El arte de los peinados africanos

Por Última actualización: 19/11/2024

Por: Iván Alberto Vergara Sinisterra

 

 

Los europeos al secuestrar a millones de africanas y africanos, y al establecer las instituciones coloniales esclavistas en América creyeron despojarlos también de su cargamento cultural ancestral, es decir su africanidad.

Nada más equivocado. Se conservaron como armas de resistencia, reaparecieron, se adaptaron y se desarrollaron para enfrentar un nuevo mundo hostil, inhumano, doloroso y se lo tomaron culturalmente. ¿Qué expresiones de la cultura en las Américas no tienen raigambre africana­?

La música, la alimentación, el deporte, la religiosidad, la filosofía, la genética, la educación, la política, la economía, la ciencia, la tecnología y entre ellas, la estética, es decir, hasta la belleza en las Américas está impregnada de los extraordinarios aportes de los africanos y africanas.

En este contexto se enmarca el arte de los peinados africanos, para nosotros, hoy, afroamericanos y afrocolombianos, como uno de los elementos de la expresión identitaria de la belleza africana en las Américas, que han trascendido los siglos de esclavización y continúan vigentes resaltando la belleza en hombres y mujeres afros, a pesar del sistema dominante querer obligarnos a renunciar de lo que naturalmente somos a través del endorracismo.

La naturaleza proporcionó al africano y africana de un bello algodón, no únicamente para proteger la masa craneana de los rayos solares africanos, sino también para hacer con él proezas estéticas, mil maravillas de sedas que vemos hoy en los diversos peinados que orgullosos nuestros pueblos exhiben a lo largo y ancho de América.

El arte de los peinados africanos hunde sus raíces en las sociedades e imperios milenarios del continente africano, cuna de la humanidad y de la civilización universal. En aquellas sociedades e imperios los peinados connotaban el poder, la posición, la riqueza y la belleza de hombres y mujeres en el marco de su propia cosmovisión estética de mundo, que posteriormente irían a influenciar los sucesivos imperios del medio y lejano oriente.

En aquellas sociedades africanas las comunidades arreglaban sus cabellos para realzar la belleza con fines prácticos o para indicar el poder, la categoría social a la que se pertenecía. El proceso podía implicar cortar, entresacar, rizar, alisar, trenzar, aclarar, oscurecer, teñir, engrasar o añadir postizos o extensiones, lo interesante de esto, eran y son las múltiples figuras y expresiones que se pueden hacer con el cabello ensortijado en nuestras comunidades.

Esta proeza estética es la que trasplanta el africano y sobre todo la mujer africana hacia América poseedora de este don, convertida en la guardiana indeclinable de la identidad cultural de las comunidades afroamericanas, que por vía materna logró sobrevivir hasta nuestros días. ¿Cuán tiempo no se gastaban nuestras abuelas en la azotea, la sala o una esquina del frente de nuestras casas peinándonos y haciendo maravillas con nuestros cabellos, para alistarnos a la escuela, a un bautizo, a una liturgia propia de la comunidad, a una primera comunión, un matrimonio, una rumba para exhibir lo que teníamos en la cabeza?

El racismo, el endorracismo, el mundo de la belleza del blanco y el sistema educativo nos llevó a despreciarnos y con ello principalmente la fibra natural de nuestras cabezas, que terminamos llenándola de aquella potasa que quemaba inmisericordemente, nuestra cabellera para alisarla, dejando islas calvas y mechones desgarbados, con todos los colores cafés y los olores inimaginables del aliser en las fibras cabelleras, sólo por querer parecernos a la mujer blanca, al hombre blanco buscando ser reconocidos en un mundo donde ya no nos interesa ser aceptados, sino el asumirnos como somos, llegando incluso al extremo de muchas mujeres a quedar calvas (inclusos los hombres), pagando con creces la osadía o por no tener recursos para tratarlo con los elementos que requiere el mantenimiento del alisado.

En la propia experiencia de Malcolm X, este fue el paso definitivo a la degradación y desprecio personal de nuestra identidad. Pero miren, que contraste hoy, a pesar que las mujeres afros se alisan, el significado de ayer cambió, ellas han demostrado hacer mil maravillas con su cabellera envidiable, amén del alisado, se hace el curry, lo ondula, lo tiñe, lo figura con peinados típicos como la cebolla, el rosquito, la churima, las trenzas, los corroscos, el moño, la banana, los embutidos, el conquistador, afro pata de gallina y completa el dominio total de la seda cabellera que la mujer u hombre mestizo blanco jamás alcanzaría con el suyo propio.

