Buenaventura: un necromundo entre la riqueza, la precarización y la muerte
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Por: Gustavo Santana Perlaza[i]
Hablar sobre las realidades desiguales y mortíferas del pacifico colombiano me duele, y más situado en el caso de Buenaventura por las confluencias económicas, políticas y sociales que se gestan en el principal puerto de Colombia. Me duele que Buenaventura genere 8 billones de pesos por concepto de impuesto externo y no cuente con un hospital digno que atienda todas las complejidades, me duele que el 41% de sus poblaciones vivan en condiciones de pobreza, me duele la matanza, el desmembramiento, el despojo y la sistemática violación de derechos humanos enquistada en este territorio habitado mayormente por población afrocolombiana.
La situación de Buenaventura es crítica y desesperanzadora, pareciera que no existieran posibilidades de transformar y cambiar la coyuntura, que sólo se logra entender en términos de lo que llamo un necromundo; espacios en los que se promueve una destrucción máxima de las personas, el territorio y se crean formas de inexistencia social en las que numerosas poblaciones se ven sometidas a condiciones de precarización, dónde se coexiste con la muerte, las prácticas bélicas y se naturaliza la crueldad.
Recientemente en el marco de la plenaria del Congreso de la republica adelantada en la ciudad de Cali a partir del “estadillo social” por el Paro Nacional, participaron líderes y lideresas de la población afro, realizando un sin número de denuncias estructurales. Me llamó la atención la intervención del líder afro-estudiantil Cesar Cabezas, quien manifestaba que, “en este país tenemos 200 años de una marginalidad histórica de nuestras comunidades, esto es evidente en los diagnósticos y cifras que muestran las condiciones de vida de la población afro. Estos espacios (plenaria del congreso) son reflejo fiel de lo que está sucediendo en estos momentos, hoy Cali está en una situación social de crisis, pero nuestras comunidades a lo largo y ancho del país, llevamos siglos en crisis, y no hay una debida atención para esta problemática social en unos contextos donde nuestras poblaciones no son mayoría”. Palabras dirigidas a los Representantes a la Cámara de Colombia.
Contextualmente las afirmaciones de Cesar son contundentes y fiel reflejo de la relación Estado- Nación para con Buenaventura, una relación mediada por el desprecio racial, el clasismo y demás jerarquías de poder que forman desigualmente nuestro país. Un poblado a las orillas del Pacífico que se ha visto envuelto en todas las formas de violencias nombradas y no nombradas, en el que se viene degradando de manera total y extrema los sistemas de vida, donde hay un constante riesgo de muerte.
Buenaventura genera grandes riquezas para el poder económico en Colombia, es una zona estratégica para el enriquecimiento licito, pero sin duda alguna, sus ganancias son expropiadas por quienes ejercen el poder y condenan a la población a vivir en medio de la precarización y las violencias, ha este panorama se le suman las estructuras ilegales, quienes, en su afán de acumulación continuamente exterminan vidas como una locomotora. Una articulación de tres poderes (económico, estatal e ilegal) que se dinamizan a través de las economías de la muerte; modos de producción de riqueza a través de la vulnerabilidad, el dolor, el despojo y la muerte.
En este necromundo son muchas las gentes que vienen batallándose y recreando la vida en contra de las estructuras de la economía de la muerte. Por ejemplo, las denuncias hechas por líderes que vinculan empresas portuarias con las maquinas del terror para despojar a la población, quema de gran parte de barrios para consolidar sus proyectos económicos, son algunas de las cuestiones que decantan la coyuntura presente de los y las bonaverenses.
El pueblo de Buenaventura en repetidas ocasiones cansado e indignado por las políticas de muerte, las matanzas, las masacres, el destierro y la pobreza, se ha tomado las calles, ha realizado bloqueos, manifestaciones y paros, pero ninguna de las intervenciones políticas han logrado la recepción nacional y, peor cambiar el devenir truculento. El recordado Paro Cívico de Buenaventura en el 2017, fue una de las participaciones políticas de gran impacto en los últimos tiempos, duró 21 días, ya que a partir de negociaciones con los líderes se dio por terminada la intervención. Hoy en el año 2021, después de 4 años me pregunto ¿cuáles son los cambios y trasformaciones que se lograron a partir de la negoción con el Estado y empresas portuarias?, creo no tener la capacidad de vislumbrar aquellos logros, porque para mí la situación de muerte y pobreza se agudiza cada día más.
Algo claro, es que el sentido común de la sociedad, los poderes económicos y del Estado colombiano forjado por la diferenciación colonial justifica el trato desigual hacia determinados seres humanos y grupos sociales. En este encuadre según (Mbembe, 2016: 76) la idea de “raza y racismo produce e institucionaliza ciertas formas de infra-vida, se justifican la indiferencia y el abandono, se ultraja, vela u oculta la parte humana del otro, y se vuelven aceptables ciertas formas de reclusión, inclusive ciertas formas de dar muerte”.
Finalmente, la población de Buenaventura a pesar de tener que combatir el Covid-19 desde las suficiencias intimas, vivir en una realidad mortífera y precarizada, aun no estando representados por el comité del Paro Nacional, ha decidido tomarse nuevamente las calles desde 28 de abril del 2021, como rechazo e interrupción al racismo estructural, las economías de muerte y la necropolítica. La mayoría de los habitantes del bello puerto del mar no pierde la esperanza de construir o formar una sociedad basada en la democracia integral, la convivencia respetuosa y la paz intercultural.
“ No se rinde el que nació donde por todo hay que luchar”
[i] Hijo del Pacífico Sur, nacido en El Charco Nariño y criado a las orillas del río Tapaje. Trabajador social disidente y Maestrante en Estudios Culturales Latinoamericanos. Miembro del Centro de Estudios Afrodescendientes – CEA de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y militante del Colectivo Afrojoven. Interesado en investigar, problematizar y transformar la coyuntura presente que compone las realidades desigual-mortíferas. Líneas: epistemologías cantadas y contadas, afrojuvenicidio, las violencias, economía de la muerte, estudios culturales y afrocolombianos, antropología social y trabajo social disidente.