9 de junio de 2022
Por: Arleison Arcos Rivas
Ganar las elecciones suele ser el objetivo de quienes aspiran a hacerse con la mayor porción de la torta electorera. Sin embargo, suele haber más perdedores que ganadores en una contienda por el sufragio popular, pese a que desde los tiempos de Maquiavelo exista quien augure éxito en las predicciones electorales. Aunque parece obvio, en política, ganar o perder es cuestión de votos.
Movidos por el efecticismo mediático, numerólogos, astrólogos y futurólogos de toda laya sorprenden con elucubraciones y estimaciones esotéricas con las que se comprometen a adivinar el resultado de un proceso de acumulación circunstancial como el de las elecciones.
Incluso se aventuran a tal suerte personajes investidos de cierto utillaje metodológico como Allan Lichtman y Keilis Borok quienes, sorprendentemente, cuentan con un número de aciertos predictivos en elecciones presidenciales a partir de escenarios de estabilidad y turbulencia en los que cifran un conjunto de patrones asociados a cómo se ha gobernado en los Estados Unidos.
En Colombia, en las pasadas elecciones ha resultado anecdótico que el Coach y Astrólogo Daniel Daza haya acertado con los finalistas en la pasada contienda del 29 de mayo; sin que se conozca que haya validado procedimiento alguno tras tales predicciones astrales, haciendo pensar que sus aciertos son un golpe de suerte, semejante al pronóstico del tuitero Luís Ángel que se aproximó bastante tanto al orden como al número de votos obtenidos por los cuatro más opcionados, basado, según él “en un modelo estadístico sobre encuestas y con un análisis de tendencias” desconocido.
Más allá de las dudosas aproximaciones estadísticas y elucubraciones astrológicas, el pasado 29 de mayo perdieron contundentemente candidatos y sectores que seguirán jugando un importante rol al cierre del tinglado sufragista del 19 de junio.
Federico Gutiérrez, el gran perdedor de la contienda del 29M pues, de seguro finalista, pasó a ocupar la tercera posición en los comicios. Aunque su votación fue considerable, la fuerte desinflada de las últimas semanas parece le costó el retiro del pálido apoyo que el uribismo le había asegurado; repartiendo sus favores entre el candidato antioqueño y el santandereano Rodolfo Hernández, quien obtuvo la segunda mayor votación, detrás de Gustavo Petro.
Azuzado por los señalamientos de ser el elegido de Uribe y la prolongación de Duque, quiso desmarcarse del uribato y perdió su favor, evidentemente, así como dejó de ser el consentido de las dádivas de los periodistas propagandistas en los grandes medios.
El ocaso del Centro Democrático parece confirmarse con la derrota de Gutiérrez y la disminución de congresistas en esa fuerza política. Aunque Uribe no lo señaló públicamente como su ungido, Gutiérrez contó con buena parte de los votos de su colectividad. Lo dudoso es saber cómo se hizo la repartición entre las candidaturas con las que el uribato jugó a dos bandas en la primera vuelta, como queda claro por el «No perdimos Rodolfo pasó a segunda vuelta» trinado por José Obdulio Gaviria.
César Gaviria y Andrés Pastrana se sumaron a los expresidentes perdedores, junto a Álvaro Uribe Vélez. Pastrana y el conservatismo no pasaron del barullo en las urnas. Sumado a ello, la estrepitosa división entre el liberalismo gavirista y las bases liberales le jugó una mala pasada a Gutiérrez, quien sólo obtuvo voto mayoritario en su departamento y en el exterior, pese a que la curul de esta última fracción electoral quedó en manos del Pacto Histórico en las pasadas elecciones al Congreso.
La pregunta que cabe, revisados los apoyos de cara a la segunda vuelta es si una significativa fracción del liberalismo puso votos bajo cuerda en la campaña de Hernández, lo que pareciera cierto por la reciente decisión que tomaran Congresistas del Caribe y los Santanderes.
Los violentos también perdieron el 29M. Pese a que el actual gobierno hizo trizas la paz, animando con ello la proliferación de nuevas facciones armadas desreguladas, en casi la totalidad del país los electores pudieron acercarse a las urnas y manifestarse democráticamente, como ya lo habían hecho en las elecciones a Congreso, incluso en los territorios vedados para la agitación pluralista, en los que pudieron asignarse ahora las curules de paz.
Ello no necesariamente significa un logro para la fuerza pública, pues semanas atrás había dejado a su suerte a la población que en trece departamentos padeció la zozobra de un paro armado concitado por los paramilitares del Clan del Golfo o gaitanistas.
Queda por adelantar la lectura del voto joven, cuyo peso en el proceso electoral resulta decisorio. Del mismo modo, los mensajes de las alternativas en contienda, han puesto en primera plana el voto de las mujeres, quienes son mayoría en el censo electoral y a quienes uno de los candidatos, ofensivamente, prefiere ver en la cocina, lo que augura la significativa pérdida de esta fracción decisional en las urnas.
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