La expresión del cansancio
16 de marzo de 2022
Por: John Jairo Blandón Mena
Hace seis años Juan Carlos Vélez, gerente de la Campaña por el No en el plebiscito, lideró una serie de tretas y argucias junto al Uribismo en pleno para generar desinformación en torno al futuro del país, y propiciar lo que ellos mismos definieron como “que la gente saliera a votar verraca” y tumbaran en las urnas los nacientes Acuerdos entre las Farc y el Estado. La estrategia fue efectiva en lo electoral, aunque no tardó el locuaz exsenador en revelar su sistemático modus operandi que despejó las dudas de quienes eran los verdaderos enemigos de la paz.
Rememoro ese hecho porque tiene semejanzas con la fotografía electoral del país hoy, con una diferencia radical. El pasado domingo la mayoría de colombianos como en otrora, salieron a votar “verracos” pero no por una situación artificial, ni producto de la desinformación, ni manipulada, ni orquestada en los medios genuflexos al establecimiento; sino por una nación que se sumerge en el empobrecimiento extremo, en las violencias sistemáticas, en la corrupción perenne, en la inmoralidad pública; y, en síntesis, en la inviabilidad de la institucionalidad que configura todas las condiciones para que Colombia sea considerado un estado fallido.
El pasado domingo la gente salió masivamente a votar “verraca”, pero no porque desde alguna bodega se hayan pintado con eufemismos realidades amenazantes para la continuidad del statu quo, o porque alguna ideología como la de género pusiera en riesgo la hegemonía patriarcal. Los millones de ciudadanos votaron “verracos” porque la élite que ha gobernado esta república desde su nacimiento hasta hoy ha destruido la esperanza hasta de las nuevas generaciones.
El congreso electo aún mantiene castas y mafias politiqueras, que sólo subsisten porque el mismo empobrecimiento que ellas generan en sus territorios son el germen que las mantiene vivas. Sin embargo, predominaron los cambios. Aumento significativo de las mujeres tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes. Irrupción de figuras jóvenes y propositivas sin maquinarias políticas, que a pulso y con campañas principalmente mediante estrategias digitales mandaron al pabellón de quemados a buena parte de la rancia, anquilosada y corrupta clase de congresistas que hicieron del parlamento el espacio para destrozar la dignidad de los colombianos.
El Pacto Histórico es la primera fuerza electoral del país. Con mayorías en ambas cámaras destronó a la coalición de Gobierno formada desde hace décadas, no por partidos sino por asociaciones para quedarse con la burocracia y los recursos públicos. Ese comité de aplausos del mandatario de turno y sus funcionarios fue aniquilado para seguir reinando y será reemplazado seguramente por un pacto variopinto, diverso y con amplitud democrática.
Las petulantes élites jamás calcularon un descalabro como el que están presenciando. El control de los entes de control, de buena parte de los medios de comunicación y la entrega de burocracia y contratos a borbotones no les sirvió para contener la creciente ola de indignación nacional que se tradujo en votos y en curules para personas que se parecen en su indignación y en estar “verracos” a los electores que representarán.
Y lo que sigue es la presidencia para Gustavo Petro. Los otros candidatos salidos de las consultas no tienen la fuerza para hacerle mella al inmenso proyecto popular del candidato de izquierda. El desespero en las huestes uribistas los tiene desesperados, al punto que sin ningún análisis serio ordenaron la renuncia del candidato del partido para sumar su descredito e impopularidad a Federico Gutiérrez, que es tan impresentable como candidato, que no amerita dedicarle ni una línea de esta columna.
Así las cosas. La esperanza en Colombia que nos la habían robado las élites en el poder, resurgirá con un nuevo camino que como nación transitaremos.