Por: Diana Lorena Montaño Riascos
La solicitud de Gregorio Godoy Vallecilla ante el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) para mantener el respeto al Vudú como religión practicada por él y sus antepasados africanos, portando su barba y cabello largo al interior de la cárcel de Popayán, generó toda una controversia, tanto que su caso llegó hasta la Corte Constitucional, quién emitió un falló al respecto, no sin antes auscultar a entidades como el Ministerio del Interior, Institutos y Universidades en Colombia sobre la validez del Vudú como apuesta religiosa. A mi parecer, Godoy con su solicitud encontró las llaves para abrir la puerta a un debate eclipsado con el regimiento de los valores de homogeneidad de los Estados modernos republicanos, donde sólo hay lugar para “Un Dios, una nación, una Patria”.
Conviene subrayar que, los valores republicanos se consolidaron en el régimen colonial, donde se sometía y violentaba, “a todos aquellos que profesaban creencias y prácticas religiosas contrarias a los dogmas y la moral del catolicismo”[i]. Por lo que, el Santo Oficio de la Inquisición instaurado en Cartagena de Indias hacia 1960 a través de “métodos de violencia y tortura física, psicológica e ideológica en inclusive lingüística”[ii], generó miedo en lo colonizados y los súbditos de las colonias para conservar las normas de control social a través del sistema de represión.
En particular quiero señalar, el caso de 1622, donde se acusó de brujería a cuatro mujeres negras: Leonor, Guiomar, Polonia y María Linda, sometiéndolas a años de interrogatorios y torturas para que confesarán un pecado inexistente ante el tribunal de la Inquisición, lo que “revelaba el pavor de la Colonia y del régimen esclavista a lo que se opusiera a su orden: miedo al poder de las clases dominadas, temor a la insurrección, aversión a las prácticas sexuales distintas, terror a que el amo pasara a estar en manos de los dominados y a que los esclavos pudieran escaparse de la mirada vigilante del poder”[iii].
Personalmente, considero que el caso de Godoy fallado por la corte en el 2018 a través de la sentencia T – 213 devela un temor, miedo y aversión heredado de “la religión católica como estructura de dominación movilizada por el poder colonial”[iv] hacia aquellos que no practican las creencias y comportamientos propios de la ritualidad religiosa en la adoración de una única divinidad, concretamente, masculina, blanca, europea, y abiertamente patriarcal. Aún, en el siglo XXI quienes no se adoctrinan al cristianismo son considerados ignorantes, infieles, pecadores y aduladores. Por consiguiente, no es de extrañar que la Universidad Católica y el Ministerio del Interior como instituciones consultadas por la corte Constitucional negarán al Vudú como sistema religioso. Ya que es bien sabido que, “Dios y Patria” caminan juntos desde tiempos coloniales, y romper con estos lazos ideológicos tan antiquísimos, implica hacer memoria de los olvidos conscientes producidos por la amnesia sociorracial colectiva de la sociedad colombiana.
El Estado, en cabeza del Ministerio del Interior, negó el Vudú como religión, indicando que, desconoce su “fundamentación ideológica”[v] Muy a pesar de que, la cuna del Vudú es Benín, país africano, del cual fueron raptadas por los holandeses miles de personas para nutrir el puerto de Cartagena de mano esclavizada desde 1640 hasta 1713. Este olvido, a mi juicio, da cuenta de un país que intenta por todos los medios borrar las memorias de la esclavitud del discurso cotidiano, y con ello, omitiendo la asignación de responsabilidades morales, recabando en la violencia psico – religiosa sufrida por los africanos y sus descendientes. En otras palabras, rehúye revisar el papel de la iglesia católica como aparato ideológico en la imposición del proceso de la esclavización, y escenario para consolidar los fenómenos de olvido de las narrativas de la esclavitud, una vez se da la abolición.
A pesar de los intentos por dominar la psiquis de los africanos y sus descendientes, las memorias heredadas de resistencia por la diáspora africana permiten que tambaleen los parámetros religioso coloniales, además, permiten que resurjan las voces de otras divinidades de origen no humano, también da voz a los y las antepasados y espíritus de los difuntos en esta trama religiosa; un universo interconectado por la experiencia de la vida y la muerte, y cuyo pasado define la experiencia con la vida y la realidad. Gregorio Godoy Vallecilla, en vida abrió el debate, y a pesar de su fallecimiento en prisión el mismo año en el que se desató esta controversia, nos deja claro la necesidad de que, nuestras creencias religiosas sean reconocidas, respetadas y dignificadas sin importar en la situación o lugar en el que nos encontremos.
[i] Sergio Mosquera. (2016). Traumas Psicosociales Post Esclavización. Muntú – Bantú. Quibdó. p.10
[ii] Ibid. p.19
[iii] Tania Tapia Jáuregui. La historia de las brujas negras (y esclavas) de Cartagena. (2018) Feminismo. Recuperado de https://www.vice.com/es/article/8xjw5p/historia-brujas-negras-esclavas-cartagena
[iv] Sergio Mosquera. (2016). Traumas Psicosociales Post Esclavización. Muntú – Bantú. Quibdó. p. 32
[v] Redacción Judicial. El vudú abre debate sobre ritos y religiones en las cárceles del país (2018) El Espectador. Recuperado de https://www.elespectador.com/noticias/judicial/el-vudu-abre-debate-sobre-ritos-y-religiones-en-las-carceles-del-pais/

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