Por: Rudy Amanda Hurtado Garcés
Desde el pasado martes 25 de mayo, se están realizando en las principales ciudades de Colombia las “marchas del silencio”, a través de las cuales se exige la finalización del paro, pero además y fundamentalmente se respaldan las acciones desarrolladas por la fuerza pública en el marco del paro nacional. A la fecha, el Observatorio de Conflictividades de Indepaz, reporta que han sido asesinadas 66 personas en las jornadas de marchas, bloqueos, movilizaciones y concentraciones, en donde 32 de ellas se identificó que fueron perpetuadas por miembros de la fuerza pública.
Las subjetividades que apoyan, alientan y reconocen este accionar de la fuerza pública y la asistencia militar, se autoproclaman como la “gente de bien”. Visten camisetas blancas en las marchas, representan a las burguesías regionales, aunque no solo marchan personas de esas burguesías regionales, lo cual debe llevarnos a complejizar aún más el análisis y preguntas que nos hacemos de este momento. Esta “gente de bien” también son militantes de los partidos políticos de la coalición del gobierno, quienes han declarado como enemigo interno a manifestantes que señalan como los “vándalos” y a quienes en sus delirios han construido como “castro-chavismo”, generando un absurdo miedo político que les ha resultado muy pertinente en épocas electorales o cuando han buscado atacar la autonomía del pueblo venezolano. Incluso, esta “gente de bien”, combina sus camisas blancas y sus carros de alta gama con armas de largo alcance que han usado en ciudades como Cali y Medellín para intimidar, pero que además han disparado en contra de quienes se movilizan ejerciendo su derecho a la protesta social en complicidad con la fuerza pública.
Esta racionalidad blanca, patriarcal y guerrerista, de la “gente de bien” es legitimada por el presidente de la república, que al viajar a la ciudad de Cali, bastión de resistencia del paro nacional, fue recibido con aplausos, felicitaciones y agradecimientos por los ciudadanos del barrio de Ciudad Jardín, barrio a donde llegó el presidente y en donde algunos de sus habitantes, el pasado 9 de mayo dispararon contra integrantes del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC. A esta “gente de bien” cuando marcha, los canales de televisión privados RCN y Caracol, les hace cubrimiento especial y se solidariza con ellos vistiendo camisetas blancas. También tienen respaldo y colaboración de las mayorías del congreso, cuando en el debate de moción de censura al Ministro de Defensa Diego Molano, respaldaron sus acciones y gestiones para disipar de forma molecular el paro nacional. El Estado y sus instituciones les pertenece como clase, y esa legitimidad incluye el derecho de asesinar, judicializar, desaparecer y torturar a quienes son sus enemigos de clase, a los condenados de este país, gente negra, indígena, popular y campesina.
¿Qué legitima este accionar de la gente de bien? ¿Esto acaso será una dislocación de sentidos? ¿Es una nueva cepa de psicosis que ha desarrollado las burguesías en Colombia? Situación que se refleja en las enmarcaciones ideológicas de sus cuadros políticos, cuando en redes sociales, arguyen que en las marchas del silencio están movilizados colombianos por la tranquilidad, el orden, el derecho al trabajo, las soluciones sociales y el derecho a la democracia.
Sin lugar a dudas se trata de una dislocación de sentido, la creación de un mundo mórbido cíclico para la “gente de bien” que incluso parecen no recordar que la Marcha del Silencio ha sido en la historia Colombiana una forma de rechazo a la violencia institucional de las élites. Esa que “la gente de bien” hoy defiende un sentido común fascista del “orden y la patria” no recuerdan que la primera marcha del silencio fue convocada el 7 de febrero de 1948 en la ciudad de Bogotá por Jorge Eliécer Gaitán para rechazar los asesinatos y la violencia de la fuerza pública contra la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria y que la segunda fue en 1989, como respuesta al asesinato de Luis Carlos Galán. La psicosis es tal que las estéticas contestatarias de la “gente de bien” distorsiona la historia política del país.
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