Sistema de salud pandémico
Por: John Jairo Blandón Mena
Si algo ha quedado claro en medio de la pandemia, es que hay ciertas profesiones trascendentales para coadyuvar a que las sociedades superen estas tragedias, tanto el peso de las soluciones, como el de las medidas transitorias para aminorar el impacto lesivo de la crisis pasan entre otras, por el accionar de educadores y agricultores, comerciantes de primera necesidad y transportadores, ingenieros y creadores digitales, pensadores y humanistas, pero sobre todo, científicos y personal de la salud. Y, éstos últimos, en los países que se han tomado con seriedad el virus, son los que han fundamentado las definiciones que los políticos han tomado para orientar a sus gobernados.
Nuestro país históricamente, ha transpuesto la importancia de esos quehaceres, y ha subordinado a la mercantilización y a las políticas de precarización el ejercicio de las mencionadas ocupaciones. El sistema de salud que padecemos aquí es consecuencia directa de esas condiciones. Hipernormativizado en lo formal pero disfuncional en lo real, y con problemas estructurales que han aflorado durante la pandemia, principalmente, en lo relacionado con su talento humano.
La Organización Mundial de la Salud prescribe que los países con ingresos medios o bajos para tener un sistema de salud optimo deben tener una proporción de 25 médicos por cada 10.000 habitantes, Colombia apenas llega a los 18. Y, si la comparación es con estándares más altos, como los señalados por la OCDE, de la cual Colombia es parte, ocupamos el último lugar, no solo en el número de galenos sino de enfermeros, toda vez, que tenemos 1,8 médicos y 1.1 enfermeros por cada 1.000 personas, cuando la relación en los Estados de la organización multilateral es en promedio de 7 por millar para ambas profesiones.
Y si en los servicios de atención primaria existe un déficit, en las especialidades necesarias para hacerle frente a los casos críticos de Covid-19, como son los internistas, infectólogos, anestesiólogos, intensivistas y personal de urgencias el panorama es desalentador, pues, el mismo ministerio de Educación en informe reciente afirmó que del total de médicos del país alrededor de una cuarta parte son especialistas, y de esos el personal que pertenece a las especialidades que focalizan la atención en el virus no alcanzan a los 4.000.
Una sobrecarga evidente para un personal experto que no está vinculado en su integralidad a la atención hospitalaria. Los resultados son evidentes, y han sido señalados por el Colegio Médico Colombiano y por la Federación Colombiana de Sindicatos Médicos: extensión de la jornada laboral a 12, 24 y hasta 36 horas continuas en condiciones precarias e incremento de las incapacidades; aunado a ello, la carencia de elementos de protección personal y el incumplimiento en el pago oportuno de los salarios. Todo esto en su conjunto ha aumentado las renuncias del personal de la salud. La semana pasada tres médicos generales y cuatro especialistas renunciaron del hospital Isaías Duarte Cancino de Cali, entre ellos, el intensivista Julián Zabala Jaramillo, quien esgrimió que la causa es el no pago de sus salarios desde el pasado mes de noviembre. Esto en una ciudad asfixiada por el crecimiento alarmante del contagio y de las muertes por Covid-19.
La nación ha sido afortunada que el Covid-19 no ha golpeado significativamente a las zonas rurales, en esos territorios el panorama de la salud es terrorífico, pues allí, la proporción de médicos generales para la atención de la población es de 6 x cada 10.000 habitantes, en la otra Colombia, la apartada de los centros de poder, la palabra UCI solo la conocen en los textos escolares, en departamentos como Guainía, Guaviare, Vichada y Vaupés nunca ha habido una unidad de cuidados intensivos. Y seguramente, con la importación masiva que el Gobierno realizó desde junio de respiradores y aparatos para UCI, uno que otro habrá llegado a estos departamentos para vanagloria del Presidente, sin embargo, sin haber tampoco médicos intensivistas y personal experto, ese equipamiento médico es inservible, pues tal como lo afirmó Juan Carlos Giraldo, presidente de la Asociación Colombiana de Clínicas y Hospitales “Es como tener un avión con la más alta tecnología sin un piloto que lo sepa volar”.
Hoy, el ministerio de Salud reportó 150 profesionales de la salud que han muerto por Covid-19 en Colombia, cifra como todas las del gobierno (líderes sociales y excombatientes asesinados, hectáreas de tierra devueltas a desplazados, victimas reparadas) que inmediatamente fue tachada de falsa por los gremios médicos que plantean una cifra que dobla a la oficial. Entretanto, por un lado, solo queda expresar gratitud perenne al personal de la salud, que en medio de condiciones tan adversas ejerce su labor exponiendo su vida para salvar otras. Y por otro, que, a pesar, de la pasividad e ineptitud gubernamental, llegue con prontitud la vacuna, que es la única solución viable a esta debacle sanitaria que vive el país, y que puso en evidencia la precariedad de nuestro sistema de salud.
Adenda: No es hora de reformas, aunque la salud debió haber sido reformada al día siguiente de entrar en circulación la ley 100, han pasado 27 años y no lo han hecho, en medio de una pandemia no es el momento. Así que dejen el protagonismo señores y señoras que la han propuesto.
*Imagen de referencia Foto AFP / Paolo Miranda