20 de noviembre de 2023
El presidente Gustavo Petro fue elegido para introducir cambios en la sociedad colombiana. El mandato popular que encarna le obliga a producir las transformaciones por las que millones de colombianos votaron. Sin duda, esa responsabilidad política supera el rol de continuidad por el que la mayoría de los gobernantes de Colombia históricamente llegaron a ese cargo.
Los cambios representados en las reformas no son automáticos, ni se darán sin la violenta reacción de las elites de la nación. Tampoco 15 meses es tiempo suficiente para evaluar de manera concluyente los resultados del gobierno. Aunque, ya hay resultados, la única falla, es que no se ha construido un mecanismo comunicacional para difundir los avances y hacerle contrapeso al relato malintencionado de buena parte de la mercantilizada estructura mediática del país.
La reforma al sistema de salud que cursa en el Congreso de la República es un buen ejemplo para demostrar lo que pasa con el Gobierno Petro. A pesar de la evidencia fáctica sobre la inviabilidad del sistema y de la corrupción en el manejo de recursos públicos por parte de las EPS que amerita la urgente transformación del sistema, en gavilla el pleno de los partidos, excepto la coalición del Pacto Histórico, se han ido lanza en ristre contra la propuesta gubernamental.
Sin duda, la alineación de los partidos de oposición y de aquellos falazmente declarados en coalición de gobierno para bloquear la reforma a la salud demuestra que pesan más los intereses privados y especulativos de las EPS, que la garantía real del derecho a la salud para la nación. La gritería de la representante del Partido Verde, que ya parece una coalición de ultraderecha, demuestra el desespero de las élites y de sus alfiles instrumentalizados ante un gobierno que amenaza de forma real su desmedido poder.
Y los gritos y abucheos no son solo en el parlamento. También gritan y tiran piedras al gobierno un sector minoritario de los gobernantes locales electos, empoderados por su victoria electoral. Y hace unos días, en medio de un partido de la selección colombiana de futbol, el público asistente dentro de los que se cuentan miles de abonados del Clan Char, corearon “fuera Petro”; y un sector de la tribuna occidental señaló y gritó a la hija menor de edad del presidente, quien se encontraba en el estadio. Todo esto, mientras una exfuncionaria del expresidente Iván Duque responsable de la desaparición de 70 mil millones de los dineros destinados a la conectividad de las escuelas rurales posaba fotografiándose en medio del clamor popular; además, anunció ayer que denunciará al presidente Petro ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Definitivamente, el mundo al revés. Quienes esperamos que los procesos en contra de esa funcionaria prosperen somos los colombianos que fuimos defraudados en miles de millones. Y hoy la protegida del Clan Char, beneficiada por la inacción de la Fiscalía y los entes de control en el esclarecimiento del caso de Centros Poblados, tira piedras al presidente que logró en 15 meses expedir el decreto que marca la hoja de ruta para llevar el derecho al internet a la ruralidad colombiana. Acción que ella no solamente no ayudó a cumplir, sino que bloqueó mediante su acción y omisión corrupta.
Lo cierto, es que los cambios que requiere el país no se generan en un cuatrienio, el actual es un gobierno es transicional, y abrirá las puertas para que las transformaciones se consoliden en los sucesivos periodos, que deberán estar en cabeza de hombres y mujeres progresistas y alternativos. Entretanto, se hace necesario, que Gustavo Petro gobierne y gobierne, y no pierda su atención ante los que de manera irracional y desde todos los flancos tiran piedras para obstaculizar su mandato popular.
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