Sin debate ni propuestas
Alrededor de 65 personas han expresado públicamente sus deseos de competir por la Presidencia de la República. Candidatos de todos los olores, colores y sabores; desde los infaltables de hace dos o tres elecciones, hasta los que con desbordados cálculos o excesivo ego proyectan que pueden mantener o cambiar las riendas de este país desde el solio de Bolívar.
Cada semana emerge un candidato nuevo. Personajes de todas las orillas y procedencias políticas, sin mayor experticia en el manejo de lo público, y sin más méritos que su percepción de sí mismos aspiran a conducir una nación que afronta la disyuntiva de profundizar el inicio de un proyecto de cambio que quedó inconcluso, o la posibilidad de retornar a Colombia a las épocas más sombrías de la desesperanza.
Las peleas de los precandidatos en los extremos políticos previa a las definiciones de las candidaturas oficiales son premonitorias de lo beligerante y sucia que será la próxima campaña presidencial. Las coincidencias ideológicas y políticas se desdibujan ante el malévolo pragmatismo del ataque y la desacreditación del contendor electoral por todos los medios y utilizando formas no convencionales de viralización de mentiras y falsos juicios.
A pocas semanas que inicien procesos de consultas para decidir sobre candidaturas presidenciales, el país sigue ávido de propuestas reales y concretas para afrontar el momento histórico que atraviesa Colombia; sin embargo, ellas no llegan porque el debate se centró en la apología o el vituperio al gobierno actual. Ser la continuidad de Petro o la antítesis del mismo son los planteamientos centrales de los candidatos y candidatas a la presidencia.
Ni mantener, ni parar la continuidad a las políticas de Petro son respuestas suficientes a una nación que requiere enfrentar desafíos crecientes en materia de violencia, narcotráfico; y en general, frente a la concreción de una intención de las élites de este país de “hacer trizas la paz”; que se materializó completamente incluso en vigencia de un gobierno que prometió parar esa pretensión fratricida.
Los colombianos estamos asistiendo a una pauperización del debate político en el que los youtubers, instagramers e influencers son los protagonistas de los temas y contenidos que marcan la agenda diaria y semanal de las campañas. El debate se trivializó y los asuntos de interés colectivo fueron relegados por el abordaje banal de cuestiones asociadas a la personalidad caricaturizada de los candidatos.
Un efecto directo de lo anterior es el descontento generalizado con el cumulo de aspirantes a la presidencia. Hoy, las encuestas registran que el número de indecisos y los eventuales votantes en blanco están significativamente por encima de la intención de voto por cualquiera de los candidatos. Seguramente, la campaña de Petro pudo haber sido la última que atiborró plazas públicas y que generó esa multitudinaria expectativa; las de hoy, no parecen concitar interés ni expectativas; y ese escenario es propicio para outsiders ¡Hay que tener cuidado!