1 de julio de 2022
Por: John Jairo Blandón Mena
El programa de gobierno con el que se hizo elegir Gustavo Petro es el más ambicioso en reformas institucionales y programas sociales de las últimas décadas. Los cálculos macroeconómicos más austeros coinciden en que la total ejecución programática del presidente electo sobrepasaría los 100 billones de pesos en su cuatrienio de gobierno. Por eso, y ya lo dijo el mismo Petro, su prioridad para el 2022 será la aprobación de la reforma tributaria que ya están cocinando sus equipos económicos.
Y es que de la aprobación de esa reforma dependerá que programas como el ingreso mínimo para los ancianos que carecen de pensión, y para las madres cabeza de hogar cuyos hijos están en la primera infancia puedan materializarse. Ese trámite legislativo pondrá a prueba la gran coalición parlamentaria que logro Petro, y que tendrá su primera prueba de lealtad al ejecutivo en la aprobación de esta reforma tributaria.
De las 12 reformas tributarias que se han hecho en los últimos años en Colombia, ninguna ha logrado recaudos por encima de los 16 billones. Sin embargo, Petro aspira recaudar 55 billones, y algunos miembros de su equipo técnico económico afirman que esa cifra pudiera ser aún mayor. No será fácil el trámite legislativo, que en materia tributaria termina aprobando reformas muy distintas en espíritu a las presentadas por el ejecutivo, donde los llamados “micos” aparecen en los textos generalmente, otorgando beneficios a quienes deberían gravarse en mayor proporción.
La bancada del Pacto Histórico conformada casi paritariamente por novatos y experimentados legisladores tendrá una enorme responsabilidad en el éxito de Petro. Ellos y ellas deberán liderar la compleja operación parlamentaria que garantice la aprobación de las leyes que necesita el presidente para gobernar. Aun la coalición no es sólida, buena parte de su funcionabilidad dependerá de la conformación del gabinete y de la estructura institucional del gobierno. Aquí el voto de cada congresista deberá conseguirse y mantenerse con las decisiones que tome Petro respecto a cómo estructurará el poder ejecutivo.
No hay otra manera de gobernar en el marco de la Constitución. Las alianzas y pactos interpartidistas se hacen fundamentales para poder tener la estructura legal que permita la ejecución del plan de gobierno. Petro conoce esto a la perfección, y por eso, casi concomitante a su triunfo adhirió como socios parlamentarios al Partido Liberal y a una importante facción del Conservador; y éstos sumados a los ya miembros del Pacto Histórico, y a la U y a Cambio Radical que no harán oposición, sino que votarán como lo han hecho históricamente, de acuerdo a su participación burocrática, garantizan de inicio un panorama favorable para Petro en el Congreso de la República.
Con todo y lo anterior, el mayor escollo que afrontará Petro en este proceso no estará propiamente en el Congreso. El empresariado y los sectores adinerados del país se opondrán a la progresividad tributaria que introducirá la reforma, y especialmente, al impuesto a los dividendos. En esa misma línea, la ya anunciada derogación que Petro intentará de la última reforma tributaria de Duque que otorgó más exenciones al capital foráneo podría generar una parálisis legislativa que seguramente los lobistas intentarán.
La tarea no será fácil. Pero a Gustavo Petro se eligió para que hiciera lo complejo. Lo fácil ya lo hicieron sus antecesores, con las nefastas consecuencias para la nación.
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