Colombia, “la república del silencio”

By Last Updated: 19/11/2024

 

21 de junio de 2021

Por: Rudy Amanda Hurtado Garcés

Desde la formación de la república de la Gran Colombia en 1819 se selló el “pacto del silencio” entre las élites criollas independentistas, a través del cual se protegieron los unos a los otros para no debilitarse mutuamente y así mantener su hegemonía como clase. A lo largo de la historia política del país hay muchos relatos que demuestran cómo ha funcionado este pacto republicano blanco, patriarcal y antipopular. Uno de esos retratos se da en torno a los debates sobre la abolición legal de la esclavitud en el Congreso de Angostura (entre febrero de 1819 y julio de 1821), en donde las élites criollas optaron por continuar con la existencia de la institución de la esclavitud y con ello, preservar sus privilegios raciales y de clase, es decir, conservar la fuerza de trabajo esclavizada, restringir el acceso a la ciudadanía, a la tierra y a la educación, esto para mantener su hegemonía en tanto clase. Incluso recurrieron a la propagación de la idea de una “guerra de razas”, “guerra de colores”, a pesar de que, para ese momento, las luchas abolicionistas de la población esclavizada contaban con fuertes procesos de subjetivación política como la Revolución Haitiana (1791 – 1804), y el republicanismo anticolonial negro en las américas.

Este “pacto del silencio” ha tenido sus contradicciones, fisuras, también se han asesinado y traicionado entre ellos, incluso, tras el estallido de la guerra de los supremos, con el levantamiento de José María Obando en febrero de 1840 rompieron las relaciones de colaboración, pero estas grietas no perduran por mucho tiempo, las alianzas entre estas élites se renuevan y se sellan una vez más, hecho que queda registrado en la declaración de la Constitución de Rionegro de 1863, en la cual se protegen entre sí para evitar que el republicanismo plebeyo, negro, se tome el poder del Estado y sus instituciones.

El “silencio” como consenso de clase llega a tal nivel de despotismo ilustrado a mediados del siglo XX que, durante la vigencia del Frente Nacional, pacto político electoral entre algunas fracciones de las élites del partido liberal y del partido conservador que cierran el sistema de partidos y las vías democráticas en medio de una fuerte ola de violencia política; era el auge de las guerrillas liberales, el bandolerismo y la proliferación de la financiación de la policía secreta del partido conservador: “los chulavitas” formación temprana del paramilitarismo conservador. Quienes bajo un acuerdo bipartidista le decían al país que le pondrían fin a la violencia política y mientras tanto se consolidaban como la hegemonía partidista en el país.

Este pacto deberíamos entenderlo a mayor profundidad como pueblos, pues a través de este ficticio silencio se han garantizado por 200 años el poder político de las élites, el cual se van intercambiando con cada periodo presidencial, un ejercicio de mezquindad histórica que supone la rotación del poder entre ellos para el despojo, la expropiación de las inmensas mayorías, es decir, de las y los empobrecidos o en palabras de Fanón “los condenados de la tierra”. Entender estos “pactos del silencio”, que aquí son enunciados de manera muy general, es una necesidad inaplazable y la cual supone una exploración profunda de hechos, de nombres propios, de acuerdos, de firmas. Una revisión del “papelerío santanderista”, pero además implica comprender con agudeza la disputa a la que nos han llevado estas élites que viven cómodas en ese relato, que siempre se ha basado en la eliminación, una violencia que recae y siempre ha recaído sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestros territorios.

El silencio ha sido históricamente un hecho material que ha sostenido el poder de las élites en Colombia, el poder de colaboración entre sí, el cual, si no lo entendemos y desmantelamos, seguirá configurando las condiciones perfectas para que sigan sosteniendo sus privilegios raciales, patriarcales y de clase.

¿Ya inscribieron la cédula?

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