7 de junio de 2022

Por: John Jairo Blandón Mena

Hace un par de décadas, en las campañas políticas para cargos del ejecutivo dejo de ser lo más importante el asunto programático. Ahora, lo comunicacional, el manejo de las emociones colectivas, las formas y la proyección mediática personal del candidato están por encima de las propuestas que se hacen a la ciudadanía y que sustentarán luego de la elección la acción de gobierno. Tan relevante es este tema, que las campañas políticas están invirtiendo más dinero en la contratación de estrategas de comunicación y de gurús en redes sociales que en el personal interdisciplinario que llena de contenido los programas.

Desde el corazón de las campañas se bombean orientaciones de marketing político que direccionan el accionar del candidato y sus equipos. Qué, cómo, dónde, cuándo y a quién comunicar es lo fundamental para generar un mensaje que eleve logarítmicamente la credibilidad en el candidato o el descredito del adversario.

Probablemente, Barack Obama en Estados Unidos marcó de manera más clara ese cambio en la manera de hacer política electoral. Durante su primera campaña, sus asesores crearon un producto entorno a su persona “La obamanía”, que popularizaron con libros, canciones, blogs, portadas de revista; pero, sobre todo, con perfiles de Facebook, Twitter y MySpace e inundando con mensajes de texto los correos electrónicos y celulares. La efectiva campaña propagandística y el activismo cibernético de Obama no tiene precedentes, pero marcó lo que sería la más efectiva manera de hacer política en este siglo.

En las pasadas elecciones legislativas, el youtuber Jota Pe Hernández, apelando a las mismas estrategias que emplea para difundir su contenido digital, hizo una campaña sólo en redes sociales y obtuvo 189.291 votos, la tercera votación más alta para el Senado de la Republica. La difusión constante de los mensajes en red permitió que el candidato pudiera estar en todos lados y multiplicara sus planteamientos en la población, sin el desgaste natural de la plaza pública.

Infortunadamente, los sectores progresistas en Colombia han llegado tardíamente a estas nuevas tendencias de hacer política. La plaza pública no es ya el escenario natural para comunicar el mensaje político, son las redes sociales reforzadas con aquellas y no al contrario. En plaza pública, la izquierda y el progresismo ganaron las últimas tres elecciones presidenciales, pero no en el pre conteo ni en el escrutinio. Esto porque hasta la forma de hacer control electoral y cuidar los votos también debe cambiar. El reciente éxito de la recuperación de alrededor de 500 mil votos del Pacto Histórico en las elecciones legislativas tuvo que ver con la forma en que se viralizaron formularios E-14 con evidentes irregularidades.

Las sucesivas concentraciones en plaza pública en procesos de campaña de más de un año desgastan excesivamente al candidato, y le impiden llegar a otros segmentos de la población no representados en los asistentes. Lo popular no se pierde cuando se actualizan las nuevas formas de comunicar. Sin duda, el crecimiento de Rodolfo Hernández obedece, entre otras causas no menos importantes, a la estrategia de redes sociales diseñada por el asesor político español Víctor López. Tal como lo hizo Scott Goodstein en la mencionada campaña de Obama.

Sin embargo, en hora buena, Gustavo Petro y Francia Márquez en este segundo tramo de la campaña están concentrados en comunicar más desde las redes y lo virtual, que desde la desgastante presencialidad de las plazas púbicas, que bien, dicho sea de paso, ya se las recorrieron casi todas en el país. Sólo las redes nos han permitido ver a ambos en facetas que les son propias y naturales, pero que el trajín de los viajes les impedía: Petro compartiendo con una familia de pescadores del rio Magdalena, o jugando un partido de futbol con su equipo de trabajo, o Francia asistiendo a ver un partido de su amado equipo. Esto también comunica y lleva un mensaje de cercanía con los de abajo, que de manera digna Petro y Francia representarán.