Desespero preelectoral
14 de mayo de 2024
Desespero preelectoral
Ni los dos primeros años del periodo presidencial de Gustavo Petro han sido tan nefastos como cacarean en un sector de su oposición, ni el país está sumido en un caos como lo acaba de afirmar en un editorial la directora de la revista Semana, quien bajo la protección del Grupo Gilinski se ha dedicado a practicar un recalcitrante periodismo antipetrista, en el que ya se perdió la poca objetividad e imparcialidad que quedaba de esa publicación venida a pasquín.
Aunque corresponde al verdadero periodismo ser crítico y escrutar al poder de turno, también es pertinente que investigue e indague con profundidad para comunicar en su justa proporción los hechos. Por eso, es un absoluto desafuero periodístico atribuirle solo a este gobierno la responsabilidad del histórico saqueo de varias instituciones, del que nos estamos enterando por cuenta de las denuncias de funcionarios de la actual administación. Es que es un acto de mala fe investido de un enorme interés electoral presentar las corruptelas en la UNGRD, en Ecopetrol, en el DPS y en varias entidades del nivel central como obra de funcionarios de Petro, cuando son consecuencia de una histórica y ocultada corrupción que involucra varios gobiernos.
Y el tapen, tapen ha funcionado. Porque los grandes hechos de corrupción siguen sin tocar ni judicial ni patrimonialmente a sus responsables. Reficar, Odebrecht, los carteles de la Toga, de las Pensiones, de las Regalías, de la Chatarrización, de los Alimentos en las Fuerzas Militares, el desfalco de Fonade, la desaparición de los recursos de cooperación internación para la Paz; entre muchísimos otros, tienen el común denominador que tienen detrás a políticos y funcionarios públicos concertados para apropiarse del erario con el posterior silencio de la justicia y los órganos de control.
Por eso hoy en Colombia, más importante que la ejecución de los recursos es que los funcionarios en cabeza de las entidades del Gobierno Nacional puedan desentrañar las prácticas corruptas incrustadas en la institucionalidad por décadas. Aquí, tal como se hizo en el marco del proceso de paz con las FARC, se requiere constituir una Comisión de la Verdad que le revele a la nación quiénes se han robado el erario, dónde están esos recursos, y que genere mecanismos de compensación y reparación para la sociedad civil.
Las verdades retroactivas sobre el manejo de los recursos públicos que se están conociendo deslegitiman a los anteriores proyectos de poder que ya están buscando camino para elegirse nuevamente. Las fuerzas políticas distantes del Gobierno están proyectando candidatos para la presidencia que les garanticen la recaptura del Estado y el restablecimiento del control en cabeza de las mismas elites, hoy cuestionadas por poner el presupuesto público al servicio de ellas mismas y no de toda la nación.
Entretanto, el primer mandatario, a pesar de la cruzada mediática en su contra y de sus propios errores sigue teniendo mayorías que lo respaldan; y en una contienda electoral, aunque muchos lo vean descabellado: el único con la fuerza de poner presidente es el mismo Petro. Por lo anterior, el desespero electoral de las fuerzas de derecha los ha llevado a anunciar hasta a la misma directora de Semana como su precandidata.
Sin embargo, es momento de que el Gobierno Nacional afine y logre avanzar aceleradamente en la materialización del Plan Nacional de Desarrollo. La política es cambiante, y este escenario no es definitivo.