Lecciones de marzo
17 de marzo de 2022
Por: Arleison Arcos Rivas
El juego electoral en Colombia levanta enemistades, despierta contradicciones y suscita sorpresas que nacen de un sistema de selección armado a retazos, sosteniendo caprichos y bloqueando la posibilidad de que emerjan nuevas fuerzas organizadas que rompan con el inveterado gamonalismo capitalista. El efecto: una mezcla extraña de sumas y restas, pérdidas y desventajas que todavía sostienen a ladrones y levantan nuevas usurpaciones, mientras emergen figuras políticas descollantes, como Francia Márquez, a quien ya dedicamos algunas columnas en DIÁSPORA.
SUMAS Y RESTAS
La novedad de estas elecciones la constituye el peso ganado por el Pacto Histórico, una coalición de liderazgos, organizaciones, movimientos y partidos que se convirtió en la fuerza representativa de la izquierda con mayor votación en el país. Aunque no constituyen una mayoría, alcanza un número de curules en Senado y Cámara que le permiten incidir significativamente en las decisiones del Congreso, diluyendo la arrasadora mayoría con la que contó el gobierno Duque. El proceso electoral inclina la balanza política hacia la izquierda, contando incluso con nuevas voces afrodescendientes e indígenas que llegan al Congreso.
Los resultados electorales del 2022 evidencian que los partidos Liberal y Conservador siguen controlando la política regional, de manera que, aunque han perdido su tamaño como expresiones unitarias, todavía expresan el interés de las elites tradicionales del país. Junto a ellos hacen balance gubernamental los partidos Cambio Radical y el Partido de la U, cuyos integrantes se articulan en coaliciones afectas al ejecutivo que les garantice participación en el funcionariado y una significativa porción de la torta presupuestal; mientras emerge un difuso centro sostenido por fuerzas variopintas, con variable potencialidad decisional. De igual manera, resulta alentador el declive del Centro Democrático, una fuerza de derecha recalcitrante y arrogante, crecida alrededor de la figura de un expresidente que hizo campaña por todo el país, pese a estar seriamente cuestionado y sindicado de la conformación de agrupaciones paramilitares y de tener responsabilidad en la ocurrencia de ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos. Aunque no desaparece, esa organización perdió a algunos de sus senadores y representantes más intransigentes.
PERDIDAS Y DESVENTAJAS
Es desafortunado que Estamos Listas y Fuerza Ciudadana, pese al inmenso caudal de votos obtenido, no llegue al Congreso, víctimas de un tecnicismo procedimental imperfecto.
La reforma política de 2003, modificada en 2015, se inventó el umbral y la cifra repartidora como estrategias de reconocimiento y distribución de las opciones en contienda, mismas que se disputan al final el mayor residuo, sin consideración al elevado número de votos que se desperdician y dejan sin representación a vastos sectores de la población; mientras que el anterior mecanismo de cuociente les daría una curul de manera directa, tal como ocurre en las corporaciones distintas del Senado. En estas corporaciones, además, las diferentes organizaciones políticas en la lid eleccionaria presentan listas que se abren o cierran en función de la estrategia que más captura de votos prometa.
Pretendiendo eliminar la cerrazón electoral bipartidista, la Constitución buscó “garantizar la equitativa representación de los Partidos y Movimientos Políticos y grupos significativos de ciudadanos”, distribuyendo las curules disponibles entre quienes superen el 3% de los votos válidos. De ese modo se instaló un mecanismo de reparto decreciente, hasta asignar la totalidad de los lugares a ocupar en el Senado, que no considera ninguna alternativa de reparto igualitario para el impulso organizativo de iniciativas que no alcancen tal porcentaje.
Aunque, en principio, parece sensato requerir un determinado porcentaje que garantice representatividad a quienes se presentan a elecciones, el desconocimiento del caudal electoral de figuras que obtienen más votos que muchos partidos considerados unitariamente y superan de lejos la votación de buena parte de los apadrinados por partidos tradicionales e incluso por fuerzas emergentes exitosas, resulta lamentable y desafortunado; mucho más en un país en el que la compraventa de votos es tan frecuente, robusta y próspera.
En consecuencia, el umbral se ha convertido en una barrera imposible de flanquear por nuevas fuerzas políticas que se presenten a las elecciones, incluso articulando diferentes sectores y liderazgos a su interior, configurando alianzas y coaliciones que les permitan llegar a tal guarismo. Mientras tanto, sobreabunda la evidencia de que los gamonales locales y regionales, cuestionados, sancionados y encarcelados, siguen incidiendo en los resultados electorales y haciéndose elegir en cuerpo ajeno, avivando maquinarias partidistas y financiando la feria electorera, calculando el costo de cada escaño que aspiran controlar jugando con las reglas de la representación partidista.
Curiosamente, pese a lo avieso que resulta el proceso de reparto, las urnas también sirven para silenciar voces indeseables, como la de Edward Rodríguez, acérrimo enemigo de FECODE y el magisterio colombiano, que se suma a los quemados con los que disminuyó sustancialmente la visibilidad del Centro Democrático en el Congreso. Igual de satisfactorio para la democracia es que un sujeto cuestionado a más no poder como Laureano Acuña no haya podido confabular la compraventa que lo apoltronara en el Senado.
LADRONES Y USURPADORES
Mientras el electorado expresó malestar con el Centro Democrático, la sagacidad electorera ha elevado a un hijo de victimario y un advenedizo autorrepresentado como emisarios de la derecha entre quienes alcanzaron curules afrodescendientes y de la circunscripción de paz; los cuales se suman a los herederos y herederas en las familias clientelares corruptas que alcanzaron curules, pese al tamaño del descontento con la corrupción.
Incluso bajo el argumento de que no existen los delitos de sangre, resulta perverso que José Rodrigo Tovar, el electo más contradictorio, represente a las víctimas siendo el hijo de uno de los más feroces enemigos de la paz. Un comandante paramilitar extraditado, férreo e indolente perpetrador de violencias contra comunidades, organizaciones y líderes, tiene ahora un vocero directo, paradójicamente representando a sus víctimas; algo que sólo puede explicarse bajo las claves del realismo mafioso en la política colombiana.
En igual sentido, aunque no resulta sorpresivo que una figura anodina como Miguel Polo Polo alcance una significativa votación apadrinada por el Centro Democrático y María Fernanda Cabal, sí molesta y preocupa el que llegue al Congreso en representación de las Comunidades afrocolombianas. Incluso si no cumple los requisitos para tal distinción, no se entiende cómo fuerzas recalcitrantes imponen en las urnas a un sujeto chocante, irrespetuoso, falto de formación política e inconsecuente respecto de lo que dice representar; pues no acierta a entender las dinámicas del racismo, la racialización y la acumulación de deudas históricas que juegan contra nuestras comunidades; simplemente por andar arrimado al palo que más sombra le dio.
Marzo, para los procesos organizativos arroja muchas lecciones, que se deben aprender y acumular, si la tarea política sigue siendo incidir en la transformación de la tensión política por las vías electorales.