La impunidad es un fantasma que se mete a la vida entera

By Last Updated: 18/11/2024

Por: Rolysbeth Manjarrez Ortiz

Diecinueve años después eso no ha dejado de dar vueltas en tu cabeza. Tampoco ha dejado de dar vueltas en la cabeza de tu hermana quien ha soñado la noche anterior con el asesino: le ha visto el rostro, aunque no lo conoce, ha estrechado su mano en el sueño y lo ha tenido frente a ella sin saber que es él. En el sueño no le pudo preguntar por qué lo hizo, él huyó y la dejó con la pregunta en la boca. Como hasta ahora ha estado. Esperando que aparezca. Sabes que eso no ha dejado de dar vueltas en la cabeza de tu madre porque ella busca en las historias que otras personas le cuentan reflexiones de resignación. Tu hermana menor tampoco lo ha podido sacar de su cabeza y eso se nota en sus evasiones al tema cuando está frente a tu madre para no causarle más daño.

Diecinueve años después, tienes que contar con los dedos de tu mano para confirmar que esa es la cantidad de años que ha pasado desde que sucedió lo que aún te hace brotar lágrimas a cualquier hora del día, sin importar lo que estés haciendo. Puedes estar leyendo, conversando, limpiando la casa, caminando en la calle, trabajando, pensando qué comer o simplemente acostada. De todos modos las lágrimas brotan por ese mismo dolor. El dolor de la vida que te arrebató las manos del asesino a quien todas ustedes quieren conocer, al que quieren verle la cara y hacerle la pregunta que tienen en la boca desde esa mañana en que vieron el cuerpo de su padre sin vida y tuvieron que cerrarle los ojos para que su alma se fuera a descansar tranquila y su ánima quedara cuidándolas.

Diecinueve años después, sigue siendo arriesgado atreverte a decir que necesitas conocerlo o conocerlos, que quieres oír su respuesta u oír sus respuestas, que necesitas ver sus ojos y sus gestos mientras te responde o te responden. No sabes si fue uno o varios. Han especulado que son varias las personas que tienen que ver con la muerte de tu padre: alguien dio la orden y otras personas la ejecutaron. De ser cierto, quieres preguntarles a todos. Lo necesitas para dejar de atar cabos que se soslayan con el tiempo y las infinitas posibilidades.

Tu hermana mayor, tu madre, tu hermana menor y tú necesitan que las preguntas salgan de sus bocas ante las caras de las personas que las puedan responder con la asertividad que lo haría el asesino o los asesinos. El sueño de tu hermana ha dicho que lo han tenido cerca pero no saben que es él el asesino.

¡Aparezcan! que estas cuatro mujeres sólo van a hacerles las preguntas a las que se hicieron acreedores cuando planearon asesinarlo, cuando fallaron en el intento y cuando lo asesinaron. Ellas necesitan hacerlas para continuar sobrellevando la vida con unas cuantas preguntas menos.

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