17 de octubre de 2024
Por: Arleison Arcos Rivas
La diplomacia étnica se ha nutrido y beneficiado con el gobierno del cambio. Empezando por la asignación a Luis Gilberto Murillo como Canciller, luego de su destacada gestión en la embajada colombiana en Estados Unidos, hasta el más reciente e histórico nombramiento en la embajada de Japón, las responsabilidades de las y los embajadores afrodescendientes e indígenas reflejan la importancia de fortalecer tamaña representación, en un país racista que ha jugado a invisibilizar las diferencias étnicas en las dinámicas de poder.
Con frecuencia, Colombia ha jugado a posicionar a agentes del establecimiento, políticos de carrera y militares en retiro al frente de embajadas, consulados y representaciones diplomáticas, en buena medida pagando favores a sectores de elite, familias clientelares, loberías corporativas y facciones incidentes en asegurar las decisiones del ejecutivo. Muchos de esos nombramientos han ocurrió sin que las personas designadas cuenten con formación o credenciales de peso para justificar su designación, incluso algunas bajo el mandato de Gustavo Petro.
Sin embargo, en el presente gobierno debe reconocerse el impacto notorio y creciente que tiene la delegación de la representación nacional asignada a figuras académicas, intelectuales, activistas y de carrera, afrodescendientes.
En nuevas embajadas, en otras que han sido reabiertas, o con reajuste de sus negocios en algunas tradicionales, el cuerpo diplomático y legatario colombiano se ha robustecido con la incorporación de una cohorte de 15 connotados emisarios de la nación que, al mismo tiempo, visibilizan el contraste étnico característico del país, habitualmente bloqueada por la hipostesia de la diferencia, en favor de la hipostasia monocultural deudora de la hispanidad.
La confección de “una diplomacia más plural e inclusiva”, al decir del Canciller Murillo, que socave la pequeñez del parroquialismo, renueve la presencia, visibilidad y posicionamiento internacional del país, y jalone la política exterior sobre la base de la jerarquización de prioridades medioambientales, culturales y comerciales volcadas sobre mayores acciones de cooperación, integración y entendimiento con plataformas mundiales, estructuras y alianzas regionales, comunidades y países que incluso han sido habitualmente descontados o relegados de las relaciones y de los asuntos que comportan el interés nacional.
En ese contexto, la estrategia de visibilización étnica en el servicio exterior colombiano promueve una transformación histórica en la confrontación de los ocultamientos, fracturas y fronterizaciones racializadas operadas por los gobiernos precedentes. Tal como la describe el Canciller Murillo, una maniobra progresista como esta genera «un impacto muy importante porque son referentes para esos niños y niñas de la Colombia profunda [que] van a motivarse para también desarrollar sus carreras en el sector de la política».
Como se observa, las relaciones bilaterales y multilaterales del país en el concierto internacional cuentan ahora con un nutrido grupo de embajadores y cónsules de descendencia africana [e indígena, igualmente], que establece un nuevo modelo institucional de relacionamiento con los pueblos étnicos, favoreciendo su desocultamiento y notoriedad en diferentes naciones del mundo, generando incluso un destacable desentrabe de las relaciones diplomáticas con países africanos y del Caribe, con los cuales se promueve elevar la intensidad de la reconexión cultural y la profundización de las relaciones económicas, de cooperación y de asistencia multinivel.
No cabe duda de que la representación importa; mucho más cuando lo que se quiere enfrentar es la imagen monocromática con la que el país ha aminorado e invisibilizado la marcada diferencia cultural e identitaria a su interior, de fuerte connotación en su historia, en sus prácticas exotistas y en el arrumbamiento de los grupos étnicos, tradicionalmente dejados al margen de los asuntos nacionales de importancia y trascendencia, satisfaciendo integralmente los requisitos de dichos cargos.
Sumada a la incomparable significación de la elección vicepresidencial de Francia Márquez, y de otras ministras en el actual gobierno, la labor de Luis Gilberto Murillo como canciller establece una seña que supera los exiguos nombramientos aislados o únicos en cargos investidos de autoridad, ensanchando mucho más el camino para que emerjan nuevos liderazgos políticos que enarbolen el querer y las reivindicaciones postergadas del pueblo descendiente de africanas y africanos en Colombia.
Sin dudarlo, el reforzamiento de la figuración afrodescendiente al frente del servicio exterior constituye un recurso para el fortalecimiento del desarrollo local de las comunidades étnicas y su agenda transcontinental. Al mismo tiempo, abre surcos que favorecen la localización y cultivo de las oportunidades de entendimiento, negociación y entramado de los asuntos de la diferencia étnica con el ejercicio de representación de lo nacional en el exterior, aclimatando el socavamiento estructural de las múltiples manifestaciones de segregación y discriminación.
Tal como afirma el analista afrodescendiente Gustavo Adolfo Lugo Vallecilla, “la movilidad social de grupos que previamente han estado excluidos de los roles de liderazgo desempeña un papel fundamental en la lucha contra el racismo, la discriminación y los estereotipos raciales que obstaculizan la participación de la población afrodescendiente en distintos sectores de la sociedad”
Más allá de las personas asignadas y su prestigio, la diplomacia étnica afrodescendiente, especialmente en su competente estratégico África-Caribe, deberá avanzar igualmente en las políticas y ejecutorias internacionales que contribuyan a impulsar y canalizar programas de cooperación, iniciativas de acción, y acciones de incidencia con mayores despliegues, ejecutorias e impacto en el mejoramiento de los indicadores de bienestar para colectivos, comunidades y grupos pertenecientes a los pueblos étnicos, así como se han beneficiado en otrora diferentes sectores corporativos y poblacionales altamente representados en el entendimiento multilateral, contribuyendo a minar las barreras y dificultades para la implementación de sus propios planes de vida y desarrollo integral.
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