Notas marginales sobre los Olímpicos Tokio 2021
28 de julio de 2021
Por: John Jairo Blandón Mena
Desde los de Sídney en el 2000, he seguido con atención los sucesivos Juegos Olímpicos. Considero que no hay otro evento más magno a nivel deportivo; aunque el Mundial de Fútbol o el Super Bowl mueven tanto o más televidentes y millones de dólares en pauta comercial y derechos de televisión que las olimpiadas, éstas son únicas por su historia milenaria, la interacción en competencia de los mejores atletas de más de 200 naciones en 33 disciplinas deportivas y el termómetro que implica para el poderío de las potencias disputar el ranking en el medallero.
Cada una de las diferentes ediciones de los Olímpicos tuvo un tinte especial. Desde que se inició su realización en la era moderna con los de Atenas en 1896, solo fueron suspendidos en 1916, 1940 y 1944, debido al estallido de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Y, a propósito de guerras, no hay un símbolo que represente más la paz que los cinco anillos olímpicos entrelazados. Ellos simbolizan a los continentes unidos en amistad deportiva. Amistad deportiva que de haber sido llevada al ejercicio de la política le hubiera evitado varios millones de muertos y las varias guerras intercontinentales a las que ha asistido el mundo.
Estos Olímpicos en la capital nipona que les correspondía realizarse en 2020, pero que se movieron para este año por efecto del Covid-19 han sido sumamente sui generis. Se incluyeron cinco deportes nuevos: karate, surf, escalada deportiva, skateboarding y el baloncesto 3×3. Y, regresaron el béisbol y el softbol, que habían sido retirados por el Comité Olímpico desde Beijing 2008. Ya se anuncia, que para los Juegos Olímpicos de París 2024 se incluirá el breakdance. Los costos de estas justas estuvieron por encima de los US$12.600 millones, para dimensionarlo, equivale casi a una quinta parte del Presupuesto General de la Nación colombiana para 2021.
Hay un sinnúmero de hechos notables que he visto en la transmisión nocturna y de madrugada que obliga las 14 horas de diferencia existentes entre Tokio y Colombia. Mencionaré tres que me parecen tienen una incidencia más allá de lo estrictamente deportivo.
- Sorprendió el abandono de Simone Biles, considerada la mejor gimnasta del mundo, y de quien se esperaba que fuera nuevamente la figura de estos Juegos como lo fue en Rio 2016, y como lo fue su compatriota Michael Phelps en Londres 2012, en unos y otros, tanto ella como él obtuvieron 4 medallas de oro. Su retirada sorprendió positivamente. Pues, adujo que dejaba la prueba final por equipos para proteger su salud mental. Entre sus declaraciones mencionó varias frases inteligentísimas, que deberían romper con la instrumentalización que el capital hace de los deportistas.
«Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos».
“No somos sólo atletas. Somos personas al fin y al cabo y a veces hay que dar un paso atrás».
- Los judocas Fethi Nourine y Mohamed Abdalrasool, de Argelia y Sudán Respectivamente, se retiraron de los Juegos Olímpicos cuando les tocó disputar con un contrincante israelí. Todo lo hicieron en apoyo a la causa palestina. El argelino expresó después de su declinación que “Trabajamos muy duro para llegar a los Juegos Olímpicos, pero por la causa palestina es una decisión irreversible”. `
Aunque esto abre el debate entre la relación que debe haber entre deporte y política; personalmente pienso que, la política no puede escindirse de ningún acto de la vida. Todo lo que se hace tiene un contenido político. Y, los deportistas, los artistas y los sujetos públicos deben encarnar una acción contra la injusticia. Tal como lo hizo Muhammad Ali, Tommy Smith y John Carlos contra el racismo, Jesse Owens contra el Nazismo, Didier Drogba contra la guerra civil en su país, las jugadoras de la selección de rugby española contra el machismo o Alphonso Davies en contra de la violencia para los refugiados e inmigrantes en Europa. Por solo citar algunos.
- La sanción de cuatro años sin participar en competiciones internacionales en contra de Rusia impuesta por el Comité Olímpico por el dopaje sistemático de centenares atletas entre 2011 y 2015, llevo a que sus deportistas no pudieran portar la bandera de su país durante estos Juegos, y que en la entrega de medallas en el podio no sonara su himno. Este castigo que pareciera simbólico, no lo es. Para un competidor portar los distintivos de su país y escuchar su himno nacional mientras recibe una medalla es una cuestión de honor y pundonor deportivo.
Por último; la presentación de Colombia hasta el momento parece que no va superar lo hecho en Rio 2016 donde se obtuvieron 3 oros, 2 platas y 3 bronces. Hasta hoy, solamente contamos con la medalla de plata obtenida por el levantador de pesas Luis Javier Mosquera Lozano. Aún falta camino por andar, esperemos contar con mejor suerte.