Por: John Henry Arboleda Quiñonez
La actual coyuntura política y social por la que está atravesando la ciudad, expresada en las marchas, paros, confrontaciones y uso desmedido de la fuerza por parte de los cuerpos armados del Estado, demuestran las sistemáticas inconformidades de gran parte de la sociedad caleña. Aquella que ha espacializado sus experiencias y existencias en “los no lugares” de la ciudad. Las barriadas populares del centro-oriente, las de las zonas de laderas, y las de la banda del oriente, como dijera en algún tiempo el actual Secretario de Desarrollo Social del Distrito[i], componen la voz de rebeldía insurgente de la en otrora sucursal del cielo.
Largas décadas de racismo estructural, exclusión social, marginalización y segregación socio-espacial y residencial, se han conjugado para dar sentido a la construcción de una consciencia social, en la que cada vez está más clara la consigna de que la dignidad y la sobrevivencia se definen radicalmente entre ellos y nosotros.
Un ellos, basado en las exclusiones, los abusos del establecimiento, las demostraciones de nepotismo, soberbia, indolencia, motivados por el delirio del poder y el acceso a bienes del pueblo, convertidos en exquisitos platillos de unos pocos invitados a degustarlos a sus anchas. Por otro lado, el nosotros, gente de todos los colores, los ninguneados, excluidos, los nadie, a los que se les limita cualquier posibilidad de ascenso social o económico. Ese nosotros, con distintos bemoles, lo constituimos la mayoría de la sociedad caleña.
En esta sociedad de la injusticia institucional, de la decidía del Estado y de la extralimitación de políticos y funcionarios públicos, que no se representan ni a ellos mismos, se ha erigido una generación que (in)surge de ese nosotros, de esa multitud sin rostro, pero con historia y consciencia social, demostrada en la politización de sus accionares, posicionamientos individuales y colectivos.
Esta generación se caracteriza por haber logrado, luego de diversas luchas, confrontaciones y exigencias emprendidas a lo largo de los años, el acceso a mayores y mejores niveles de formación e información, al punto de convertirse en grupos poblacionales que encarnan el valor de la cualificación y la valentía de enfrentarse a un establecimiento, que, como vieja fuerza, pretende detener y desestimar su caminar y proyección.
Jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, venidos de la parte la ciudad que no aparece en las postales para promocionarla, a la que ni El Grupo Niche traduce en su travesía sonora, cuando cantó Cali-ají, y fijó la representación a esa caleñidad manida y arrogante del Cali viejo. De la que los nadie no hacemos, ni haremos parte. Menos de la amada Cali del actual y cuestionado alcalde.
Producto de esas editadas y re-editadas, pero nunca complacientes contingencias, se ha levantado esa generación de comprometidos y comprometidas con su destino y futuro, demostrándonos que entre los nadie, hemos cosechado nuestras mejores guayabas, las que hoy, en este preciso instante, se enfrentan en unas luchas con cuartel, en cada uno de los puntos de resistencia y re-existencia en la ciudad, frente a los peores cerdos.
Estos cerdos, los peores, quedan evidenciados en su falta de argumentos y propuestas para controlar, menguar o negociar adecuadamente esta crisis y las anteriores que se han vivido durante su periodo de gobierno (cuarentena y medidas anti-COVID), se refugian en la displicencia con que tramitan las dificultades propias de administrar la ciudad.
Ni sus ejércitos de guardianes de vida, ni su puro corazón por Cali, ni sus estigmatizadores y mal intencionados confinamientos rigurosos para el oriente y la ladera, ni la aceptación de la “novedosa” e inusitada “asistencia militar”, propenden por una ciudad justa e igualitaria para todos y todas, al contrario, se han constituido en fuentes de insatisfacciones y zonificación de malos tratos y reforzamiento de imaginarios marginalizadores, haciendo mas profundas las inconformidades de la mayor parte de la sociedad caleña.
Es desobligante reconocer que entre los peores cerdos se encuentran alojados algunos productos o producidos por nuestras mejores guayabas. Estos alojados y obnubilados por los placeres del pseudo-poder local, cual bufones de reyezuelos asustados por revueltas, estos nuevos y peores cerdos, con clarilocuencia demagógica, propia de su formación en ese trasegar por laderas, barriadas y demás “no lugares” de la ciudad, aparecen justificando lo injustificable y restando gravedad a la situación, con la única convicción de aferrarse a sus cargos y condenando o disipando el trasegar de esta generación de nuestras mejores guayabas.
En esta constante tensión entre los peores cerdos y nuestras mejores guayabas, debemos potenciar una agenda de ciudad en la que queden expresos nuestros derechos de habitar y reconocernos como hacedores y transformadores de la ciudad.
[i] Jesús Darío González. (2013) Banda oriente: trayectos de una ciudad que una vez … Sus elucubraciones de ese momento no se compaginan con las decisiones actuales como funcionario y jefe de despacho de la administración del alcalde Jorge Iván Ospina.
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