15 de julio de 2023
Por: Yeison Arcadio Meneses Copete
Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos
La construcción de residencias universitarias es tan imperiosa como la construcción de nuevas sedes universitarias o nuevas universidades. En un contexto de notorias desigualdades e inequidades socioeconómicas, el acceso a la universidad no es garantía de permanencia y graduación exitosa. De hecho, según el informe del Laboratorio de Economía de la Educación de la Pontificia Universidad Javeriana de 2023, los niveles de deserción en educación superior son preocupantes.
“En Colombia, entre el año 2000 y el 2021, en promedio la tasa de deserción anual fue de 11,0%. Es decir que, en promedio en cada semestre, 1 de cada 10 estudiantes que estaban matriculados en la educación superior no continúan con sus estudios y salieron del sistema. Ante la pandemia por Covid-19, en el segundo semestre de 2020 la tasa de deserción del sistema fue de 12,7%, un valor superior al promedio de las dos décadas; y, en el segundo semestre de 2021 fue de 12,3%. Sin embargo, en el periodo estudiado, la mayor tasa de deserción del sistema se registró en el segundo semestre de 2007 (15,7%)”.
El informe es preciso en señalar que “la tasa de deserción disminuye a medida que aumenta el estrato socioeconómico: para el segundo semestre de 2021, entre los estudiantes de estrato 1 la tasa de deserción del sistema fue 13,3%, mientras que entre los estudiantes de estrato 6 fue de 7,1%”. En este sentido, seguramente, son las poblaciones de estudiantes pertenecientes a comunidades campesinas, etnizadas, racializadas, rurales y populares las más afectadas.
De otro modo, la educación superior en Colombia sigue siendo un privilegio y, desafortunadamente, las medidas empleadas (por ejemplo, las cuotas y la gratuidad) para aumentar la participación en las universidades de la población excluida sistemáticamente no corresponden con los retos multidimensionales que enfrentan estos grupos poblacionales en las instituciones.
Por tanto, la política de Matrícula Cero debe fortalecerse mediante la construcción de una infraestructura física y una política de bienestar robusta que garantice cobertura, calidad y facilite la permanencia y la graduación exitosa.
La nueva política propuesta para la educación superior debería llamar la atención de toda la sociedad colombiana. Dada su relevancia, los medios de comunicación deberían estar interrogando, debatiendo y difundiendo en sus plataformas las posibilidades que esta norma ofrece a cientos de miles de ciudadanos en una sociedad tan desigual y ansiosa de paz como la nuestra.
De la educación de la sociedad depende su prosperidad, bienestar y cultura de paz. Las transformaciones sociales, políticas, culturales, científicas y ambientales son posibles en la medida en que la educación de toda la ciudadanía se convierte en una prioridad para el Estado. Un sistema educativo consolidado y articulado puede potenciar una filosofía ciudadana proclive a la vida, el bienestar social, la dignificación y el silenciamiento de las violencias.
Entonces, si la educación y las ciencias se convierten en pilares, el mensaje que se entrega a la sociedad es que el Estado cree y fortalece los talentos, capacidades y las potencialidades de sus ciudadanías.
De ahí que sea sine qua non que toda la colombianidad se comprometa con las discusiones que reforman la ley 30 de 1992. Asimismo, es de vital importancia que aportemos ideas para que hablemos no solo de cobertura, el ingreso de las personas al claustro universitario, sino de la permanencia y la graduación exitosa. Por supuesto, es también necesario detenernos en los debates necesarios sobre la pertinencia-calidad de la formación, la justicia curricular, la empleabilidad y capacidad creativa. Estos pueden ser temas en notas siguientes.
Las residencias universitarias rurales y urbanas (incluso para la secundaria en algunas regiones) son estructuras absolutamente necesarias en una Colombia ignominiosamente desigual y excluyente, en aras de garantizar que, los 500 mil estudiantes adicionales, proyectados para el cuatrienio, y las generaciones futuras, puedan acceder, permanecer y graduarse de las universidades.
Debo decir que Colombia tuvo un sistema de residencias universitarias, de las cuales solo quedan las residencias de la Universidad de Caldas y de la Universidad Nacional sede Manizales (No tengo conocimiento de otras). Conozco muy bien su importancia porque durante casi 5 años viví en las residencias. Sin esta posibilidad y otras políticas de bienestar universitario (subsidios de alimentación y becas de compensación, por ejemplo) no hubiese terminado quizá mi Licenciatura en Lenguas Modernas y no hubiera obtenido la conciencia y las herramientas para emprender un camino que me trajera al grado de doctorado, entre otros.
Estos espacios son, además, escenarios de enriquecimiento personal, lingüístico, académico, cultural y político. Los intercambios frecuentes, las reuniones, las festividades, la organización de aseos, la olla colectiva, el reconocerse en la historia del otro, el completar el plato de alguien o el compartir algunos productos para dar de comer al que no disponía de almuerzo o cena son formas de generar cohesión y sensibilidad social. Estos elementos son trascendentales en el camino hacia el Vivir sabroso en Colombia.
Asimismo, los sistemas de residencias son estructuras conexas y naturalizadas de la vida universitaria en países como Francia, Costa de Marfil y España, por mencionar algunos. De manera que esto no es un fenómeno reciente. En África o en Europa, esta política universitaria permite que nacionales y extranjeros logren formarse y convertirse en profesionales. La efectividad de la puesta en marcha de esta puede ser corroborada por cientos de miles de estudiantes y profesionales nacionales e internacionales que en algún momento habitan y habitaron estos espacios.
Finalmente, como docente-investigador apasionado por la educación, celebro que la educación, como derecho, sea considerada columna vertebral de la agenda de cambio planteada por el gobierno del presidente, Dr. Gustavo Petro, y la vicepresidenta y ministra, Dra. Francia Márquez. Es claro que educar la ciudadanía con equidad, pertinencia, calidad y dignidad representará una base central para hacer de Colombia una Potencia de la Vida. Por esta razón, la sociedad colombiana en pleno debe estar atenta para que la nueva política y su implementación estén a la altura de los retos del país. Aunque podemos hablar de otros aspectos, estimo que las residencias universitarias podrían ser determinantes en el logro de las metas planteadas por el gobierno a través del Ministerio de Educación, liderado por la Dra. Aurora Vergara Figueroa.
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