Declarar la esclavitud como un crimen de lesa humanidad en Colombia
11 de septiembre de 2022
Por: Yeison Arcadio Meneses Copete
La economía moderna se construyó fundamentalmente a partir de la invasión, la colonización, el secuestro, la esclavización y la explotación de millones de seres humanos y sus culturas en África, América y los Caribes. La acumulación y la desposesión se abrazaron en esta era para fundar el capitalismo de hoy. En este sentido, la riqueza, de la cual se precian algunas naciones y familias, y las miserias, contra las que luchan otros pueblos, no son de origen divino o producto de la creatividad, disciplina e inteligencia de algunos grupos humanos. Al contrario, gran parte de las fortunas de algunas familias, sean de los antiguos imperios, hoy países imperialistas o estados colonizadores o el pecunio de numerosas familias, las nuevas “élites” criollo-colonialistas en los continentes y países colonizados, son producto del Crimen de Lesa Humanidad que significa la institución de la Esclavitud contra pueblos Abyayalenses, Caribeños y de las Africanías. De otro modo, las realidades sociales, económicas y políticas en las sociedades modernas, incluida Colombia, están estrechamente relacionadas por el pasado esclavista, colonial y explotador. Lamentablemente, estamos lejos de superar esta tradición. Por tanto, este pasado criminal persigue tanto la fortuna como la miseria. Pareciera que el ignominioso origen societal más reciente ha sido el germen de otras tragedias que lentamente sostienen abismos, que no brechas, entre unos grupos y otros o que generan vivir bien para algunos y dejan o hacen morir a otros.
En consecuencia, resulta fundamental que los Estados modernos reconozcan oficialmente la multidimensionalidad de estos crímenes y, así mismo, asuman compromisos reparativos, de memoria, de justicia y reconciliación con medidas de corto, mediano y largo plazo. Durante el proceso de la campaña y al convertirse en el nuevo gobierno, tanto el presidente, Gustavo Petro, como la vicepresidenta, Francia Márquez, han sido reiterativos en la visibilización de esta memoria histórica en la sociedad colombiana. Para ambos, las bases de las desigualdades y la violencia en Colombia se deben en gran medida a este lastre perpetrado por colonialistas europeos y continuado por los criollos. Entonces, convendría que el Estado colombiano hiciera una declaración formal: declarar la Institución de la Esclavitud como Crimen de Lesa Humanidad. Estoy plenamente convencido de que este hecho abriría una puerta hacia la construcción de ese nuevo imaginario de país que las mayorías de las ciudadanías colombianas y el nuevo gobierno se han propuesto. La nueva representación de la colombianidad pasa por un fuerte arraigo y respeto por la memoria.
De otro lado, los procesos de reparación comprenden acciones diversas y debates complejos: ¿cómo nombrar lo innombrable?, ¿cómo reparar lo irreparable? Estas preguntas muestran un camino para adentrarnos a este mar turbulento de hechos y reclamos, pero también a podernos de acuerdo respecto al nuevo camino que queremos recorrer como sociedades. Francia avanzó en este propósito, lo que no quiere decir que haya decididamente emprendido un camino de resarcimiento de este esperpento de la modernidad. Existen diversos centros de memoria de la esclavitud. Otros países, Alemania y Holanda, inician a debatir fuertemente sobre su participación en esta Vorágine y sus impactos actuales. Adicionalmente, algunos autores han trazado caminos posibles que pueden ser tenidos en cuenta para el caso colombiano. Doudou Diène[i] piensa que es necesaria una reparación moral, la cual consiste en la declaración de la institución de la esclavitud y las tratas contra africanas-os y abyayalenses como crímenes de lesa humanidad y la producción de un relato nacional de no repetición y reconciliación; la reparación histórica, esta conlleva a documentar esta memoria y a construir escenarios de memoria en los países; reparación educativa, implica la enseñanza de la historia africana, de la esclavización y todas sus epistemologías; la reparación económica (no financiera), comporta el pensar en los impactos de siglos de Esclavitud y su relación con la contemporaneidad y, simultáneamente, el establecimiento de programas, acciones y proyectos con metas e indicadores precisos frente al fortalecimiento de las vocaciones productivas y el desarrollo económico de estos pueblos y comunidades en aras de mejorar sus condiciones de vida. ¿Cómo cerrar los abismos de la desigualdad?, de nuevo, ¿cómo reparar lo irreparable?, ¿cómo nombrar lo innombrable? Colombia requiere de Centros de Memoria de la Esclavitud y Centros de Estudio e Investigación en las universidades. Estos centros, desde el rigor científico, pueden brindar los estudios y análisis que faciliten y aceleren los procesos de justicia histórica. Así mismo, estos tendrían que ser dotados de talento humano transdisciplinar y competente para desarrollar investigaciones que incorporen la complejidad de la presencia-historia africana en el país en todo el sistema educativo y el alto gobierno. Dicho de otro modo, finalmente, no sería un Centro de Memoria o Centro de Investigación periferizado o aislado, sino articulado a los diferentes escenarios y entidades ambientales, económicas, productivas, políticas, culturales, sociales y educativas del Estado. Es la Memoria y el futuro de la nación colombiana y del planeta.
[i] Intento adaptar las categorías propuestas por el autor al contexto colombiano y de acuerdo con mis análisis.