Por: Kelly Suarez[i]
La esclavitud ha existido a lo largo de la historia y en muchos casos ha constituido un modo de dominación de un pueblo sobre otro. Dentro de los fenómenos de la desaparición forzada, la esclavitud moderna es actualmente una de las grandes preocupaciones a nivel nacional y mundial. La ausencia involuntaria de miles de desaparecidos, trae graves consecuencias en las familias. Tanto éstas, como los gobiernos intentan solucionar este problema que se ha venido presentado desde hace mucho tiempo atrás.
En Colombia y especialmente en el Distrito de Buenaventura, para muchas familias no es fácil recordar, muchos menos olvidar donde están nuestros muertos, donde están los desaparecidos, estos son algunos interrogantes que a diario se hacen miles de personas que necesitan saber la verdad de lo que en realidad paso, escuchar las voces, los llantos de madres, esposas, e hijas pidiendo a gritos una respuesta al no saber el paradero de muchos hombres y mujeres que no regresaron a sus casas, porque salieron con el fin de volver, pero su vida fue reducida a la esclavización de un futuro incierto, sin la posibilidad de contar su historia.
Son muchas las madres de los desaparecidos que llevan muchos años acompañando las resistencias en Colombia, la defensa de sus derechos humanos se ha convertido en una dimensión de terror, de angustia inconmensurable. Escuchar miles de testimonios, recordando momentos de felicidad que vivieron con sus desaparecidos, hoy solo viven emociones silenciosas, llantos de dolor al no saber dónde están.
Según lo expuesto por el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el país por lo menos 80.000 personas han sido víctimas de desaparición forzada. Esta forma de violencia es capaz de producir terror, causar sufrimiento prolongado, alterar la vida de familias por generaciones y paralizar a comunidades y sociedades enteras. Cifras alarmantes para comprender que está pasando en Colombia, en el pacifico y en los pueblos donde la ley está ausente para explicar este flagelo de violencia que hoy en día viven muchas comunidades.
La desaparición forzada en Colombia sigue siendo un reto, porque se trata de un delito cuya intención o modo de ejecución pretende el “ocultamiento de los cuerpos”, lo cual dificulta la emergencia de pruebas y respuestas de lo que en verdad paso. Falta profundizar en el análisis de algunos aspectos de este fenómeno, como los análisis social, económico y cultural, y entender cuál es la relación del cuerpo con la violencia del poder y las emociones que involucran estos hechos. Sin embargo ¿se puede olvidar?
No obstante el deber de las instituciones y organizaciones sociales comprometidas con este fenómeno, es continuar trabajando por la búsqueda de la verdad, de sembrar esperanzas para todas las familias de las víctimas directas o indirectas. Además, la lucha por combatir la indolencia de una gran parte de la sociedad colombiana ante este drama debe continuar para no generar más guerra y dolor.
Para el caso de Buenaventura hablar de desaparición forzada es intentar recibir un sin número de explicaciones sin respuestas, son muchas las familias que han perdido sus seres queridos a través de una guerra absurda donde vale más la apropiación y control del territorio que valorar la vida de los demás, tal como sucede con las fronteras invisibles en los barrios del puerto, donde se convive con la tortura, y consecuente desapariciones forzadas.
Los grupos al margen de la ley que habitan dentro el territorio cada vez se forman con mucho mas terror, y continúan creciendo, los bajos niveles de ingresos de las familias del pacifico son un factor generador del crecimiento de las bandas criminales. En Colombia, según un informe de la Defensoría del Pueblo, se dice que los residentes y líderes comunitarios en distintos lugares de la ciudad manifiestan que numerosos niños, incluso de apenas 10 años, son vinculados a grupos sucesores del paramilitarismo que tienen presencia en las ciudades para continuar ejerciendo más violencia.
Los grupos armados en estas zonas ejercen una autoridad política considerable sobre las comunidades. Muchas personas desconfían de sus ofertas de protección, pero el apoyo de tan solo una fracción de la población local puede ser suficiente para permitir el control territorial. Dentro de las comunidades, quienes aceptan a los grupos al margen de la ley, suministran información, mientras que la amenaza de violencia obliga a obedecer a quienes prefieren resistir.
Las organizaciones armadas a menudo resuelven las disputas dentro de las comunidades y ejercen su propio estilo de justicia, creando un “orden” basado principalmente, en la opresión y dominación del entorno social, aunque no exclusivamente, en la coerción. Su papel en la defensa de las economías ilegales genera una relación de dependencia entre ellos y sectores de la población.
Son muchos los esfuerzos de aquellos líderes comprometidos en tratar de apaciguar gran parte de esta violencia que se viene presentado a través de desapariciones forzadas y extorciones. Reducir este orden no será fácil pero se deben tomar medidas que ayuden a reducir la violencia.
[i] Socióloga de la Universidad del pacífico. Trabaja temas relacionados con los feminismos negros y las políticas sociales.
*Imagen: Centro Nacional de Memoria Histórica

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