La afrocolombianidad electoral

02 de febrero de 2022

 

 

Por: John Henry Arboleda Quiñonez

La actual contienda electoral del país está marcada por una serie de hechos coyunturales que hacen presagiar un cambio drástico en la composición de los espacios de representación en el Senado y Cámara de la República. Tener como antesala a esta “fiesta” electoral los levantamientos sociales y populares del mes de noviembre del año 2019, junto al paro nacional del primer semestre del 2021, todo en un contexto marcado por la pandemia del Covid-19 y el confinamiento de la población, exacerbaron las voces de inconformidad y demostraron, sin ambages, las brechas de desigualdad social y económica presentes en la sociedad colombiana.

Todas estas situaciones, aunadas a la descomposición ética y la lumpenería de la corrupción mostrada por la actual administración y su partido-coalición de gobierno y el desplome estrepitoso del Uribismo, redundaron en la emergencia de proyectos político-electorales en apariencia “alternativos”, los cuales tienen como consigna genérica, superar el malestar incubado entre la población. Entre estos proyectos electorales surgidos, consolidados o reeditados en este periodo, es necesario resaltar los pertenecientes a los pueblos negros y afrocolombianos, debido a la inusitada avalancha de candidatos y candidatas, que avalados o apalancados por la dinámica organizativa y comunitaria, o no, han decidido participar de estos comicios.

Los espacios habilitados por la legislación étnica, en la actualidad son un campo tenso de disputa donde intervienen desde organizaciones comunitarias, organizaciones no gubernamentales, partidos tradicionales de viejo y nuevo cuño, hasta gamonales políticos reencauchados, queriendo, al mejor estilo del proyecto ubérrimo, gobernar en cuerpo ajeno. Tal situación, dificulta aún más el sueño de “asegurar la voz de las minorías”, tal como lo expresara uno de los entusiastas autores del multiculturalismo liberal de finales del siglo pasado. Por otro lado, organizaciones de base, anclados en las comunidades negras o fingiendo estarlo, despliegan toda su artillería para alcanzar-construir alianzas que les aseguren su participación electoral. 

En esta coyuntura electoral, más que en otras, vemos una rica composición de tácticas electoreras, discursos mañosamente contextualizados a las realidades de nuestros pueblos y aspirantes alineados convenientemente al grupo, sector o jefe político que mayores réditos les represente. Hoy es inusual observar candidatos que presumen provenir de procesos sociales y parte del movimiento social, haciendo alianzas fácticas con la centro derecha, la derecha o el centro, tendencias en otrora renuentes a reconocer la valía política de las comunidades organizadas y el peso de los liderazgos afrocolombianos. Quizás hoy dichos sectores y los candidatos afros que a ellos recurren, lo hagan con la máxima de que la política es dinámica y aguanta todo.

Como resultado de esta lógica, en la actual coyuntura vemos, escindirse procesos organizativos-comunitarios, que hasta hace muy poco tiempo, lucían en apariencia cohesionados y direccionados hacia la reivindicación de los derechos de los pueblos de la diáspora africana en Colombia. Antiguas articulaciones programáticas del pueblo afro, representadas en los espacios deliberativos y decisorios de nivel nacional, que nunca estuvieron exentos de conflictividades internas y externas, hoy, definitivamente, se desvanecen entre intereses particulares y personalistas que fortalecen la ley del Yosotros.

Dichos espacios nacionales, fueron ninguneados, anulados y poco respetados por los y las aspirantes a ocupar escaños en Senado y Cámara. Sobre todo los que afirman estar siguiendo un mandato de su pueblo, el mismo que no fue convocado con antelación a la decisión de lanzarse a las arenas del voto, el conteo, el control de electores y esta suerte de azares propios del combate democratero. Una vez más quedamos atrapados en esa disyuntiva de aquellos y aquellas que consideran el color de la piel, las pertenencias étnicas y culturales como factor de cohesión política automática de los sectores organizados y de la comunidad en general del pueblo.

Nuevamente estaremos ante la amenaza de ser tildados de poco coherentes, de practicantes del cangrejismo, desarticulados y enemigos de nuestros “propios” aspirantes. Poco o nada se dirá de las propuestas sobre organizar congresos regionales, foros locales, habilitación de espacios con el fin de ir perfilando nuestros y nuestras candidatas, avaladas y avalados por y desde las comunidades junto a sus respectivas organizaciones. Todas estas fueron desoídas, en demostración de un acto autofágico y autorreferencial, de quienes se autoproclamaron como nuestros mejores cuadros y por ello, los aspirantes por excelencia a representarnos; aunque su trabajo comunitario, organizativo y social, junto a su trayectoria, demuestren lo contrario.

Sobre el autor

John Henry Arboleda Quiñonez. Historiador de la Universidad del Cauca. Magister en Estudios de la cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito. Doctor en Política y Gobierno del Instituto de Estudios Universitarios UCCEG de México. Doctorante en Estudios Urbanos y Ambientales del Colegio de México. Tiene amplia trayectoria de trabajo social y comunitario en el Distrito de Aguablanca. Fue director del Programa de Sociología de la Universidad del Pacifico. Autor del libro: Buscando Mejora. Migraciones, territorialidades y construcción de identidades Afrocolombianas en Cali. Ediciones Abya Yala, Quito, 2012. Autor del libro: Cogiendo su pedazo. Dinámicas migratorias y construcción de identidades Afrocolombianas en Cali. Ediciones Poder negro, Medellín, 2017.
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CARLOS

HOLA JHON HENRY, ESPERO SE ENCUENTRE BIEN. UN SALUDOS DE CARLOS QUIÑONES DESDE CHILE..

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