Rogerio Velásquez Murillo: pionero de la antropología colombiana
Por: Rudy Amanda Hurtado Garcés
Las investigaciones sobre las “comunidades negras” dentro del campo de la disciplina antropológica, se ubican en los inicios de la década del cuarenta con las investigaciones y publicaciones del antropólogo chocoano Rogerio Velásquez Murillo (1908 – 1965). El texto Autobiografía de un negro chocoano publicado en 1947 (Archivo Gregorio Hernández de Alba estudios etnológicos, biblioteca Luis Ángel Arango.) Este manuscrito es el primer texto del que se tiene registro sobre los estudios de las comunidades negras en la antropología colombiana. Rogerio Velásquez se graduó en 1948 como etnólogo en el Instituto Etnológico del Cauca, Popayán, para ese entonces el Instituto estaba bajo la dirección de Gregorio Hernández de Alba. Velásquez es el primer etnólogo que introduce los estudios de las comunidades negras a la antropología colombiana, en una época dominada por los estudios “indigenista”. También fue de las primeras generaciones de etnólogos graduados en el país y estuvo afiliado como investigador auxiliar del Instituto Etnológico Nacional, tuvo a su cargo la sección de folklore. Rogerio Velásquez es considerado “el etnólogo de la negritud en las márgenes de la intelectualidad colombiana” (Valderrama, 2016: 2017).
Rogerio Velásquez, es el pionero de los estudios de las comunidades negras en la antropología hecha en el país en la Edad de Oro, era el auge de la profesionalización de esta disciplina. Su manuscrito, Autobiografía de un negro chocoano, es una etnografía corta en la que, a través de la voz de José Ángel Rivas, de 14 años de edad, que ejerce el oficio de barrendero (su informante), da cuenta de la vida cotidiana de las comunidades negras asentadas en el departamento del Chocó. Hace un recorrido por los rituales del bautizo, nacimiento, la espitualidad, los rituales de muerte de los chigualos, la partería-comadronas, transcribe y hace la transcripción del registro a partir de los actos de habla propios de las comunidades.
Sus investigaciones, se enmarcan en los campos de la etnología, la historia y la literatura con obras como Un héroe olvidado. José María Cancino (1954), La esclavitud en María de Jorge Isaacs (1957), medicina popular en la costa colombiana del Pacífico (1957), Leyendas del alto y bajo Chocó (1959), Las fiestas de san Francisco de Asís en Quibdó (1960), Cantares de los tres ríos (1960), Apuntes socioeconómicos del Atrato Medio (1961), Instrumentos musicales del alto y bajo Chocó (1961), Ritos de la muerte en el Alto y Bajo Baudó (1961), Gentilicios africanos del occidente de Colombia (1962), Chocó en la independencia de Colombia (1965), la novela, Memoria del odio (1953), obras inédita así jugamos los negros, el diablo a través de la historia, y otros. Las producciones etnográficas de Rogerio Velásquez son los primeros archivos, registros, traducciones etnográficas que circularon dentro del campo de la disciplina antropológicas sobre la negredumbre, categoría usada por él y otros para referirse a las comunidades negras. El archivo de Rogerio Velásquez es un trabajo de campo extenso etnográfico que describe la estructura cultural de las comunidades negras del Pacífico a través de fuentes primarias. Este archivo se constituye en las descripciones más antiguas que se tiene registro desde la institucionalización de la disciplina. Es importante resaltar que los trabajos publicados de Velásquez estaban precedidos de un intenso trabajo de campo, como lo podemos evidenciar en sus diversas publicaciones.
Cabe señalar que la obra etnográfica de Velásquez repite el canon dominante de hacer antropología, encontramos que su perspectiva etnológica vigilada y disciplinada es neutra, exterior y aséptica, pero encontramos un distanciamiento del canon a través del poder de la metáfora en su obra Memoria del Odio. Esta etnografía histórica da cuenta del fusilamiento de Manuel Saturio Valencia Mena, el 7 de mayo de 1907, último fusilado en Colombia en manos de la aristocracia blanca chocoana. Saturio es organista en la iglesia de Quibdó, pero escribe en los periódicos y distribuye volantes que preconizan ideas socialistas. Le aterra la corrupción de la burguesía blanca chocoana a tal punto que decide incendiar la ciudad. Se pudo demostrar que el incendiario es él y le corresponde la pena de muerte, en tanto logra incendiar parte de la calle primera de Quibdó, ocupada espacialmente por la aristocracia blanca. Frente a su condena, la agitación del pueblo negro es tremenda: se acusa a los blancos de no haberlo defendido con fervor y sinceridad y hasta de esconder el telegrama de Bogotá que le conmutaba la pena. Lo velaron vivo. El lloriqueo inunda a Quibdó. El día de la ejecución lo pasean por toda la ciudad, amarrado, con fuerte escolta y al son de los tambores. Una vez en el patíbulo, el reo pide permiso para despedirse del pueblo y pronuncia una feroz arenga revolucionaria: “el hombre en pos de su destino ciego avanza…” Hasta hoy repiten las bogas sus palabras (Córdoba, 1961).
Tal suceso hace público el apartheid entre negros y blancos que existe en la sociedad chocoana a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, donde las calles del “berenjenal”, es decir Quibdó, se encuentran divididas acorde a las jerarquías y clasificaciones raciales y de clase. El fusilamiento de Valencia se ha convertido en un referente histórico en la memoria colectiva de la sociedad negra chocoana, ya que agudiza las relaciones socio-raciales en el Chocó.
Hoy, Rogerio Velásquez al cumplir cincuenta y seis años de su muerte, su obra tiene muy poca difusión en los departamentos de antropología del país, a diferencia de otras y otros pioneros, sus publicaciones no cuentan con el mismo nivel de importancia y reconocimiento dentro de la historiografía de la disciplina antropológica en Colombia, esta es una de las prácticas recurrentes del racismo antinegro dentro del saber institucionalizado.