20 de octubre de 2024
El genocidio palestino: entre el negocio de la industria militar y la geopolítica estadounidense en oriente próximo
Por: Melquiceded Blandón Mena
El genocidio que ejecuta el Estado de Israel sobre el pueblo palestino evidencia -una vez más – el agotamiento del orden internacional de posguerra y el desplome de la institucionalidad que en el concierto de las naciones unidas preservaba la paz, los derechos humanos y la integridad de los pueblos.
El conflicto entre Israel y Palestina ha sido, durante décadas, uno de los más prolongados y sangrientos del siglo XX y XXI. Sin embargo, lo que a menudo se enmarca como un «conflicto territorial» tiene matices mucho más profundos que simplemente la disputa por tierra. La actual situación, que algunos analistas internacionales y activistas por los derechos humanos catalogan como un genocidio en curso, está motivada por factores tanto económicos como políticos que han moldeado la postura de Israel hacia Palestina. El exterminio sistemático de la población palestina no solo se justifica bajo argumentos de seguridad, sino que responde a velados intereses estratégicos geopolíticos en la región.
Israel es un Estado dependiente y sostenido por el apoyo de la OTAN, con un territorio de aproximadamente 26.000 kilómetros cuadrados y una población oficial de 7.5 millones de judíos. En su pequeño territorio, los recursos naturales son escasos: no hay grandes yacimientos minerales, la tierra fértil es limitada y el agua dulce es escasa en medio de un genocidio contra los aproximadamente 8 millones de palestinos. Esta realidad económica pone en evidencia que, sin un apoyo externo masivo, Israel difícilmente podría sostener su economía.
Uno de los factores económicos clave en este conflicto es el control de los recursos naturales en Palestina, en particular el agua. La Franja de Gaza y Cisjordania, aunque empobrecidas, cuentan con importantes recursos hídricos que Israel ha controlado de manera progresiva. Israel consume aproximadamente el 85% del agua de los acuíferos compartidos con Palestina, dejando a la población palestina con recursos insuficientes para la agricultura y la vida cotidiana, lo que agrava la pobreza y la dependencia económica de los palestinos respecto a Israel.
Desde una perspectiva política, los asentamientos israelíes en territorio palestino constituyen otro eje central en la dinámica genocida. La expansión ilegal de asentamientos en Cisjordania ha sido respaldada explícitamente por políticas del Estado israelí que, bajo el argumento de seguridad y el supuesto «derecho histórico» del pueblo judío sobre esa tierra, han expulsado a miles de palestinos de sus hogares. Organizaciones como Human Rights Watch y B’Tselem han documentado estas expulsiones forzosas y la destrucción de propiedades palestinas, señalando que estas acciones configuran un crimen de apartheid (Human Rights Watch, 2021).
El trasfondo político del genocidio al pueblo palestino, es claro: Israel pretende anexionar la mayor parte de Cisjordania y la franja de gaza, expulsar a la población palestina hacia pequeños enclaves fragmentados, sin viabilidad económica ni política, la meta final no es otra que la eliminación progresiva del pueblo palestino, bien sea mediante la expulsión, la opresión sistemática, aniquilación y destrucción física, tal como se evidencia en las amplias operaciones militares de tierra arrasada y terrorismo de Estado que ejecuta abiertamente el ejército israelí con sus amos de la OTAN.
Así, la guerra contra el pueblo Palestino, es una amplia conspiración de los Estados aglutinados en la OTAN, quienes articulados y bajo la hegemonía de Estados Unidos administran el genocidio. Desde la década de 1960, Israel ha sido el principal receptor de ayuda militar estadounidense. Solo entre 2000 y 2020, Estados Unidos transfirió más de $38 mil millones en asistencia militar a Israel (Sharp, 2020), una cifra que no solo permite al Estado israelí mantener su superioridad militar sobre Palestina, sino que también genera un ciclo vicioso de violencia. Esta ayuda no es neutral, y debe entenderse en el contexto de los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región.
La fracción militar-industrial de la economía estadounidense juega un papel fundamental en este proceso. La ocupación y los bombardeos sobre Gaza no son únicamente actos de represión política; también son oportunidades para probar y vender armamento avanzado en escenarios de guerra real. Israel es uno de los mayores exportadores de armas del mundo, y la ocupación de Palestina sirve como un campo de pruebas para desarrollar y perfeccionar nuevas tecnologías de guerra. Esta economía de guerra no solo perpetúa la ocupación, sino que refuerza el argumento de que el conflicto es rentable para Israel y sus aliados.
La perspectiva geopolítica del genocidio, evidencia como el papel de Israel como aliado estratégico de EE. UU. ha cobrado aún más relevancia debido a los cambios recientes en la geopolítica de Oriente Próximo. La creciente relación entre Arabia Saudita y China, junto con la alianza cada vez más fuerte entre Rusia e Irán, ha reposicionado a Israel como un guardián fundamental de los intereses estadounidenses en la región. Israel actúa como un apéndice de los intereses estadounidenses en Oriente Próximo. La imagen de Israel como «la mayor potencia militar de la región» es, en gran medida, una construcción propagandística. En realidad, Israel cumple el papel de una avanzada militar que opera al servicio de EE. UU., algo comparable al papel de Taiwán frente a China durante la Guerra Fría. El apoyo de Estados Unidos a Israel no solo garantiza su supervivencia, sino que también refuerza su influencia en una región clave por sus reservas de petróleo y gas.
El genocidio contra Palestina no es el resultado de una mera «guerra de religión» o un simple conflicto territorial. Es una estrategia militar con motivaciones políticas y económicas que han potenciado la ocupación, el destierro y el genocidio sobre un pueblo.
¿Sepulta la OTAN los imperativos de la democracia que tanto pregona, exige y monitorea en aquellos países y regiones que se atreven a pensar por fuera o al margen de los intereses del bloque hegemónico? ¿a qué realidad nos avocamos?
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