Ahora bien el arte de los peinados africanos desde los tiempos inmemoriales de la esclavización jugó un papel de trascendencia política, pues en los tiempos de las guerras cimarronas, cuando la policía y los organismos de seguridad esclavistas iban a desmantelar militarmente un palenque, las mujeres guardaban en sus cabelleras decenas de semillas que posteriormente utilizarían para plantar, sembrar y obtener nuevas cosechas en un nuevo palenque de resistencia que construían, o la audacia de convertir cada peinado en un mapa de escape, de ataques planificados, un lugar de reuniones, de encuentros, de ubicación de nuevos palenques, de advertencias, de secretos, de símbolos de la ciencia ancestral y pare de contar, etc.

En las décadas de los setentas el Movimiento afronorteamericano impuso como rebelión identitaria y política el peinado ¨afro¨, con el trincho a la mano, y que llegó a las comunidades afros en cada país de Abya Yala, desafortunadamente, creyendo que era una moda más y no la expresión del poder político negro que clamaba el afronorteamericano en su lucha contra la América racista blanca, contra la supremacía blanca.

Casi para la misma década, el gran cantante, padre y genio del Reggae, representante del Rastafarians, Bob Marley, de manera revolucionaria y extraordinaria con su música y pensamiento, impondría a todas las juventudes del mundo sus poderosas mechas de cabellos trenzadas reflejando al león del desierto y exigiendo el respeto y cariño por nuestro mundo afro, la lucha militante por la conquista de la dignidad humana de los pueblos negros de las Américas ultrajadas por la explotación e inferiorización capitalista y el amor entrañable a nuestra madre patria África, a  través de sus canciones y su peinado trenzado.

Con el renacer Cimarrón, en la década del ochenta, 1985, para ser más exacto, se lanza en Buenaventura el primer Concurso Nacional De  Peinados Afrocolombianos, seguido del concurso realizado en Pereira en 1986, en la línea de la recuperación de la identidad étnica y cultural y el realce de la belleza afrocolombiana de la mujer afro, de nuestra juventud afrocolombiana. La exhibición y el impacto fue tal, que se convirtió en una estrategia nacional, al punto que reverdecieron orgullosamente por todas partes los peinados de trenzas de hombres y mujeres afrocolombianos, que de moda se pusieron con la serie de adornos en aluminio, las pepitas, las chaquiras de todos los colores, las escarchas, entre otros y las trenzas con extensiones hasta crear una industria que inteligentemente aún no hemos sabido explotar a cabalidad.

La maestría del peinado es tal, que envidia con locura a las mujeres mestizas que van a las costas y comparten con las comunidades el arte del peinado africano con las trenzas específicamente.

En la línea de los varones, se recuperó el arte de la barbería milenaria de la época de la dinastía de los faraones negros del antiguo imperio egipcio. El rapado de cabeza con dibujos, los estilos (prieto, yérsey, figurines) y cortes específicos de barbas y bigotes es la actual expresión identitaria que hasta los varones mestizos no dudan también en asumir el corte sin reparos. Los artistas y cantantes de Rap, Hip Hop, y el Reggaetón, entre otros estilos musicales rebeldes de la juventud afroamericana, impulsan en su coreografía estética los cortes y el arte de los peinados africanos del mundo de hoy.

Recuperar, desarrollar y creativizar el arte de los peinados africanos, es mantener, recrear y desarrollar parte del poder de nuestra identidad étnica y cultural, además de ser un instrumento político para cohesionarnos y combatir el racismo estructural que embarga al mundo y a las sociedades americanas, pero también un instrumento de ingresos económicos que bien llevado empresarialmente, ligado a la producción de una propia línea de cosméticos, es decir jabón de tocador, champú, labiales, productos para la piel que otrora fabricaban y hacían nuestras abuelas, nos harían dueños de un mercado comunitario que aún no sido explotado en nuestras comunidades afrocolombianas.

Se hace necesario y exigente poner en práctica la capacidad y creatividad industrial de la comunidad afrocolombianas para que sea dueña y sujetos de su propio destino en este campo que tiene mucha brecha que lograr. Parafraseando a Malcolm X, ¨Debemos aprender que somos dueños de nuestro destino, solo cuando hacemos los máximos esfuerzos por realizar nuestros objetivos¨ entre ellos nuestros sueños económicos y empresariales comunitarios, más allá de ello, el poder de la representación.

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