30 de octubre de 2021
Por: Oto Higuita
Desde sectores alternativos han expresado su malestar criticando las torpezas y decisiones de altos funcionarios del Estado, y les sobran razones. El último en salir con una idiotez, que se curaría con clases de Ciencia Política, fue el Registrador nacional Alex Vega, cuando dijo que, “El que no sienta garantías, no debería presentarse” (a las elecciones presidenciales).
Eso demuestra no solo su ineptitud para ostentar el alto cargo, sino su inclinación política a favor de la extrema derecha que ha gobernado el país. El mismo personaje, recientemente afirmó que en Colombia no hay 50 sino 55 millones de habitantes, desmintiendo las estadísticas del Departamento Nacional de Estadísticas (DANE) y poniendo en duda la misión de la Registraduría Nacional que es “garantizar la organización y transparencia del proceso electoral, la oportunidad y confiabilidad de los escrutinios y resultados electorales, contribuir al fortalecimiento de la democracia mediante su neutralidad y objetividad”.
Este siniestro personaje, no está solo. La ex – Min Tic, Karen Abudinen, otra ficha del poder corrupto, acusada por un desfalco de $70.000 millones de pesos, en un descaro y arrebato propio de quienes se han beneficiado del poder del Estado, no sólo se defendió fieramente en el Congreso ante las acusaciones, sino que se declaró víctima y amenazó incluso con demandar a sus denunciantes.
A los pocos días renunció al ministerio acorralada por el escándalo y el pasado 20 de octubre, luego de que la Corte Suprema la citara a declarar el 3 de noviembre, se le vio en el aeropuerto de Bogotá en fila de primera clase viaje a Miami, el paraíso del exilio de corruptos, criminales, golpistas, narcos, paracos y fascistas del continente.
El otro golpe a lo que queda de instituciones públicas en el país, lo dio el pasado 19 de octubre la bancada de la mayoría de “honorables” representantes de los partidos de derecha, cuando votaron 54 votos contra 30 en el Senado, la suspensión de la ley de garantías que con tanto celo defendió en otro momento el hoy presidente títere Iván Duque y su padrino político, Álvaro Uribe Vélez.
No sorprende que, tras el derrumbe institucional, Gustavo Bolívar, líderes políticos alternativos y reconocidos activistas de redes sociales se vayan de frente contra el poder corrupto y criminal de quienes han gobernado Colombia. Decir que “Por 54 votos contra 30 el Senado aprueba suspender la ley de garantías en periodo electoral. Es una aberración. Gobierno Nacional, Alcaldes y gobernadores podrán contratar hasta el día de elecciones. Ya empezaron a robarse las elecciones. #NidoDeRatas”, es la ratificación de la necesidad del cambio de raíz que hay que producir en Colombia.
El clamor general por una emancipación en todos los niveles de la sociedad, no solo en el nivel político electoral y la gobernanza, se siente con mayor fuerza que nunca. Para muchos está claro que el cambio ya empezó a nivel de las mentalidades de las nuevas generaciones que están listas (el paro nacional del 28 de mayo lo demostró y el estallido social que siguió lo confirmó), no solo para gobernar, sino para producir un cambio que si ha de ser real deberá trascender el nivel de la democracia representativa e instalarse, si se busca la derrota de la vieja clase oligarca y su modelo dominante, en la democracia directa, la lucha extraparlamentaria y la protesta en calles y campos.
Porque si se tratara sólo de gobernabilidad, el asunto se podría resolver con el despertar que vive hoy la mayoría ciudadana, que ha dado un salto cualitativo en su conciencia política y demostrado una capacidad organizativa y de resistencia sin paralelo en la historia de luchas. Hoy existen las condiciones políticas para sacar del poder presidencial a la narcoligarquía, con un acertado mensaje (campaña publicitaria), un programa en sintonía con las necesidades sociales y el cambio climático, y la participación de millones de ciudadanías libres que darán su apoyo para elegir el nuevo gobierno que los representará.
Se trata, igualmente, de ver si la moribunda oligarquía liberal-conservadora, que se ha convertido en una aterradora máquina de muerte, a punta de crímenes, de alianzas con narcos y de apropiarse de la riqueza pública, acepta la derrota que otea en el horizonte.
Ese monstruo que se apoderó del poder del Estado y controla las instituciones como si fueran propiedad privada, no es cualquiera ni cualquier cosa. Su ideología clasista, pro-privilegios, anti-derechos, excluyente, patriarcal, sexista, racista, criminal y acaparadora se ha inoculado en la mente de millones de colombianos. A tal punto se ha inculcado su ideología dominante en millones de ciudadanos, que actúa como una banda fascista que elimina incluso niños «ladrones»; se toma la justicia en sus manos y asesina a golpes en la vía pública a su propio hermano o hermana que se acaba de robar unas migajas o unos pesos para comer; a líderes sociales que luchan por los derechos de sus comunidades, y a firmantes de acuerdos de paz convencidos de que no serán traicionados. La misma mentalidad fascista que desde una oficina ordena bombardear campamentos guerrilleros, cuando saben, por la información de inteligencia con que cuentan, que hay menores allí.
Esta patria envenenada necesita nuevos sujetos políticos para el cambio; una nueva ética y estética de la vida, un renacer con fuerza, alegría y entusiasmo en las calles, de la semilla que sembraron generaciones que lucharon y dedicaron su vida a derrotar la injusticia, el hambre, la exclusión y la discriminación en todas las formas.
Si se sabe que gobierna la ideología de la muerte, no puede haber equívocos en creer que el cambio es sólo formal y de gobierno; no, el cambio ha de ser, si es real, en todos los ámbitos y niveles de la sociedad. Es la suma y multiplicación, no la resta y división, de todas las nuevas subjetividades, potenciadas por una conciencia ciudadana para el cambio.
Sentar las bases de otras formas de hacer y entender la política, más allá de la gobernanza o elección de gobiernos por más «alternativos» que se nombren, es una consigna válida para el constituyente primario que ha despertado de su letargo y está avanzando por el túnel de la larga noche.
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