La nueva guerra

By Last Updated: 19/11/2024

25 de enero de 2022

 

Por: John Jairo Blandón Mena

Los recientes enfrentamientos entre distintos grupos armados en Arauca que dejan varios civiles y combatientes muertos no son el estallido de un conflicto azuzado por el Gobierno de Venezuela como lo afirman reiteradamente Iván Duque y sus áulicos funcionarios. Esos cruentos hechos en ese departamento fronterizo se parecen a lo que acontece en otras zonas de frontera como el Catatumbo o Tumaco, y que reflejan la nueva configuración del conflicto armado en Colombia, o lo que llamarían otros, el reacomodo de los grupos armados existentes de vieja data en esos territorios sumados a las disidencias fortalecidas por el incumplimiento en la implementación de los Acuerdo de Paz.

Arauca es clave para entender el nuevo escenario del conflicto. Un departamento históricamente con la más alta presencia militar del país, antes que Duque hace 20 días ordenara enviar dos batallones con un total de 600 hombres, Arauca contaba con 6.800 soldados cubriendo sus 450 kilómetros de frontera. No es comprensible cómo se presentan las operaciones del ELN, las disidencias de las FARC y las ahora llamadas GAO (grupos armados organizados), en medio de tanta presencia de armas del Estado, y enseguida responsabilizan de todo al país vecino.

Y es que la estrategia de aumentar el pie de fuerza militar ha sido la única que ha implementado el Estado desde hace 50 años. Fortul, Arauquita, Saravena, Tame y Cravo Norte ven desfilar como parte del paisaje cientos de militares por sus territorios, sin embargo, y no es un secreto a voces, el control, dominio y señorío en esas tierras lo tienen todos menos la institucionalidad estatal.

El Estado viene perdiendo el control desde que se enquistó de mafias y de los mismos grupos armados que hoy combate para robarse de tajo las millonarias regalías petroleras de Arauca durante más de 40 años. En 1985 inició la extracción de hidrocarburos en el pozo Caño Limón, y en los siguientes 30 años, esa explotación le dejó a ese departamento cerca de 3,6 billones de pesos en regalías.

¿Qué se hicieron esos recursos? La realidad actual del departamento responde esa pregunta: 32,5% de desempleo, la segunda o tercera tasa más alta del país. El índice de pobreza multidimensional más alto de Colombia. A esto se le suma según el Departamento Nacional de Estadística (DANE) un precario acceso a la educación superior, técnica y tecnológica y un nulo desarrollo empresarial e industrial. Lo último sólo se justifica en el hecho que la rapaz clase dirigente que manejó las inmensas regalías petroleras no fue capaz de construirle un centro universitario al departamento.

Esa radiografía de Arauca es un calco de Buenaventura, del Medio y Bajo San Juan en el Chocó, del Norte del Cauca, de la costa pacífica de Nariño y de tantas otras zonas que hoy viven una nueva guerra. No porque esté iniciando ahora, sino debido a que se recrudece en medio de una institucionalidad que le apostó a destruir la construcción de Paz, y en ese intento exitoso ha reproducido exponencialmente las violencias en los territorios.

Los confinamientos y desplazamientos de comunidades enteras, los enfrentamientos armados en medio de la población civil, las tomas de municipios, las emboscadas a la Fuerza Pública, los secuestros, el sistemático asesinato a líderes comunales y sociales, el desaparecimiento de reclamantes de tierras; y en general la zozobra de la guerra se volvió a tomar a la Colombia rural, a la Colombia negra, a la Colombia indígena, a la Colombia campesina, a la Colombia Obrera y de a pie; mientras las élites cantan victoria por el triunfo de su modelo.

About the Author: John Jairo Blandón Mena