Iscuandé: independencia, silencio y olvido

By Last Updated: 19/11/2024

11 de septiembre de 2021

 

 

Gustavo A. Santana Perlaza[i]

El municipio de Santa Bárbara de Iscuandé en Nariño hace parte de la Subregión del Sanquianga, fue fundado según registros oficiales en 1600 por Francisco de la Parada, aunque en sus calles se habla que ya estaba habitado antes de la fecha oficializada; se ubica a 550 kilómetros aproximadamente de la capital del departamento, San Juan de Pasto. Limita al norte con el océano Pacífico, al oriente con el municipio de Guapi – Cauca, al sur y al occidente con el municipio de El Charco y cuenta con una extensión aproximada de 1.232 kilómetros.

El río Iscuandé entre la noche del 28 y madruga del 29 de enero de 1812 fue testigo de uno de los primeros acontecimientos en la conquista independentista en este lado de las Américas, La primera batalla naval de Independencia, una lucha entre combatientes iscuandereños y caleños a órdenes de Manuel de Olaya y del capitán José Ignacio Rodríguez (la Mosca), e infantes de marina españoles al mando de José Miguel Tacón y Rosique, Gobernador de la Provincia de Popayán. El sitio de la acción en armas de Iscuandé se ubica en la isla de la vereda de Rodea, tres vueltas río abajo de la cabecera municipal de Santa Bárbara de Iscuandé- Nariño.

El desarrollo de la batalla se dio tal como lo propusieron los revolucionarios iscuandereños y vallecaucanos, la suspicacia brilló en todo su esplendor, los barcos españoles encallaron cuando la marea bajó y sus tripulantes, más toda la tropa a bordo, soportaron el ataque de los patriotas independentistas, estos atacaron y abordaron a las naves realistas desde sus embarcaciones menores, y finalmente lograron ganar la disputa.

Según, el libro “Bicentenario de Independencia Vallecaucana (2010),” del historiador Alberto Silva Scarpetta, establece que el resultado de la batalla fue una victoria confederada sobre los españoles, que permitió impedir la salida de los españoles y los bienes que explotaban en aquella zona hacia el Océano Pacífico, cabe aclarar que, Iscuandé representa la puerta de entrada de africanos esclavizados y explotados en las minas de este lugar, mujeres y hombres violentados, desangrados, humillados; deshumanizados.

El saldo de combatientes dados de baja sería de 80 realistas entre muertos, heridos y desaparecidos, y la captura de todos los oficiales, entre ellos el capitán del San Antonio, Ramón Pardo, y un número apreciable pero no contabilizado, de prisioneros. El gobernador Miguel Tacón apenas si logró escapar aguas abajo del río Iscuandé en una canoa, hasta alcanzar a otro bergantín español que no estaba entre los que se habían varado por estar encallados.

La batalla naval en Iscuandé es una de las muchas acciones militares y hechos políticos que injustamente, ha sido condenada al desconocimiento por parte de las mayorías en el país. La Fuerza Armada colombiana conmemora y reivindica la batalla del lago de Maracaibo – 1823 como la disputa naval inicial, negando la aportación de esta zona de población afrocolombiana en la construcción y formación de la Nación, dejando en evidencia como históricamente ciertos lugares son silenciados y excluidos de su historia misma, de aquí la importancia de impulsar procesos políticos e intelectuales que permitan transgredir la normalidad de exclusión, silencio y olvido que identifica la presencia y los territorios del pacífico en el Estado colombiano.

Este momento histórico, representa para el municipio y para el país un hito coyuntural en la lucha desde las fuerzas armadas por la defensa de la soberanía territorial de Colombia, en términos de las luchas independentistas de la época, que buscaban autonomía económica y política en el país. Por tanto, el acontecimiento a pesar de haber transcurrido hace 209 años, la población se resiste a olvidar los aportes de este pequeño poblado oculto entre la selva del Pacífico en las formaciones históricas de la República de Colombia; a su vez, se reconoce un despliegue de praxis que, desde el quehacer ontológico y las fuerzas disponibles en el contexto, re-crean, trasmiten y sostienen los elementos coyunturales a través coplas, canciones, versos, poesías; oralidad  nuestra pedagogía política. A continuación, una ejemplificación que hace parte de la cotidianidad en la zona:

Te acordá hermano, te acordá, cuando vino el gran Tacón, di que a tomarse Iscuandé con mucha gente y cañón. Si me acuerdo, mano Juan que aquí Tacón se jodió porque el río taba bravo, y el Riviel se lo tragó.  No fue el Riviel, mano Pedro el que a Tacón se engulló, sino la moca Rodrigue que a bala lo destruyó. Si fue el Riviel mano Juan el que a Tacón se comió, porque tenía que quítale las joyas que se robó.

[i] Hijo del Pacífico Sur, nacido en El Charco Nariño y criado a las orillas del río Tapaje. Trabajador social disidente y Maestrante en Estudios Culturales Latinoamericanos. Miembro del Centro de Estudios Afrodescendientes – CEA de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y militante del Colectivo Afrojoven. Interesado en investigar, problematizar y transformar la coyuntura presente que compone las realidades desigual-mortíferas. Líneas: epistemologías cantadas y contadas, afrojuvenicidio, las violencias, economía de la muerte, estudios culturales y afrocolombianos, antropología social y trabajo social disidente.

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