Masacre en llano verde: efluvios de la sobre-intervención

Por: John Henry Arboleda Quiñonez

La masacre ocurrida en la ciudad de Cali, en el barrio Llano Verde, el pasado once de agosto se convirtió en el escenario expedito para corroborar como la articulación entre racismo, exclusión social, estigmatización y empobrecimiento de los habitantes negros de las barriadas del oriente de esta ciudad, sirven y tienden a ser utilizados en calidad de elementos justificatorios para la eliminación del otro. El hecho de tener la impronta de negro, joven, marginalizado y “potencial” delincuente en esta zona de la ciudad, es factor que eleva los niveles de riesgo en la existencia misma de los pobladores del Distrito de Aguablanca.

La construcción de dichos elementos que cotidianamente son activados para identificar los cuerpos de las personas negras en esta zona del Distrito de Aguablanca (comuna 15), en condición de sujetos que revisten alta peligrosidad y el poder para desestructurar las relaciones “armónicas” construidas en los vecindarios aledaños, tiene una historia reciente, pero eficaz del uso de las cargas representacionales negativas con respecto a los pobladores del barrio Llano verde en general y a los jóvenes en particular. De allí, que esta masacre se pueda encuadrar en una serie de hostigamientos, aislamientos sistemáticos y estigmatización, poco extraña a los perpetradores materiales y a los beneficiarios finales de este abominable hecho.

No podemos olvidar que Llano Verde es una urbanización, que hace parte de un programa de viviendas gratuitas liderado por el Gobierno Nacional, donde fueron reasentadas víctimas del conflicto armado y habitantes del jarillón del río Cauca que se encontraban en zona de riesgo. Las características de las personas, que inicialmente se vieron beneficiadas para acceder a casa propia de manera gratuita, fue entendido por los habitantes de las barriadas circunvecinas (Ciudad Córdoba, Morichal de Comfandi, Ciudad Córdoba reservado) como un proyecto de desestabilización de las relaciones sociales y comunitarias logradas en este sector del Distrito de Aguablanca. Cabe recordar que los habitantes de los barrios mencionados anteriormente se conciben así mismos como la clase media del oriente de la ciudad; en tanto, que la fundación y consolidación de estos barrios, fue posible gracias a la promesa de anexarlos como parte del nuevo sur de la ciudad de Cali. Promesa incumplida, puesto que la prolongación vertiginosa del Distrito los absorbería, gestando uno de los conflictos de clase latentes en el oriente de esta ciudad.

Frente a todos estos conflictos sociales motivados por la ubicación de un barrio nuevo, habitado por desplazados, víctimas del conflicto, algunos desmovilizados de las autodefensas de varias zonas del país y reasentados de las mal llamadas invasiones del Jarillón del río Cauca, azotados por los altos índices de desempleo, delincuencia común, altos niveles de segregación socio-residencial y desatención de la administración local y departamental que durante casi diez años se han mantenido al margen, brillando por su ausencia. Al parecer su responsabilidad llegó hasta el momento de la entrega de las viviendas y la vanagloria de ser de los pocos gobiernos que entregara a los necesitados, destechados de esta región vivienda propia.

La masacre del once de agosto, ese hecho abominable y vil, donde están involucrados terratenientes del sector agroindustrial, fuerza pública y civiles que la perpetraron, puso en escena una realidad trágica, pero recurrente en nuestro país. La lógica del me masacra… luego existo, apareció con toda su fuerza en este olvidado y abandonado vecindario racializado de la ciudad. Una semana después de la masacre, se podían contar por decenas los funcionarios y dependencias, quienes, en un acto de contrición hipócrita, juraban intervenir con la promesa de remediar los males estructurales que padece esta barriada de negros pobres del oriente de la ciudad. Amanecerá y veremos o sentiremos los efluvios de esa sobre-intervención afanada y nada planificada de instituciones estatales, ong´s y organizaciones que ven en Llano Verde, el reflejo de su accionar irresponsable para con los habitantes negros del Distrito de Aguablanca.

Sobre el autor

John Henry Arboleda Quiñonez. Historiador de la Universidad del Cauca. Magister en Estudios de la cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito. Doctor en Política y Gobierno del Instituto de Estudios Universitarios UCCEG de México. Doctorante en Estudios Urbanos y Ambientales del Colegio de México. Tiene amplia trayectoria de trabajo social y comunitario en el Distrito de Aguablanca. Fue director del Programa de Sociología de la Universidad del Pacifico. Autor del libro: Buscando Mejora. Migraciones, territorialidades y construcción de identidades Afrocolombianas en Cali. Ediciones Abya Yala, Quito, 2012. Autor del libro: Cogiendo su pedazo. Dinámicas migratorias y construcción de identidades Afrocolombianas en Cali. Ediciones Poder negro, Medellín, 2017.
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