La afrodescendencia, un día después…

Por Última actualización: 22/05/2025

Un día después el teléfono no resuena insistente, demandando charlas y conferencias aquí o allá; ni se acumulan las invitaciones a videoconferencias o talleres en una u otra comarca. Luego del 21 de mayo se desacoplan los llamados rituales y convocatorias a acciones antojadizas y folclóricas que edulcoran la afrodescendencia, convirtiéndola en un hito anecdótico y banal.

Recuperar el sentido de las conmemoraciones y celebraciones es vital para que no se pierda el vínculo que las efemérides tienen con las experiencias y las dinámicas movilizatorias sobre las cuales cabalgan las conquistas históricas, incluso contra La Historia y sus estrategias de marginación, silenciamiento y exclusión, sostenidas con prácticas institucionalizadas de socavamiento de la dignidad afrodescendiente.

Al reducir los actos públicos a la plétora exultante de vestidos multicolores, bailes a medio montar, comidas exotizadas, peinados desnaturalizados y afanosas actividades musicales, se trivializa la presencia identitaria y cultural afrodescendiente. Por ello, cuando la escuela y diferentes instituciones públicas promueven esencialismos ruralizados y torpes escenificaciones costumbristas, desfiguran tanto la representación patrimonial como la experiencia histórica, libertaria y movilizatoria de quienes, producto de múltiples confluencias étnicas y procedencias geográficas, se hicieron un pueblo descendiente de africanas y africanos en América.

El día de la afrodescendencia, jamás debería desvincularse del mes de la herencia africana, menos aún, del calendario anual de celebraciones y conmemoraciones propias de la solemnidad festiva regocijado en la ancestralidad nutricia.  De raíz africana, tal trasplante a América acopió cosmovisiones, tradiciones, costumbres, saberes, prácticas y acumulados identitarios con los que cobra sentido la pertenencia a un pueblo étnico fundado en la abundancia de su legado y herencia.

Celebrar la identidad y cultura, tanto como se conmemoran las gestas, causas y luchas, por supuesto que involucra vestidos, bailes, gastronomía y haceres convencionales. Pero también implica incorporar en diferentes tiempos y agendas, la revisita y actualización de las vivencias socioculturales, las técnicas de cuidado, los usos y prácticas botánicas, los conocimientos corporales y de limpieza orgánica, y las estrategias de crianza y protección de la infancia.

En igual sentido, el memorial debe incorporar la socialización en valores y principios, el reconocimiento de relaciones sociales, la comprensión de los vínculos familiares y comunitarios, los quehaceres asociativos y solidarios, las técnicas de cultivo y protección ambiental, las celebraciones y solemnidades en torno a la vida y la muerte, saberes, las estrategias de nutrición y salud. Todo un plan de vida, susceptible de apropiarse en piezas que preserven la valía identitaria y promuevan la recomprensión y significado del propio ser, en el intercambio transgeneracional de la invención étnica y del poderazgo.

La vida afrodescendiente en los territorios de enraizamiento originario está amenazada tras la evidencia de una crisis humanitaria sin parangón. Los confinamientos, constricciones, destierros e instalación ritual de la muerte son característicos del ecogenoetnocidio que actualiza viejos padecimientos e instala otros en las acciones perpetradas por actores desregulados y por el propio estado. Hoy, resulta urgente y necesario situar en días como estos el contenido de la tradición libertaria, renaciente y reexistente del pueblo descendiente de africanos y africanas, yendo mucho más allá del repentismo y del oportunismo en el agite celebrativo.

De igual manera, mucho más para las instituciones etnoeducativas y con proyectos interculturales, se hace perentorio encarar en sus reflexiones y acciones en el aula, la complejidad de la situación actual del pueblo afrocolombiano en campos y ciudades, las dinámicas de cuestionamiento a su autodeterminación, el acoso multicriminal y el desvertebramiento de sus procesos organizativos, toda vez que ponen en riesgo el presente tanto como el futuro que se espera construir.

Un día después, tiene que hacer parte de la lucha por la memoria la manifiesta desprotección de los actores sociales, políticos y culturales, fuertemente perfilados y señalados bajo el diseño exclusivista del poder en el país.

Un día después, debe hacerse conciencia sobre la precariedad de la vida cotidiana en los territorios, revelando los persistentes e incluso crecientes indicadores insatisfactorios y desfavorables en el cubrimiento de necesidades insatisfechas, producto del calamitoso diseño territorial en Colombia.

Un día después, es preciso revisitar las dantescas imágenes y videos que reiteran la presencia impune del racismo nuestro de cada día, indagando por la ineficacia de la legislación existente y la ineficiencia de los operadores judiciales para convertirla en instrumento de transformaciones sociales.

Un día después, requerimos volver la mirada a las cifras de desprotección a la infancia y afectación macabra del conflicto armado sobre las dinámicas y procesos juveniles, minando la participación, incidencia, articulación y dignificación de las y los jóvenes en los procesos territoriales.

Un día después, ha de cobrar fuerza la denuncia, persecución y exterminio de los tenaces niveles de debilidad institucional y corrupción rampante en los territorios, exacerbando el descuido y deterioro del bienestar, a consecuencia del diseño clientelar de la burocracia y de la administración rentista en el erario.

Un día después, queda por ver si instituciones como la escuela pública y las entidades territoriales han de ser idóneas para enarbolar, especialmente desde los Proyectos Educativos Comunitarios articulados al Plan de Desarrollo Local y Municipal, procesos de incidencia que fortalezcan la autonomía organizativa, la gobernanza territorial y la autodeterminación política y socioeconómica en los territorios ancestrales, como en las ciudades que hoy están convertidas en territorios de nueva ancestralidad.

Ojalá fuese posible, un día después en el próximo año, ya que en este no fue; convocar a las familias, a estudiantes, al magisterio, a directivas y a las autoridades locales, regionales y nacionales para repoblar las fechas emblemáticas, restituyendo el núcleo fuerte de la memoria, como expediente de resistencia y recurso habilitante de la reexistencia en los contextos retadores que problematizan la vida de las y los afrodescendientes.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas