La dilatada prohibición taurina

Por Última actualización: 20/11/2024

8 de mayo de 2024

Por: John Jairo Blandón Mena

«Las corridas de toros son una salvajada, una crueldad, una vergüenza para la humanidad, una vergüenza para los aficionados y para los que la practican y las defienden. Defienden lo indefendible»

Jesús Mosterín

Colombia, cuya institucionalidad actúa en muchos casos como premoderna; suele llegar tarde al reconocimiento de las conquistas de la humanidad en materia de derechos y de reivindicaciones sociales. Son muchos los casos en que ostentamos la posición de estar entre las pocas naciones retrogradas del mundo que se oponen a regular y darle paso a los tiempos contemporáneos.

Pasa esto, por ejemplo, con la falta de un marco legal que permita estructurar la poderosa industria del cannabis en Colombia. Mientras en el mundo se mueven miles de millones de dólares y empleos por esta actividad económica; nuestro país sigue sin entender la enorme oportunidad de crecimiento y transformación que la irrupción de esta industria generaría. Similar análisis pudiéramos hacer en asuntos como: el reconocimiento pleno de derechos para las parejas del mismo sexo; o la incorporación de la reparación histórica para pueblos étnicos afrodescendientes e indígenas en el ordenamiento jurídico.

Hay derechos que solo se han reconocido de manera jurisprudencial; gracias a que la Corte Constitucional ha tenido algunos periodos en los que ha prevalecido el talante garantista y liberal de sus magistrados. Sin embargo, las ordenes de este alto tribunal para que el Congreso de la República reglamente los derechos son incumplidas; porque en el legislativo no imperan mayoritariamente, como ha ocurrido en la Corte Constitucional, funcionarios progresistas y de avanzada.

A pesar de lo anterior, la Corte Constitucional en materia de tauromaquia ha emitido distintos fallos en los que ha respetado, lo que la entidad considera la “la cultura y la expresión artística taurina”. Esta postura judicial desconoce que esta nefasta tradicional colonial hispánica solamente es legal en 8 países del mundo, en varios de ellos solo de manera parcial, toda vez que; algunos de sus estados la prohíben.

No es necesario justificar en extenso en esta columna los motivos para apoyar la proscripción de esta práctica. El espectáculo de la tortura de un animal y su posterior muerte luego de infringirle enorme daño debería ser suficiente para censurar esta actividad. Por eso, los argumentos de la Corte Constitucional contradicen lo que la misma UNESCO ha dicho sobre la tauromaquia “la crueldad, el maltrato y el dolor no se pueden considerar cultura. La cultura son las costumbres y modos de vida que contribuyen a que nos desarrollemos de algún modo u otro, y el maltrato animal no cumple ninguno de los puntos que debería cumplir la cultura”.

Por eso, hay que apoyar la iniciativa legislativa del Pacto Histórico que pretende la prohibición definitiva de las corridas de toros, el rejoneo, las novilladas y las becerradas y en el país. Solo falta un debate para que se materialice este gran cambio social, en el que la muerte de un animal no convoque a un espectáculo masivo; y en el que el respeto a todas las formas de vida sea un principio de la nación colombiana. Anhelo ver muy pronto, tal como ocurre en Medellín, que las plazas de toros del país, a las que habrá que rebautizar, funcionen como centros de eventos para conciertos u otras actividades de relevancia social donde la muerte no sea el centro.

Sobre el Autor: John Jairo Blandón Mena

John Jairo Blandón Mena