Por: Rolysbeth Manjarrez Ortiz
Esa palabra es la que más dispara,
pero no se le nota,
porque esconde la mano.
A su ilusivo modo, disimula
su apariencia feral,
los proyectiles
en este permanente fuego de un solo lado…
Antonio Preciado-Poema La palabra “Paz”
El regreso de alias “Jorge 40” al país me generó una sensación confusa. Es algo mezclado entre la incertidumbre y la obligación de pensarlo más, de procesar la información, de hacerme preguntas en relación a su regreso. Leí varias veces el chat por donde recibí la primicia este 28 de septiembre a medio día. Para el Caribe Colombiano, él es toda una personalidad delictiva y tiene mucho o todo que ver en las vidas de personas de las generaciones de mi madre, de la mía y las venideras. Lo primero que quise saber es a dónde llegaría y las condiciones en que lo haría. Un amigo que trabaja defendiendo víctimas del conflicto armado y conociéndoles la vida a los paramilitares que se acogieron a Justicia y Paz, me contó varios detalles de las condiciones legales de su llegada y del recibimiento que le tenían preparado en La Picota. No era para menos. El hombre tenía doce años fuera del país, al menos físicamente. Sus compañeros de patio y él tienen las condiciones materiales para no sentirse maltratada la dignidad durante su estancia en la cárcel.
Inmediatamente, después de las trece horas del día, la prensa empezó a lanzar publicaciones. Hay varias posturas manifestadas en las versiones virtuales de medios reconocidos. Lo que llamó mi atención es que los canales de televisión no dieran trascendencia al hecho. Pensé en que la presencia de “40” en el país, tal vez, resulta relevante para quienes tenemos la vida atravesada por su presencia frente a nuestros rostros y no para quienes leen el país desde la experiencia de lo que está permitido o lo que es más Top en la coyuntura. Tal vez, están pensando o quieren hacer pensar que nada tiene que ver “40” con lo que sucede hoy en el país y con la reconfiguración del miedo en las generaciones presentes.
Algunas posiciones de analistas e investigadores sobre el paramilitarismo coinciden en que la llegada del “ex paramilitar” es una gran oportunidad para la Verdad, para que cuente al país sobre su responsabilidad en los miles de crímenes que ordenó y de los que participó. Lo cierto es que, la Justicia Transicional y los intentos de Construcción de Paz en nuestro país, que a ratos parece varios, han elaborado el desgaste progresivo de las palabras Verdad, Perdón y Reconciliación. De vez en cuando, pienso que los procesos de Justicia Transicional vienen con obsolescencia programada paulatina y progresiva para los conceptos que ponen en el lenguaje y el sentido común. La incredulidad en la transición es legítima en un contexto adverso y violento donde se nos quiere obligar a “sanar las cosas que nos hacen daño” sin eliminar las causales.
¿Quién tiene el control sobre la Verdad? Nosotras no. Viene elaborada en relación a lo políticamente correcto y es usada para manipular el sistema que juzga los crímenes de geniales mentes perversas e indolentes. Está encubierta en sus cuerpos y memorias para conseguir lugares de privilegio. La verdad que tienen los criminales de gran envergadura suele relacionarse, únicamente, con la desaparición física (homicidios, masacres, secuestros…) Aunque vivamos esperando que confiesen cómo es que se ha relacionado la muerte, el destierro, las estrategias económicas y las alianzas políticas con la destrucción ecológica y cultural que van dejando en los lugares donde operan. Estamos esperando el sentido y las implicaciones más allá de la lástima y las solidaridades manifiestas.
La verdad que nos proporcionan criminales de gran envergadura ha resultado ser el sostén del esquema en el que las sociedades que padecen el miedo y el horror del conflicto ocupan un lugar subordinado, únicamente, buscando saciar la necesidad de saber el porqué de lo que ha sucedido y continúa sucediendo. La verdad nos ha puesto a esperar desesperadamente y a perdonar con dolor adentro, sólo por querer seguir andando con al menos una certeza. Así, la verdad se nos muestra demasiado disímil y hasta suena a vanidad. Pedestales a los victimarios de alto rango y de gran envergadura. Nosotras, todas las personas que tenemos la vida zanjada por sus verdades, estamos condenadas en la tierra a ser mendigas morales para sanar el dolor ocasionado por ellos mismos.
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