Narco Sociedad
10 de abril de 20224
Hace algunos días leí el artículo de investigación de la Abogada y Doctora en Relaciones Internacionales, Diana Patricia Arias Henao, titulado: “Construcción de narcoidentidades en Colombia y México”. Y aunque el texto es de hace una década, parece una clara radiografía de la actual descomposición que en todos los ámbitos de estas dos naciones está generando el tráfico de narcóticos.
Los dos países más afectados negativamente por el narcotráfico en Latinoamérica son Colombia y México. El primero, por ser el mayor productor de hoja de coca del mundo; y el segundo, con su enorme frontera terrestre de 3.326 kilómetros con Estados Unidos, además de su comunicación marítima por los océanos Atlántico y Pacífico con Norteamérica, se constituye en el centro de acopio de narcóticos con destino al país con más consumidores del planeta.
Ser importantes e irremplazables eslabones de la cadena del millonario negocio del narcotráfico ha convertido a estas naciones en “narco-dependientes”. No son solo lo carteles de la droga, como hace algunas décadas, los benefactores de las rentas del tráfico de drogas; es el Estado y la sociedad entera. Por eso, le asiste razón a la doctora Arias Henao cuando en su texto describe como en esas dos golpeadas naciones se han instituido “narco-economías”, “narco-culturas”, “narco-valores”, “narco-franquicias”, “narco-códigos”, “narco-identidades”, “narco-tendencias”, “narco-estéticas”; y, en suma, “narco-sociedades”. A la lista de la doctora Arias Henao habría que agregarle a las “narco-novelas”, cuyo cerebro y padre está hoy en la cabeza del Departamento de Prosperidad Social.
Por allá en el 2009, una declaración del fallecido Hugo Chávez en la que calificó a Colombia de “narco estado” estuvo a punto de romper las relaciones diplomáticas colombo-venezolanas. En fin, la hipocresía colombiana de no aceptar, que en ese entonces y ahora, la institucionalidad judicial, legislativa y ejecutiva, pasando por los órganos de control y los poderes regionales están carcomidos por el narcotráfico. Claro, que, si por acá llueve, en la Venezuela de hoy no escampa.
Como consecuencia de todo esto, nuestras sociedades son ahora grandes “lavanderías” de dinero. Los niveles, mecanismos y herramientas de lavado de activos se sofistican y crecen exponencialmente. El año pasado la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) tuvo 16.000 alertas por operaciones donde se configuraba este delito; de igual manera, se capturaron 1.200 personas por esta causa.
Es que buena parte de los miles de millones de dólares del narcotráfico en nuestras economías famélicas se mueven y legalizan a través de ciudadanos y empresas. Muchas de esas personas reconocidos socialmente, que es la condición para no generar indicios de enriquecimiento ilícito. Recientemente, humoristas, modelos y supuestos empresarios han sido judicializados por el origen non sancto de sus riquezas.
Lo cierto, es que, si el Gobierno Nacional, como lo está haciendo, quita el foco de persecución criminal de los cultivadores, raspachines y consumidores de barrios populares, y se concentra en los tenedores de los grandes capitales producto del narcotráfico, nos tendremos que acostumbrar a que algunos de los ídolos sociales empiecen a caer por la ilicitud de sus riquezas. Que, en muchos casos, no es como decía el humorista aludido “producto del trabajo duro”, sino del lavado de activos y el testaferrato.