Las desgracias de Quibdó

30 de abril de 2024

Por: John Jairo Blandón Mena

La capital chocoana padece en la actualidad dos tragedias sistemáticas que parecieran agudizarse con el paso del tiempo. El desempleo y la violencia en Quibdó crecen año tras año, los más golpeados por ambos flagelos son los jóvenes; quienes además de no tener esperanzas de materializar sus proyectos productivos y laborales en su ciudad, se ven obligados a vivir con la amenaza constante de la muerte en medio de las sangrientas disputas que poderosas estructuras armadas tienen por el control territorial y de las rentas criminales.

Las sucesivas mediciones del Departamento Nacional de Estadística (DANE) posicionan a Quibdó como la ciudad con el mayor desempleo. La tasa general de desocupación de 28% duplica la media del país; y la de los jóvenes es aún más preocupante, pues llega a un 35% siendo la ciudad con el más alto desempleo de personas menores de 28 años de Colombia. El anterior dato complementado con que solamente 1 de cada 4 bachilleres ingresan a la educación superior, deja a merced de la ilegalidad y la informalidad a la mayor parte de la juventud quibdoseña.

En este contexto, grupos armados de paramilitares y narcotraficantes se tomaron a Quibdó y han arreciado con acciones de reclutamiento e instrumentalización de menores de edad y jóvenes como informantes, para transporte y tráfico de drogas; y en general para actividades criminales, especialmente el sicariato. Hay territorios de la ciudad como la Zona Norte, que se han convertido en espacios vedados para las autoridades policivas; además, que por la histórica falta de saneamiento básico y de infraestructura de servicios públicos es evidente que la institucionalidad del Estado nunca ha pasado por allí.

En Quibdó, alrededor del 60% de los habitantes de Quibdó es menor de 28 años; y más de la mitad de su población es víctima del conflicto armado. Los últimos siete años han sido aciagos para unos y otros: más de 600 jóvenes asesinados y condiciones de revictimización que incluyen desplazamientos, amenazas, extorsiones y la convivencia cotidiana con la violencia.

Los niveles de empobrecimiento, abandono estatal y violencia en Quibdó deberían generar una acción especial por parte del Estado de reparación y restablecimiento constitucional en Quibdó. Recientemente, escribí en este portal la columna “El Chocó es una bomba de tiempo” (https://diaspora.com.co/el-choco-es-una-bomba-de-tiempo/); ese mismo calificativo le atribuyo a la situación de su capital.

No puede ser natural que los habitantes de Quibdó tengan que hacer parte de su diario vivir la extorsión permanente, la violencia expandida por todos los rincones de la ciudad y el control territorial de varias estructuras armadas. Debe ser inaceptable que los constantes asesinatos y hombres armados al margen de la ley recorriendo las calles de sus populosos y empobrecidos barrios sean parte del paisaje de la ciudad.

Los quibdoseños siguen esperando un cambio real que les garantice su dignidad y condiciones para vivir en paz. Hasta hoy, el Estado colombiano no ha tratado con respeto a los chocoanos.