Hartos con los barrabrava

Por Última actualización: 19/12/2024

Hartos con los barrabrava

19 de diciembre de 2024

Por: Arleison Arcos Rivas

 

Estamos hartos con los barrabrava; en los estadios, pero, especialmente, en las eufemísticas redes sociales y canales informativos. En tales escenarios, su presencia resulta abusiva, ofensiva y fastidiosa, evidenciando la poquedad crítica en el tiempo presente, arrojándonos a una situación que desprecia y despotencia la vida, marcando con el signo del desespero la tarea formativa y comunicativa.

El espíritu de grupo, por el que la pertenencia y la identidad colectiva proveen de seguridad y fuerza a sujetos que apelan a la solidaridad, nacida en su singularidad, resulta traicionado por el peso de la uniformidad de la tribu, construida al calor de la efervescencia revanchista y altisonante, que se impone en el milenio huérfano, adocenado y cómodo; gobernando una sociedad que privilegia el espectáculo como instrumento de unificación entre personas aparentes, presentistas, manipulables, eternos consumidores de imágenes de sí mismos.

Contra la originalidad, crece la vulgaridad imitatoria y la exhibición ritual. La venta de lo ilusorio resulta rentable en el pueril escenario de lo absurdo, mercadeando la suplantación del pensamiento por la representación mimética y la acción irracional.

Los barrabrava pululan, sembrando el terror de la sinrazón por todas partes: Manifestantes en avalancha contra quien resuelva portar una pancarta que les contradiga. Opinadores en redes y plataformas a los que la más mínima refutación les enciende en improperios e insultos contra cualquiera al que se dirija su malquerencia. Seguidores de equipos a los que el uso de una camiseta que represente al adversario les convoca a herir y matar a quien la exhiba; e incluso congresistas con megáfono y a grito encendido atacando a sus contendores y celebrando la caída de propuestas de ley que se negaron a discutir siquiera. La ofuscación crece y se agiganta el odio incendiario, sin que la calma y el sopeso cundan.

Acrecentando los males del tiempo presente, la información, superpuesta sobre la comunicación, ha terminado por desestabilizar lo que otrora se defendía como un yo consciente de sí mismo, moldeando a los individuos en series preformateadas y predictibles; tanto que sus datos sometidos a algoritmos de uso corporativo, se desprivatizan y desparticularizan, se acopian por afinidades, se acumulan en diversas fuentes, se procesan y se venden, con total descaro, apocando los mundos de la vida en la voracidad de los negocios corporativos.

En el foro social, la espectacularidad y la reproductibilidad anuncian la victoria antidiscursiva; la negación del relato detallado. Combatirlas implica el desbaratamiento de las arrasadoras estructuras de falsificación organizada, masificada y mediatizada con la que avanza la producción del hombre unidimensional, la desposesión de la criticidad, y la erosión de la autonomía para juzgar lo aparente, someterlo al peso del entendimiento y movilizarse contra toda domesticación y manipulación.

Luchar contra el espectáculo y la homogeneización es, igualmente, enfrentarse al impulso de imitación tras la animosidad de los barrabrava. En tiempos en los que pareciera que la defendida racionalidad occidental ha colapsado, imponiendo hasta el absurdo la incomprensión, habría que obligarse en empujar hasta el despeñadero a todo vendedor de ilusiones, mistificado y amplificado por el impacto de las redes sociales, las plataformas virtuales y los medios corporativos; no porque realicen trabajos informativos, sino porque se empeñan hasta la obcecación en el desdibujamiento de lo que pueda llamarse real, orquestando un multitudinario desconcierto, en contra de la singularidad y la subjetividad sustantiva.

Contra los barrabrava, aquellos individuos residuales que reaccionan al ritmo repetitivo de la perturbación incendiaria y la agitación violenta, urge reinstalar la promesa de la fraternidad, que no se agota en llamados facilistas tras el slogan de que “los buenos somos más”, o banalidades semejantes. Pese a toda desesperanza, cabe la posibilidad de alzarse a la estatura de la humanidad, negándose a jugar el juego de la desprotección imaginativa, que lo corroe todo, por este tiempo de insoportable calentamiento desintegrador.

El enfrentamiento radical a los barrabrava, escenifica la lucha subversiva contra los espectros de la trivialidad, los fantasmas de la irrelevancia y los jinetes de la alienación y subrogación.

Una vez más, está convocada la maestra y el maestro en la escuela, a alimentar con sus prácticas disruptivas el nacimiento posible de una sociedad deshomogeneizada, alumbrando el camino que han de andar sujetos capaces de vivir una vida para sí mismos, protagónica, desmercantilizada, conscientes de su propio tiempo, comprometidos en hilvanar su propia existencia.

Contra la batahola de la multitud iconoclasta e incoherente, la tarea sigue siendo elevar las capacidades subjetivas y colectivas para desanclar la ignorancia y la poquedad. La irrenunciable labor de construir el común, por sobre toda práctica de dominio y abyección, resulta cada vez más urgente y necesaria en el contexto reproductivo de la inconsciente, y muy decadente, sociedad prefabricada que estimula el comportamiento abyecto de los barrabrava.

Frente al unanimismo, el tiempo posible requiere maestros que enseñen a nutrir confrontaciones, debatir argumentos, solventar inconformidades, sopesar ideas y cuestionar convencionalismos; sembrando sujetos para una sociedad que todavía no existe, decididamente enfrentada a la tiranía del igualitarismo que socava las preferencias y la multiplicidad de lo diverso. Una sociedad así, capaz de imaginarse al margen del malogrado espíritu de la tribu, podría alzarse triunfante contra el colosal embate de los barrabrava.

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Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas