La complicidad entre la guerra y el racismo

5 de marzo de 2022

 

 

Por: Diana Lorena Montaño Riasco

 

 

En 1977 se lanzaba el primer álbum entre Willie Colón y Rubén Blades, uno de sus éxitos fue la canción -según el color- , un tema contra la injusticia social que se vivía en su época, injusticia que no se ha detenido 45 años después. Así, que porque no volver a corear que “todo es según el color del cristal con que se mira: unos tienen dinero a montón y otros sólo dolor en la vida”, y el prisma de los últimos hechos del 2022, a propósito de la búsqueda de refugio de los residentes en Ucrania, quienes huyen de los bombardeos, ha determinado que el color del cristal es europeo, blanco y con ojos azules, lo que implica una arremetida de desventajas para quienes no cumplen con los rasgos fenotípicos socio–culturalmente impuestos como aceptables. Así que, vuelven a enarbolarse los discursos de superioridad racial sutilmente, exacerbando los privilegios raciales en medio de una confrontación bélica. Aunque, lamentablemente esto no es una novedad.

En el 2021 se negó la condición de refugiados a miles de haitianos en varios países del continente americano, llegando hasta el uso de la fuerza excesiva para impedir el ingreso a países como México, Estados Unidos y Chile, además se les recluía en campamentos sin condiciones mínimas de salubridad, sin comida y en ocasiones a la intemperie. Para la época “Un informe de Amnistía Internacional (AI) y Haitian Bridge Alliance (HBA), informaba que varios Estados de la región [América] no están brindando seguridad a las personas haitianas frente a una serie de violaciones de Derechos Humanos”[i]. A pesar de la crisis humanitaria que vivía Haití en esos momentos, el racismo sistemático de las naciones del continente, socavó la protección, asistencia y atención de más de 10.800 haitianos, sumándole a esto la negación y el impedimento de la realización de su solicitud de asilo o refugio.

Por otra parte, en Colombia la guerra interna entre el ejército, ELN, la segunda Marquetalia, autodefensas gaitanistas y las Águilas Negras, ha implicado el  desplazamiento interno de comunidades negras e indígenas, los refugiados internos colombianos que las políticas nacionales intentan ocultar, debido al racismo que exhalan los mandatarios de este país, detentando su superioridad racial -esas dos gotas de sangre europea- que les hacen querer exterminar a como de lugar a quienes no las detentan fenotípicamente. 

Así, vale traer a la memoria que desde agosto del 2021 se encuentran asentadas 12 comunidades indígenas en el Parque Nacional de la ciudad de Bogotá, quienes se denominan -Autoridades Indígenas de Bacatá- las cuales han realizado tres solicitudes al Estado “garantizar el retorno y la reparación, el reasentamiento a través de arriendos transitorios o el traslado a un lugar que pueda albergar al colectivo y garantizar su participación en la implementación de la política pública indígena en la ciudad”[ii]. Sin embargo, ni la alcaldía de Bogotá se ha sentado a negociar con estas comunidades, y en su lugar los vecinos han interpuesto “una acción para el restablecimiento del espacio público”[iii], mostrando un total desinterés por la situación social de estos pueblos.

Las desventajas raciales de quienes no hacen parte de lo definido como blanco llegan a ser tan deshumanizantes, impidiendo que cualquier práctica institucional restablezca los derechos humanos de las personas negras e indígenas arrebatados por la guerra armada interna colombiana. Además, revelan como la indolencia de la gran parte de sus coterráneos se sostiene a través de imaginarios y prejuicios raciales, que niegan el reconocimiento de los derechos civiles y colectivos de estas comunidades.

Los discursos de odio racial que se han interpelado mediáticamente en la coyuntura de la guerra entre Rusia y Ucrania, no están limitados a una zona geográfica ni a las autoridades migratorias de este o aquel país, sino que también se han extendido, nutrido y arraigado desde la época colonial a otras geografías del mundo, minando las humanidades que no corresponden al prisma de las tonalidades del blanco.

Estas situaciones esbozadas, proponen un desafío para quienes pertenecemos a la otredad sin privilegios, sin oportunidades, sin garantías dignas para vivir humanamente en el mundo. Un desafío que nos obliga a vernos como provistxs de ciudadanías de cristal, frágiles y desprivilegiadxs en democracias igualitarias, y  quizás, reconocer que esas democracias erigidas como fruto de la ruptura con los estados colonialistas, no son más que realidades falseadas; por lo que es hora de definirnos fuera de estos sistemas, imaginándonos y  apostándole a otras sistemas posibles  de justicia social y equidad, y con ello, evitando revivir el Dejavú constante de nuestra deshumanización.

[i] Deportaciones masivas, violencia, racismo y reclusión: organizaciones civiles denuncian la situación de los migrantes haitianos en América. https://elpais.com/mexico/2021-10-28/deportaciones-masivas-violencia-racismo-y-reclusion-organizaciones-civiles-denuncian-la-situacion-de-los-migrantes-haitianos-en-america.html

[ii] Las tensiones detrás de los indígenas en el Parque Nacional. https://www.elespectador.com/bogota/las-tensiones-detras-de-los-indigenas-en-el-parque-nacional-en-bogota/

[iii] Ibid.

Sobre el autor

Con ascendencia guapireña, nacida en Bogotá. Estudió en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, graduándose como Licenciada en Lengua Castellana y Humanidades. fue becaria del programa de inglés Martin Luther King Junior. Desde el 2004 comenzó su camino como activista en el movimiento afrocolombiano en el Colectivo de Estudiantes Universitarios Afrocolombianos (CEUNA). La apuesta de construcción colectiva desde fraternidad y la espiritualidad, son un lugar de enunciación en su vida. Por lo que, actualmente, se nutre compartiendo reflexiones, con otras hermanas, sobre la fuerza vital en la creación y transformación de las opresiones de las mujeres negras dentro del espacio de Colectiva Matamba Acción Afrodiaspórica; apoya la “ Escuela Yemayá” proceso emancipador que se adelantan en Bogotá con la fundación CISPAC, enseñándoles sobre la historia de África y su diáspora en Colombia a niñas, niños y jóvenes afrocolombianas; y, también se sostiene cada día de su existencia por la presencia y comunicación con sus ancestras y ancestros a través del escenario espiritual “Templo Sobrevivientes de África”.
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