Nombramientos antiprogresistas

Por Última actualización: 06/02/2025

29 de enero de 2025

Por: John Jairo Blandón Mena

El anhelo de transformación de las estructuras de injusticia imperantes en la sociedad colombiana fue lo que motivo la elección de Gustavo Petro como presidente. Su ejercicio como jefe del Estado envolvía desde el principio la enorme responsabilidad de transitar del accionar político discursivo al ejecutor y transformador de realidades. Sin duda; ese propósito requería una ruptura del mesianismo político que anulaba la posibilidad de una gobernanza que materializara las históricas construcciones de país propuestas desde los sectores más invisibilizados por el statu quo.

El riesgo con Gustavo Petro era que pesara más su idea personal que el proyecto colectivo levantado desde la Colombia popular y excluida. Desde el comienzo, la definición del presidente de apertura a sectores contrarios política e ideológicamente en la confección de su equipo de gobierno marcó una distancia con la izquierda democrática, que soñó, luchó y consiguió el ascenso al poder político, pero tendría que ver desde la distancia como otros, que antes vilipendiaron sus ambiciones, fueran quienes ostentan los cargos desde donde debieran hacerse los cambios.

El ejercicio de lo que los romanos denominaron el “ius eligendi” o derecho a seleccionar a sus funcionarios, en el caso de Petro, como presidente que proponía una transformación, no podía obedecer a razones distintas que al mérito y la pertenencia ideológica a un proyecto de cambio.  Haber entregado buena parte de las posiciones más importantes a personas que nunca han perseguido cambios justos para la sociedad colombiana fue una afrenta para quienes han entregado su vida formándose y combatiendo desde las trincheras históricas de la dignidad de la nación.

Petro no ha garantizado el acceso de los mejores alfiles de la izquierda democrática al Gobierno Nacional, sino que fiel a lo que parece ser su personalidad aislada, ha definido a partir de criterios personales, y no de los que requiere el proyecto de cambio, nombramientos que a la postre han terminado siendo inconvenientes para la concreción del Plan Nacional de Desarrollo Colombia Mundial de la Vida.

La ausencia de criterios técnicos y políticos en algunos nombramientos del presidente ha puesto en franco riesgo el avance de las propuestas por las que fue elegido. La inestabilidad de altos funcionarios en el ejecutivo, que en los primeros dos años de gobierno se evidenció en cambios en 37 ministros y 54 viceministros ha generado ralentización de los procesos de ejecución presupuestal y diversos enfoques, en algunos casos contradictorios en el accionar gubernamental.

La impronta política de la izquierda democrática no ha estado presente en sectores claves del Gobierno Nacional. Algunas carteras ministeriales, como la del Interior, han sido ocupada por varios ministros, y ninguno de ellos ha encarnado los ideales de transformación real por el que votaron los millones de colombianos que eligieron el proyecto liderado por Gustavo Petro.

Desde las fuerzas progresistas, de izquierda y alternativas que sostienen ampliamente la posibilidad de continuar profundizando los cambios propuestos por este proyecto político aún no se comprende la persistencia del presidente en nombrar funcionarios carentes de experiencia y distantes ideológica y políticamente de los planteamientos históricos que sostuvieron la lucha popular de la nación que se tradujo en la victoria electoral de Petro en el 2022.

No le hace bien al Gobierno Nacional, ni a la intención de elegir un presidente progresista en el 2026 ignorar llamamientos de legítimos e importantes sectores para reconsiderar nombramientos de Petro. Tal como lo hicieron los funcionarios sindicalizados de la Cancillería recientemente frente al nombramiento de Laura Sarabia como ministra de Relaciones Exteriores; o miembros del propio Gobierno Nacional frente a la designación de Armando Benedetti como asesor; o hace cerca de un año más de una centena de artistas frente a la interinidad injustificada en el Ministerio de Cultura.

Injustificadamente, los nombramientos antiprogresistas han puesto en riesgo el avance del proyecto, y su posibilidad real de continuar.

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