los meses que le quedan al gobierno. Pero, por lo visto, el desperfecto casa adentro hace que no se lo vea dinámico ni cohesionado como se esperaba.

Por eso la cosa está mala en la casa.

La cosa está mala en la casa; de muchas maneras. La desilusión y la dispersión de fuerzas podría conquistar el escenario electoral, generando un entorno desfavorable para el futuro de unidad de las alternativas políticas.

Es indiscutible que el fenómeno Gustavo Petro ha copado el escenario político nacional, convirtiéndole en una figura prominente, cuya voz, posturas y ejecutorias mueven el fiel de la opinión política en favor y en contra, evidenciando los amores de quienes le siguen, tanto como la urticaria que genera a quienes les incomoda, al punto de que algunos persisten en su intento de matarlo.

También resulta evidente que el presidente bloquea a la gente a su alrededor, imponiendo un estilo de gobierno personalista y pendenciero, en el que hasta sus fieles alfiles están en riesgo de recibir recriminaciones y hasta rechazos públicos.

Más allá del carisma o la desafección personal, lo que se pone en riesgo es la posibilidad real de que una buena administración jalone procesos históricos que hagan posible el cambio prometido, tanto por la debilidad de las figuras ministeriales que, a estas horas, no han domeñado el enjambre burocrático que en alta proporción responde, más que al gobierno, a intereses y prebendas de las y los jefes políticos de todos los órdenes que les designaron.

Las declaraciones de muchos liderazgos locales respecto a la desazón que les generan altos funcionarios y mandos medios que ni siquiera les contactan en sus propios territorios, evidencia que se ha descuidado igualmente el bloqueo a la dinámica clientelar con la que tradicionalmente ha sido controlado cada puesto, cada contrato y cada peso del presupuesto que se va derramando desde el nivel central hasta los últimos beneficiarios locales.

Peor aún, se evidencia cierto hastío y desgano para activar los circuitos electorales que controlan y que, tres años atrás, fueron vitales para incorporar mayores públicos y agitadores en la conquista gubernamental de 2022. Esos mismos liderazgos afirman que en lo que va corrido del actual gobierno no se han sentido acogidos y que incluso una llamada que podría alentarles, les ha faltado en momentos de persecución o pesadumbre, dejando claro que al gobierno no se llega para aprender sino para leer el contexto y activarlo en función de los propósitos confiados en el voto.

La movilización de electores posibles, para las fuerzas alternativas que no firman compromisos bajo la mesa, por lo que las denuncias de corrupción han sido tan visibles y publicitadas por el periodismo venal como si fueran las más descaradas y dramáticas de la historia, ha sido débil al no robustecer una agenda mediática propia de alto impacto.

Aunque el sistema de medios públicos ha estado mucho más activo y ha sido importante para acercar el gobierno a la gente, palidece frente al impacto persistente y demoledor de los medios corporativos.
A dos años y medio, perder el contacto y correr el riesgo de que las y los lideres locales se sientan solos, no solo es lamentable sino funesto para las pretensiones de victoria de las fuerzas alternativas. Por ello, el establecimiento juega a alimentar divisiones, bloqueando y desgastando la animosidad y pasión con la que muchos y muchas que otrora eran fieles a las casas partidistas y microempresas sufragistas acompañaron las promesas de cambio.

Puestos ante el nuevo escenario electoral, nada será fácil para las alternativas si no se apuntalan en este último tiempo, las ejecutorias gubernamentales que hagan visible la monumental transformación que ha vivido el país en muchos ámbitos; pese a los dramáticos yerros y traspiés que alimentan la voracidad desinformadora de los medios corporativos.

Urge que las estrategias de diálogo, consulta y concertación alimenten la confianza en los enclaves territoriales determinantes para mover bloques electorales significativos. Sin romanticismos diletantes, el mensaje electoral se acompaña de acciones y ejecutorias manifiestas pues, si la gente no tiene claro por qué vincularse a una campaña, no se logra que pueda transmitir su pasión en quienes logra influir. Esto sin contar, además, la danza de los millones y los maletines con efectivo que moverán las familias clientelares, huérfanas y secas en este tiempo del gobierno del cambio, pagando hasta el último voto que eleve sus oportunidades de victoria.

Urge que el conjunto de funcionarios directamente involucrados con la acción territorial se concentre en acercarse a las comunidades y vehiculice los programas y proyectos que impactan directamente su bienestar. La política ejecutiva no puede ser venal ni corrompida, estamos de acuerdo; pero se la hace justamente para que la gente sienta los beneficios de participar y activarse llevando al gobierno a las fuerzas que contribuyan a acumular satisfacciones, que son las que finalmente alimentan las mediciones e indicadores públicos.

Urge que casa a casa, calle a calle, en cada barrio, comuna, pueblo y ciudad crezcan las figuras y personas que estratégicamente animarán con sus nombres y trayectorias la lid eleccionaria. La gente no vota por desconocidos, a menos que le paguen. Medir la fuerza electoral para 2026 con las tablas y registros del 2022 es insensato. También lo es que suponer que está asegurado el apoyo popular y masivo visto en la calle ante la eventual caída de las reformas por el descarado bloqueo legislativo que ni siquiera discute los proyectos gubernamentales; pues ahí se mueven fuerzas no necesariamente favorables a las izquierdas, a los progresismos y a las disidencias de los partidos tradicionales.

Urge que las fuerzas alternativas coincidan en propósito comunes, con hambre de victoria tanto que con ganas programáticas. Las coaliciones que se intentaron, incluso con jefaturas de movimientos y partidos tradicionales no funcionaron; en buena medida por el intenso lobby de sectores afiliados a gremios como Fenalco y la ANDI, que han persistido en golpear mediáticamente a un gobierno cuyas acciones evidencian marcada estabilidad económica e incluso crecimiento en diferentes sectores.

Urge elevar la sensación de que el gobierno está funcionando, especialmente en aquellos aspectos en los que decididamente los indicadores no retroceden, pues ayuda a contener el peso desfavorable de lo que no ha sido posible, no funciona y no va a ocurrir en los meses que le quedan al gobierno. Pero, por lo visto, el desperfecto casa adentro hace que no se lo vea dinámico ni cohesionado como se esperaba.

Por eso la cosa está mala en la casa.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas