Vivir sabroso y virilidad
07 de septiembre de 2022
Por: Yeison Arcadio Meneses Copete
“En dos siglos nuestros sentimientos han evolucionado de la magnífica virilidad hasta la ridícula virilidad”. Esta es una de las ideas centrales del libro “Des âmes et des saisons” (De las almas y de las estaciones), de la autoría del célebre neuropsiquiatra y etólogo Boris Cyrulnik. Durante siglos, incluso milenios, la vida ha sido supeditada a la violencia, la fuerza, la dominación, la muerte. De hecho, la pervivencia y la evolución de la especie humana las debemos, en gran medida, a una serie de eventos violentos primero del humano contra la naturaleza de la cual hace parte y de lo humano contra lo humano. Es decir, ha habido una relación de dependencia entre la violencia y el cambio de las condiciones de vida.
Contextos ambientales, antropológicos, históricos y, con el tiempo, dieron lugar a la configuración de la violencia que, en tiempos modernos, en nuestra historia más reciente, pueden ser nombrada: guerra, esclavización, machismos, racismo, clasismos, antropocentrismo, sexismo, regionalismos, colonización, control, imperialismo, progreso, seguridad o desarrollo, entre otros. Lo que podríamos llamar también virilidad. Para llevar a cabo estos hechos se han desarrollado tecnologías, teorías científicas y marcos jurídicos en perspectiva de la evolución y desarrollo humanos. Sin embargo, estos también han permitido desarrollos tecnológicos, metanarrativas pseudo/científicas y jurídicos que simultáneamente han socavado la humanidad, se han cometido crímenes de lesa humanidad, se ha destruido el entorno y la vida de millones de especies, al punto de amenazar la propia existencia humana y del planeta. Hemos progresado tanto que estamos a un click o unas cuantas detonaciones de destruirlo todo o gran parte del mundo de los vivientes. Estamos asimismo a un click de acabar con los vínculos afectivos. ¿Por qué no continuamos alimentándonos de plantas? ¿hubiéramos sobrevivido alimentándonos solamente de hierba? – pregunta Cyrulnik. ¿Por qué tuvo que ser la violencia el punto de partida? ¿podemos pensarnos desde otro lugar? ¿cuál puede ser ese otro punto de partida para un nuevo comienzo? – pregunto yo.
Las transformaciones ambientales, culturales, políticas y sociales son continuas y preforman el comportamiento humano, para no ocuparnos de otras especies. Además, la naturaleza humana permite la adaptación y la creación de nuevos escenarios posibles. Por tanto, sería la ridiculización de la virilidad, como la entiendo aquí, uno de los pasos a seguir para el Vivir sabroso. Una fuerza que se desarrolla cultural, social y ambientalmente. Evidentemente, no es una guerra de sexos, razas, culturas, regiones o clases lo que se propone o la simpleza del bien y el mal, los buenos y los malos, profundizada en la modernidad. La superposición es una reproducción de la dominación y del mundo de las “iglesias”: “nosotros” estamos a salvo y “ustedes” condenados. El problema “es el otro”, según este mediocre razonamiento. No. Es la posibilidad que tenemos de poner en escena pactos ecosociales que han existido a lo largo de la historia; también, construir nuevos contratos de muntualidad (concepto de mi autoría fundamentado en la mutualidad y la filosofía del muntu) a partir de las experiencias del “despojo del rostro” de “los otros” y de las otras especies o proyectos comunes en aras de construir nuevos imaginarios societales de reciprocidad o comunalidad; ante la debacle causada por la heroización que hacemos a diario o que hemos hecho históricamente de la violencia, la virilidad. “Las catástrofes ecológicas y sociales son a menudo la ocasión de nuevas direcciones”.
En este sentido, los colombianos vivimos un momento histórico para construir ese nuevo escenario. Relacionados con la filosofía del Vivir sabroso, la vicepresidenta, Francia Elena Márquez Mina, ha puesto sobre la mesa un nuevo lenguaje en la política sobre el cual debemos detenernos: cuidado, maternar, feminizar la política, la casa grande, el territorio, superar la política de la muerte, justicia fiscal, mayoras, los nadies. Desde su universo lingüístico, el presidente de la república, Gustavo Francisco Petro Urrego, ha llamado a hablar de cambio climático, paz total, poder negro, perdón social, nuevo contrato social, justicia social, seguridad humana, Colombia potencia mundial de la vida, medir la seguridad en vidas no en muertes. De hecho, este lenguaje otrora y hasta en la actualidad ridiculizado, depoderado, deshistorizado, tergiversado. También, debo manifestar que no es un escenario fácil, en la medida en que la impronta de las guerras es milenaria. Por ello durante décadas no se eligen presidentes, desde el imaginario social, sino “hombres con los pantalones puestos” o “tipos verracos” o “mano firme”. Cualquier estadista o humanista que pretenda llegar al poder, que proponga ideas, nuevos lenguajes, es reducido al idealismo. Tampoco faltan los comentarios que intentarán poner en cuestión su hombría o masculinidad o virilidad. A las mujeres, ni pensarlo, se descartarán porque “no sabrá reaccionar frente a la realidad del país”.
No obstante, las problemáticas nacionales y globales actuales son vergonzosas y apocalípticas, lo que releva la significación de la determinación de ambos líderes para que sea tema de debate en el país, el continente y en el mundo. Además, tendremos que debatir la misma idea del capitalismo que propone desarrollar el gobierno puesto que este sistema incorpora elementos nefastos de la modernidad relacionados con el virilismo que describimos. Igualmente, debemos interrogar si feminizar la política o maternar nos lleva a un punto diferente o es una simple inversión del poder. ¿Estaría lo femenino desprovisto per se de la dominación? El que esto sea parte de las ideas a debatir comporta ya una estructura de pensamiento distinto y, sobre todo, de reconocimiento del “rostro del otro”. Es un interlocutor legítimo al cual debemos mirar detenidamente. Una praxis del Vivir sabroso. En conclusión, debemos activar y promover un nuevo lenguaje para darle vida a esta filosofía. Pero la transformación de la Relación con “el otro”, “la otra”, “lo otro”, “le otre”, pasa por una pregunta fundamental: ¿estaremos en capacidad de heroizar el cuidado, el cuidado de las vidas?