La turistificación en Nuquí: ¿positiva o negativa?
19 de septiembre de 2021
Por: Gustavo Santana Perlaza[i]
Nuquí es un municipio colombiano ubicado en el departamento de Chocó, a 184 km de Quibdó, capital del departamento. Situado estratégicamente en el Pacífico norte colombiano, Es un paraíso adecuado para el desarrollo de lo que llaman el “ecoturismo”. Este espacio de vida de mayoría afrocolombiana y administrado territorialmente por el Consejo Comunitario Los Riscales, reúne las virtudes que configuran el paisaje tropical de selvas impenetrables, ríos caudalosos, manglares, bosques, al lado del majestuoso océano Pacífico; un lugar atractivo que enamora a todas las personas que orillan a sus costas.
Las luchas emprendidas por mujeres como Josefina Klinger Zúñiga (Mujer Cafam 2015) y Ruth Nibeth Martínez Caizamo “Chachita”, entre otrxs, buscaban consolidar proyectos alternativos y sostenibles que partieran de las potencialidades que les constituye el territorio, con la intención de superar los imaginarios de la población y del país que representan a esta zona como espacios de gente pobre, sin oportunidades, donde no hay riqueza y no es posible cambiar nada. En tal sentido, visionaron el ecoturismo o turismo comunitario como una opción para edificar y transgredir las representaciones negativas, propiciando así, un proyecto colectivo que al pasar del tiempo se vislumbra su contundencia económica.
Son muchas las acciones que con esfuerzo se han ejecutado para difundir o dar a conocer la magia y la belleza que rodea las quebradas, esteros, ríos y mar en este paraíso. Pero, llama la atención la intervención realizada por la agrupación afrocolombiana Chocquibtown con su emblemática canción Nuquí (te quiero para mi). Una letra musical que envuelve y decanta el hechizo, la biodiversidad y riqueza del lugar en medio de una historia de amor, asimismo, el vídeo sitúa las maravillas ocultas en el litoral recóndito. Esta producción, considero fue una de las más impactantes estrategias de divulgación y reconocimiento, el vídeo musical le dio la vuelta al mundo, y con eso, se acrecentó la oleada de turistas de todos los continentes visitando, degustando, conociendo, aprendiendo y viviendo una de las mejores experiencias en la geografía colombiana.
Ahora bien, el proyecto turístico en Nuquí a medida que se ha venido fortaleciendo, ha presentado problemas que afectan el tejido comunitario y sus dinámicas relacionales con el territorio. Hoy es proyectado como un lugar perfecto para invertir y producir riqueza, aclaro, no estoy afirmando que sea negativa esa invención, pero sí genera un sin número de fenómenos a los cuales se debe enfrentar su población en un futuro no muy lejano. Frente a ello, María del Carmen Solano Báez pensando sobre los efectos del turismo, afirma que, “el turismo, por naturaleza, se considera ambivalente, ofrece oportunidades de bienestar social y desarrollo económico, pero constituye un riesgo negativo sobre el ambiente, la cultura, las dinámicas de vida rural y la tenencia de la tierra en sí”.
Nuquí, se ha convertido en un foco receptor de inversionistas, principalmente extranjeros, que llegan ofreciendo altas sumas de dinero por la compra de terrenos y tierras potentes para el turismo. Tierras de gente humilde que históricamente han sostenido sus existencias con la pesca, cultivos de pancoger, y demás practicas tradicionales. La cosa esta cambiando por el Parque Natural Utría, los procesos comunitarios iniciales poco a poco son despojados por las cabañas, hoteles y fincas de lujo ofrecidas por aquellos “samaritanos” que llegaron a comprar tierra para establecer sus negocios ocasionando un tipo de desplazamiento que viene agravando la situación.
Un ejemplo: Salento en el departamento del Quindio, era el espacio de vida de familias que se dedicaban a trabajar la agricultura. A raíz del proceso de turistificación, hoy es un municipio ocupado por extranjeros y externos del departamento, dueños de casi todo, por no decir que tienen el dominio total. La población campesina fue transmutada, despojada con sus estrategias comerciales y se convirtió en uno de los lugares más visitados en Colombia, produciendo riqueza y acumulación para los nuevos dueños.
Esta columna de opinión no busca satanizar el turismo, sino, poner en debate las implicaciónes que puede o no generar la invasión del territorio por parte de gentes que buscan su dominio para el desarrollo de actividades que tienen repercusiones en lo económico-ontológico-estético-existencial y reproduce el despojo, la pobreza, la desarticulación del tejido social, la desestructuración de sistemas de vida, memoria, dignidades y relatos.
Finalmente, son muchas las cuestiones que se me quedan por fuera, pero sin duda, les invito a vivir una aventura inolvidable en Nuquí, apoyando las posadas y espacios de la población oriunda del lugar, para intentar contrarrestar el control por parte de gente externa. Vayan a la vereda Arusi donde los amigos del restaurante “el Sazón de Nacha” y la posada “Hannany”, se los recomiendo.
[i] Hijo del Pacífico Sur, nacido en El Charco Nariño y criado a las orillas del río Tapaje. Trabajador social disidente y Maestrante en Estudios Culturales Latinoamericanos. Miembro del Centro de Estudios Afrodescendientes – CEA de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y militante del Colectivo Afrojoven. Interesado en investigar, problematizar y transformar la coyuntura presente que compone las realidades desigual-mortíferas. Líneas: epistemologías cantadas y contadas, afrojuvenicidio, las violencias, economía de la muerte, estudios culturales y afrocolombianos, antropología social y trabajo social disidente.