Llamado al orden

Por Última actualización: 06/02/2025

6 de febrero de 2026

Por: Arleison Arcos Rivas

Se impone un franco y directo llamado al orden en el actual gobierno del cambio. Aunque mucha gente ha quedado atónica con la firmeza de algunas intervenciones en el reciente Consejo de ministros televisado en el Canal Institucional, vale la pena entender lo que este ejercicio de transparencia nos permite leer respecto de la distribución de fuerzas y el trámite de los disentimientos en un inusitado gobierno alternativo.

En principio, celebro que un Consejo de ministros se abra a la observación, vigilancia y opinión pública. Más allá de los actos histriónicos de los encuentros gubernamentales con las comunidades, muchas veces inspirados en procura de efectos electoreros, en todos los gobiernos ha primado el secretismo, aislando la tarea decisional de la declaratoria técnica de viabilidad, que antecede a todo el proceso contractual y ejecutorio de las políticas. Menos aún ha resultado público y participativo el desarrollo de la autocrítica a viva voz, incluso planteando cuestionamientos directos al gobernante.

Al contrario de los frecuentes consejos a puerta cerrada, en las que se monitorean los dispositivos electrónicos y hasta se prohíbe usar celulares, para que no queden evidencias de la altisonancia y el chaqueteo entre asesores y funcionarios de direcciones y ministerios, que luego salen a sonreír para la foto en la que se miente sobre la férrea solidez del gabinete, hemos vivido un momento que evidencia las tensiones, los bloques de influencia y los marcados desajustes que tienen lugar en un equipo tan variopinto que, además de halcones y escuderas, cuenta con funcionarios advenedizos y hasta traicioneros.

Disiento igualmente de las vergonzosas palabras expresadas por Gustavo Petro para quien, “lanzar el ataque caníbal y autodestructivo que es una tradición histórica no solo de la izquierda sino de Colombia”. Bajo ningún argumento podría catalogarse así la intervención firme y clara de quienes, incluso con voz entrecortada, le recuerdan que un proyecto político alternativo no se agota en la vanagloria personal.

Sin embargo, en un escenario permanentemente caldeado por la tensión política, con agrupaciones de derecha ávidas de volver a controlar el gobierno del país, la alta exposición de las poquedades puede resultar perjudicial a los propósitos de democratización de la opinión y siembra de confianza popular en quienes lideran los asuntos públicos, no por la pretensión de honestidad que alimenta los revolucionarios diálogos abiertos con la ciudadanía, sino por el cultivo de malquerencias de quienes apuestan al fracaso de toda iniciativa reformadora.

Aunque los ejercicios de “gobierno con el pueblo” han pretendido mandar obedeciendo, el país todavía espera la concreción de las estrategias contenidas en el Plan de Desarrollo. Un tablero de mando que evidencie el semáforo de las ejecutorias es sano para entender que se llega a ser gobierno, no para sostener la máquina estatal funcionando, sino para sostener la iniciativa de cambios asociados al derecho humano a la alimentación, al ordenamiento del​ territorio alrededor del agua, al afianzamiento de la seguridad humana, al impulso de una economía productiva para la vida, a la lucha contra el cambio climático, y a la convergencia y articulación regional.

Hasta dónde se haya podido avanzar en estas propuestas de transformación nacional, requiere un equipo de gobierno consciente del tamaño de los sueños de un país al que ya no le resulta suficiente cambiar presidentes cada cuatro años, sin que se alcancen mayores logros en la cohesión social, cultural y territorial postergada por décadas y siglos.

Sería importante madurar estos ejercicios de comunicación popular, amplificando las fuentes de información con las que resulte posible fortalecer los procesos organizativos y de acompañamiento al gobierno. Contra el espíritu del reality, cuyo ´desacartonado´ guion enfrenta a gente desconocida y muy interesada en eliminar a sus contrarios, la apertura y exposición gubernamental necesita concentrarse en fomentar la interacción y mutuo entendimiento entre las diferentes carteras ministeriales, independiente de las tendencias, orientaciones y perspectivas de lo público que animen a los funcionarios.

Por ello, también destaco que el ejercicio de debate ministerial abierto debería acrecentar el entendimiento de los desacuerdos internos que ralentizan y debilitan las ejecutorias de un gobierno. El diálogo y la concertación franca y leal debería despejar los resquemores entre quienes interpretan, no sólo el querer del presidente, sino el afán de la nación diversa que espera estar incorporada a los beneficios societales, acumulando bienestar y garantías para concretar el buen vivir.

Rendir cuentas de manera permanente, incluso corriendo el riesgo de sembrar suspicacias frente a la solidez organizativa de un gobierno, es saludable para la democracia, y para la alimentación de una opinión pública capaz de fiscalizar el quehacer de sus gobernantes, apuntando a que la ciudadanía tome partido y participe con sustento y argumento en la consideración de los aspectos trascendentales del desarrollo y de la consolidación del proyecto cultural de nación que se aspira a interpretar.

Los planteamientos divergentes, en modo alguno deberían torpedear la toma de decisiones en el ejecutivo, o en cualquier otro escenario de la vida política nacional. De hecho, buena parte de la disfuncionalidad, la desinstitucionalización y las violencias que ha padecido el país responden al cerramiento institucional, al bloqueo participativo, al ausentismo gubernamental y al direccionismo sin consulta alguna a las comunidades interesadas en el desarrollo de las políticas que les compelen.

Luego del consejo televisado queda bastante claro que hay mucho más progresismo que Petro en los ministerios y altas direcciones, pese a que se pueda cuestionar determinados nombramientos. Se debe insistir, eso sí, en un llamado al orden para retomar, como mencionamos hace seis meses, el rumbo correcto que le permita al gobierno del cambio caminar con sensatez y tino en la concreción definitiva del plan que aspira a hacer del país una potencia mundial de la vida.

Hacia el futuro, si la izquierda quiere seguir siendo gobierno, tendrá que aprender a lavar los trapitos sucios en casa para que, con la debida pedagogía comunicacional, gane el debate público para que reluzcan y permanezcan prístinos los principios y los propósitos de la acción política. No puede ser al revés.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas