05 de enero de 2022
Por: John Jairo Blandón Mena
Mariela Moncada, Inés Fragoso y Yina Sofía Padilla vivían en los municipios de Floridablanca (Santander), La Paz (Cesar) y Montelíbano (Córdoba) respectivamente. Infortunadamente, tuvieron las tres mujeres una mortal coincidencia que no hubiera querido reseñar en esta columna: fueron las tres primeras víctimas de feminicidio en el 2022. Sus historias tienen mucho en común, y escribo esta columna como un homenaje póstumo a sus vidas, con la pretensión de que sus muertes no queden en la impunidad y que sirvan para que la ciudadanía y la institucionalidad se movilicen para que en este año no se sigan contabilizando más muertes.
El año pasado hubo 563 feminicidios en Colombia (según el Observatorio de Feminicidios Colombia de la Red Feminista Antimilitarista). Aunque, esa cifra dista mucho de las 191 muertes que la Fiscalía tipificó como feminicidios; la diferencia de criterio radica en la calificación del delito como homicidio o feminicidio. Sin embargo, cualquiera de los números es absolutamente estremecedor y debería generar un verdadero pacto nacional que evite la continuidad de este femigenocidio, como lo denomina la investigadora Rita Segato.
Pero volvamos con Mariela, Inés y Yina. Mariela en las primeras horas del primero de enero, luego del recibimiento del año nuevo, se encontraba al interior de su vivienda con su esposo, un policía retirado que le propinó varios impactos de bala y procedió a suicidarse con la misma arma de fuego. Por su parte Inés, se encontraba festejando en la madrugada del mismo primero de enero con amigos y familiares de su vecindario, hasta allí llegó su expareja, quien luego de conversar con ella, se marchó y a los 15 minutos regresó y la acuchilló en el tórax lado izquierdo y huyó, esa herida le causó la muerte momentos después en el centro hospitalario. Finalmente, el mismo primero de enero, en la vivienda de Yina y su pareja sentimental, luego de varias agresiones físicas y verbales del sujeto, éste le ocasionó a Yina una herida de gravedad a la altura del pecho, que le generó la muerte momentos después en el hospital local.
En los tres casos, fue una pareja o expareja el homicida. Y así, lo corroboró el año pasado el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses al registrar que cerca del 90% de las violencias en contra de la mujer provenían de sus parejas o exparejas. Por tal razón, la sociedad y la institucionalidad debe asumir un permanente cuidado a las mujeres, y generalizar la idea, que inclusive en las relaciones de parejas o en cualquier espacio privado es prioridad la preservación de la vida y la integridad sobre el respeto de cualquier tipo de intimidad.
Es pertinente reafirmar una posición que expresé recientemente en una columna de www.diaspora.com.co titulada “Colombia feminicida”, en la que afirme que debemos rechazar también el tratamiento que los medios y algún sector de la sociedad les dan a los feminicidios perpetrados por la parejas o exparejas sentimentales de la mujer, al ser calificados como asesinato y afirmar que sus motivos fueron “pasionales”, por haber la mujer tomado la decisión de no continuar con la relación, o por celos; esas consideraciones machistas ponen en cabeza de la víctima buena parte de la responsabilidad. Lo que ocurre en cualquier feminicidio sin importar sus motivaciones, es un vil crimen de lesa humanidad por su sistematicidad y generalización.
Por todo lo anterior; y en memoria de Mariela Moncada, Inés Fragoso y Yina Sofía Padilla exhorto a la sociedad civil, a los opinadores y a la institucionalidad en general, para que este tema sea puesto en primer renglón, y que como nación adoptemos una posición contundente que nos obligue a proteger la vida e integridad de las mujeres y a evitar la ocurrencia de más hechos lamentables.
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